No entiendo el menú. Sus plastificadas páginas comprenden 16 hojas con pocas palabras en español. El par de meseras que desfilan por el desolado restaurante tienen poco conocimiento del castellano y poca disposición por ayudarnos. Me siento como una foránea en mi propia ciudad.

Comienzo a googlear algunos términos como wong lo kat y dofu , y ordenamos un té de hierbas (enlatado) y un par de sopas.

Mientras sigo descifrando la carta, no puedo dejar de observar cada detalle del peculiar local. Una crema hidratante y una caja de infusión de manzanilla, se mezclan con un gato maneki-neko, una ilustración de un árbol y dos niños con prendas tradicionales, y un calendario con caracteres chinos. La postal se completa con algunas melodías asiáticas y un altar al guerrero de rostro rojo Kuan Kung.

Comienzo a frustrarme por no saber qué más pedir y me tienta el típico (y aburrido) chop suey , rollos primavera, etc., pero mi cómplice culinario pregunta por un cha siu . Con sorpresa, la mesera asienta con la cabeza y en pocos minutos llega un plato tapizado de láminas de cerdo bañadas en salsa agridulce , que acompañamos con un pequeño tazón de arroz blanco. La parte superior de cada trozo está recubierta con la salsa y la inferior, estaba compuesta por un pedazo de grasa que se derrite al primer contacto con la boca. El arroz está un poco seco, pero el increíble sabor del cerdo lo desplaza a segundo plano.

Llegan las sopas y a la mía, con tofu y un pollo cortado en tiras, le falta sazón, pero la otra con algas y pollo resulta en un sorbo más contundente. Como niña pequeña me siento reconfortada por el caldo y me animo a pedir una olla de cangrejo al sabor, aunque no tengo idea de qué significa.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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Una olla de barro que desborda fideos de arroz se postra frente a mí, algunos pedazos de hueva naranja y rabos de cebolla le aportan color. Para mi decepción, el plato tiene surimi, pero también pedazos de cangrejo que me devuelven la sonrisa. La textura y el sabor del fideo es fantástica y manifiesta su paso por un wok con enérgica flama.

Con ingenuidad ordeno algunos dim sum , pero estos bocadillos asiáticos solo se sirven durante la mañana. Mi mente sugiere probar más cosas, pero mi estómago no da para más. Las porciones son vastas. La moraleja sería acudir el restaurante en otra ocasión con un mínimo de cuatro personas e ir a medio día para probar los bocados también conocidos como yum cha.

El postre solo existe en mi imaginación, así que pagamos la cuenta y nos dirigimos a una tienda china a comprar dulces. Una breve caminata por la colonia nos hizo darnos cuenta que Viaducto Piedad es el verdadero barrio chino de la CDMX. La gente, los locales, los restaurantes y una buena cantidad de caracteres chinos, lo demostraron.

Fulihua

Dirección: José María Correa 304, col. Viaducto Piedad

Tel: 3770 8888

Horario: lun-vie 12:00-22:00 hrs. / sáb-dom 8:30-22 hrs.

Promedio: $350 pesos

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