“Arre caballito, quiero galopar, eres de madera, no te has de cansar. Dando de vueltas, corriendo siempre en redondel, giran los caballitos del carrusel”, cantan felices cerca de 15 niños mientras otro grupo hace una rueda alrededor de una mujer con vestido y cabellera blanca.
Una niña con cabeza de chivo y falda de tul morada canta y baila de espaldas a su círculo de amigos, al momento que una bruja vuela en su escoba, acompañada de un gato negro.
Foto: Eduardo Dina / EL UNIVERSAL
Instalado en la antigua estación del tren escénico de la Segunda Sección del Bosque de Chapultepec , y firmado en “París 1999 - Tepoztlán 2000”, el mural “la canción infantil popular mexicana” exhibe las melodías más populares de Francisco Gabilondo Soler “Cri Cri” .
Con su pincel, Cristina Rubalcava plasmó hace 20 años una marcha de las letras, a un ratón vaquero, a un negrito sandía, a una hormiga con su paraguas levantándose las enaguas, a un chorrito que se hacía grandote y chiquito, así como a una mexicana que fruta vendía.
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La obra- que ahora está cubierta con una bolsa delgada que la cubre del polvo y de rayones- se ejecutó en aproximadamente un año, pero Lalo, Dante y Olaf tomaron tan sólo unos minutos para dañarla con pintura de aerosol morada.
Pintaron “garabatos” sobre los personajes de las canciones infantiles. “Leo te amo”, también se lee.
Incluso una mujer dejó un mensaje al trío: “Geraldine es bien pro y es la verga + que el dante”. Rafael, Memo y Raquel también dejaron sus nombre sobre la pintura.
Foto: Eduardo Dina / EL UNIVERSAL
En entrevista con EL UNIVERSAL, Rubalcava lamentó que el mural ahora esté abandonado y recordó que la invitación para realizar el mural fue hecha por el entonces Gobierno del Distrito Federal, a través de la galería Casa Lamm y de la Embajada de Francia.
“Me entristece que ahora sé que el mural está olvidado”, declaró.
Aunque la obra ya no es propiedad de Cristina Rubalcava- pero sí de su autoría-, la artista aseguró que ha pedido a las autoridades el recate de el mural, inspirado en escuchar las canciones de “Cri Cri”, mezclado con vivencias infantiles personales.
“Sé que al haber sido cancelado el trenecito de Chapultepec, su estación no está operativa y quizá sea esto un motivo, pero que no da respuesta al descuido”, refirió la pintora.
Foto: Eduardo Dina / EL UNIVERSAL
Si bien alrededor del trenecito y en el área se observan policías capitalinos, el vandalismo ha afectado otros puntos como los túneles por donde pasaba la maquinaria, puestos y juegos.
A la inauguración del mural, en junio del 2000, acudió la entonces jefa de Gobierno, Rosario Robles ; Adrián Luna Parra , encargado en ese tiempo del Bosque de Chapultepec; Bruno Delaye, embajador de Francia, entre otros invitados.
La artista particularmente recuerda la presencia de Tiburcio Gabilondo, hijo de “Cri Cri”.
Un trabajador de limpieza del lugar, quien no quiso dar su nombre, refirió que la obra no hace alusión a “Cri Cri”, sino al “infierno de Dante” por los dibujos que guarda
“el cuadro”.
Foto: Eduardo Dina / EL UNIVERSAL
Con tan sólo 5 pesos de aquella época, niños y adultos que esperaban formados en una larga fila- debajo de un techo art deco con pilares morados- podían observar la majestuosa obra de la pintora radicada en París.
Cientos de niños veían al día a los personajes del “grillito cantor”, mientras aguardaban su turno para subir al trenecito de Chapultepec que los llevaría a perderse por 10 minutos y por casi un kilómetro en una mágica Segunda Sección, a 20 kilómetros por hora.
Mientras otra pequeña locomotora llegaba para recoger a 30 nuevos pasajeros de la antigua estación diseñada por Félix Candela, los que permanecían entre un barandal azul- en donde no se permitía apartar lugares- señalaban y trataban de identificar a más personajes del colorido mural: la muñeca fea, la patita con canasta y con rebozo de bolitas, los palomos que se casaron, la princesa caramelo y el rey con nariz de cacahuate.
Foto: Eduardo Dina / EL UNIVERSAL
El tren llegaba tocando su campana y la cromática roja de los 5 vagones del trenecito se perdía entre túneles y lo tupido del verde característico de Chapultepec.
El cupo por asiento era de dos adultos o tres niños, quienes si eran mayores de un año de edad ya pagaban boleto.
Anuncios del entonces Gobierno del Distrito Federal advertían que en caso de lluvia no se devolvería el importe del boleto. El ligero techo los protegía de los rayos en un día soleado.
Foto: Eduardo Dina / EL UNIVERSAL