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Crónica de un delivery

Foto: Diana Féito
28/11/2020 |10:00
Redacción El Universal
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No me gusta ordenar comida a domicilio. Si no es fast food, la probabilidad de ob- tener un rompecabezas culinario es al- ta. Y qué decir decir de las decenas de envases y bolsas que deben ser cortadas, vaciadas o calentadas para luego, sumarse a la basura que no se degradará en más de un siglo, en el caso del plástico.

Crónica de un delivery

Así que opté por el delivery a causa de familiares que pertenecen a la po- blación de riesgo. Porque no, no voy a compro- meter su salud por acudir a un restaurante. Difícilmente pediría “alta cocina”. Aunque conocida marca con entrega a domicilio, logró persuadir a renombrados chefs de integrarle dos ruedas a su propuesta gastronómica. Al diablo con la temperatura, el emplatado o la experiencia, es mejor mal pagarle a los em- pleados de dichas plataformas, a pesar de que un plato pueda costar más de mil pesos y todavía se tenga el descaro de agregarle envío.

Ante la cuarentena, los restaurantes han cambiado menús, horarios y rangos de entrega. Todo con tal de seguir operando. En el proceso, algunos amateurs se integraron a la oferta, pero no todos poseen la capacidad o el conocimiento para hacerlo bien. Al final es un negocio y el cliente espera recibir algo por su dinero. Como experimento, elegí una cocina fantasma , de comida de Medio Oriente y una neo célebre cuenta de Instagram de pastelería. El primero fue sencillo. Hay que hacer el pedido a la vieja usanza: vía telefónica. En menos de 45 minutos, la comida estaba en la puerta de mi domicilio, traída aparentemente por alguien del mismo local.

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Al parecer nos tendremos que acostumbrar, porque no se ve para cuándo terminará la pandemia.

Crónica de un delivery

Hummus, labneh —jocoque seco de keffir —, babaganush —dip de berenjena rostizada— y ensalada israelí —pepino, jitomate, cebolla morada, pimiento verde— componen el primer plato de raciones pequeñas, pero sustanciosas. Los detalles como nuez, miel y gra- nada, hicieron el babaganush mi bocado favorito de la triada.

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Le siguió la “ cajita feliz ”, o plato mediterráneo. En su interior: shawarma de pollo, kofta de cordero y res, ensalada israelí, papas fritas y fa- lafel perfectamente acomodados; algunas aceitunas, rajas y pepinillos. Todo ello acompañado con harrisa, toum, tahini y “polvos mágicos”. Dividirlo fue tarea difícil y acabó como protagonista imaginario de la serie Ugly Delicious de David Chang . El remate, fue un kebab de falafel —de haba y garbanzo— y berenjena empanizada y frita.

El suave pan pita se barniza con hummus y es rellenado con ensalada israelí —sí, de nuevo —, papas fritas, encurtidos y salsas de ajonjolí, ajo y picante. Ábrase y cómase.

Es confuso, pero delicioso. Conseguir e l postre fue más laborioso. Hice mi pedido con un día de anticipación. Ordené una mini tarta de queso con dulce de leche y galleta. Realicé la transferencia bancaria, mandé varios mensajes directos por Instagram y al siguiente día esperé de 2 a 7 para recibir la indulgencia. Dulce, cremosa y absolutamente golosa. El aspecto desprolijo de la tarta devela su origen casero, pero forma parte de su encanto.

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En total fueron $950, precio un tanto elevado al ser comida en casa, pero comimos bien, no hu- bo muchos trastes que lavar y los empaques fueron biodegradables.

Pat Patz

Dirección:

Obrero Mundial 634, col. Narvarte.

Tel: 55 6271 4822

Instagram:

@patpatzmx

Cheque promedio:

$350-$400 pesos

Cuarentena Baking

Instagram:

@cuarentenabaking

Cheque promedio:

$200 pesos