San Marquitos Tututepec.— Lucila se acerca respetuosamente a los árboles de guanábana, chicozapote y zapote negro que tiene plantados en su casa. Después de un saludo, les pide permiso para tomar algunas de sus hojas, no sin antes decirles que la ayudarán a que provoca el ácido úrico en un paciente que acudió a ella con nada más que fe.

En retribución por las hojas tomadas, la mujer deposita como pago unos centavos al pie de los árboles y se despide reverenciando a la madre tierra, hacia los cuatro puntos cardinales.

Lucila, curandera desde niña

Lucila Mariche Magadan repite siempre este ritual cuando corta las hojas o los frutos de plantas y árboles medicinales.

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Esta mujer afrodescendiente de 52 años, originaria de la comunidad de Charco Redondo, en Villa de Tututepec, Oaxaca, aprendió sobre las plantas de la mano de su abuela, quien creía en el poder de las infusiones.

Tenía 12 años cuando comenzó a colocar ventosas a los enfermos, para luego crecer en conocimiento con las ancianas curanderas del pueblo. Por muchos años observó y aprendió, hasta que entendió la importancia de conservar los saberes comunitarios y de compartirlos.

“Tuve la fortuna de capacitarme como promotora comunitaria de salud en el Centro de Capacitación Integral para Promotores Comunitarios. Conocía las propiedades de las plantas, pero con ellos aprendí a hacer pomadas, cápsulas, jarabes; aprendí a tomar la presión e inyectar.

“Nunca sufrí discriminación por curar con las plantas, pero muchas compañeras sí, por parte de los propios médicos en los pueblos. Por eso es necesario que se nos reconozca el trabajo que realizamos por mantener la salud de nuestra gente”, explica.

Lucila comparte sus conocimientos con otras mujeres afros de la Costa Chica de Oaxaca, mediante talleres, porque considera que es de suma importancia que los saberes se difundan.

Por muchos años, Lucila exigió el reconocimiento del pueblo afromexicano en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, lo que se logró en 2019. Ahora alza la voz para exigir el reconocimiento institucional de los Servicios de Salud del Estado de Oaxaca (SSO) como médica tradicional.

Gloria cura sin necesidad de un papel

Esta exigencia también la sostiene la médica tradicional Gloria Serafi Casilba, originaria de José María Morelos, Santa María Huazolotitlán, en la región Costa.

La anciana recuerda que la propuesta surgió porque en algún momento sufrió discriminación por parte de uno de los médicos que llegaban al centro de salud de su pueblo, quien la despreció ante otras mujeres, catalogándola como la “curandera de espanto en los niños”.

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“El doctor veía que las mujeres del pueblo subían hacia mi casa; eso lo molestó. En una plática, él regañó a las mujeres que no iban a su clínica, pero llevaban a sus hijos a curarse de ninañi o de espanto. Allí me le enfrenté y le dije que yo era doctora, que lo mío es de hierbas.

“Es cierto, no tengo reconocimiento, no me ampara ningún papel, pero curo desde hace 30 años a mi pueblo”, dice contundente esta mujer afromexicana de 65 años de edad.

Discriminación y reconocimiento

Gloria y Lucila siempre son invitadas a los encuentros de médicas tradicionales que se realizan en la Costa Chica, organizados por la agrupación Na’a Tunda, dirigida por Yolanda Camacho, quien se cataloga como promotora de la medicina tradicional afromexicana.

Camacho ha ayudado a que muchas de estas mujeres dejaran de esconderse a causa de la discriminación, pues suelen ser señaladas como brujas.

El trabajo que su organización lleva a cabo desde 2015, con los encuentros de médicas tradicionales, contribuyó al reconocimiento de estas mujeres como médicas o doctoras, además de levantar la voz para exigir un alto a la discriminación institucional y que no se violente su derecho a los saberes ancestrales.

“Antes de los encuentros, muchas mujeres se escondían por la discriminación, por los ataques que recibían de los médicos. Ellos difundían que eran brujas, que las hierbas no curaban.

“Hay comunidades afros que no tienen médicos o enfermeras, entonces la gente acude a las médicas tradicionales. El sistema no les impide curar de manera directa, pero sí lo hace indirectamente con el estigma”, argumenta.

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