Toluca, Méx.— Isabella tiene seis años, ama correr e ir a la playa, pero la y el temor a los contagios de Covid la confinaron dos años sin asistir a la escuela, en lo que ella llama su “jaula”.

La pequeña no pudo concluir su último año de kínder, que aprobó con un examen global. Tampoco entró a la primaria, pues sus padres decidieron que es mejor perder un año de clases, con tal de no exponerla.

“Me da miedo que mis papás se enfermen [de Covid], porque luego yo los cuidaría. Extraño pasear, ir a comprar cosas, ir a la playa, todo el día encerrados en nuestra jaula, parece que estamos en el zoológico”, expresa.

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Isabella es sociable, le gusta colorear, jugar, sueña con volver al mar, pero lo que más quisiera es salir sin cubrebocas, a pesar de que le teme al virus.

“Me da miedo quedarme sola, enfermarme (...) y las medicinas saben guácala”, señala.

En entrevista con EL UNIVERSAL, mientras revisa sus cuadernos junto a su mamá, dice que le gusta estar con sus abuelos paternos, ellos se encargan de su cuidado desde que dejó la escuela, pero quisiera ver a sus amigos.

Isabella, dos años sin ir a la escuela por la pandemia
Isabella, dos años sin ir a la escuela por la pandemia

Isabella no regresó a las aulas, pese a que en el Estado de México no se cancelaron las clases. Miriam, su mamá, narra que intentaron continuar con su vida, pues el estrés y el miedo no eran sensaciones que quisiera fomentar en su hija, además “bajan las defensas” y decidió seguir con una vida normal. Fue imposible mantenerla en la escuela, pues paulatinamente fue la única alumna que quedó inscrita.

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Aunque en casa sus padres y abuelitos mantienen las medidas sanitarias, le cuesta mucho trabajo adaptarse al uso de cubrebocas, pues se le ha perdido, lo olvida y deben portar más de uno. Ella cursaba el tercero de kínder, a mediados de 2020 dejó de acudir a las aulas, “si bien siguió sus clases entre comillas, ya no terminó porque era en línea”.

Reconoce que sus abuelos paternos los apoyaron para cuidarla en el confinamiento, pero les pidieron no tener que involucrarse en herramientas tecnológicas.

“Ella siguió estudiando, pero sin usar la plataforma, ni libros digitales, tuvimos que ver a una miss que la viera por las tardes y así concluir el tercero de kínder, como la pandemia continuó, ella no fue inscrita a primero de primaria; sin embargo, sigue su maestra dándole clases para que no pierda ritmo”, dice Miriam.

Comenta que junto con su marido debieron trabajar y salir a la calle, aunque saben que están expuestos a los contagios, quien no tiene la vacuna es Isabella, por lo que dejaron de llevarla a la escuela puesto que hubo niños contagiados. Admite que su hija en lo social no ha tenido retrocesos, pero sí un atraso académico y problemas de déficit de atención, pero prefiere “tener que buscar cómo solventar este atraso académico a exponerla”.

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