San Juan de Sabinas.— Daniel Tavares Aguilar no recuerda a su padre, Fermín Tavares Garza, uno  de los  65 mineros que perdieron la vida hace 15 años tras una explosión en la mina de Pasta de Conchos un 19  de  febrero  de  2006, en la región carbonífera de Coahuila. No lo recuerda porque tenía apenas un año  de  nacido.

Pero es igual  de  penoso que su padre, cuenta María de Lourdes Aguilar, la madre y viuda, una mujer que es todo lo contrario: platicadora y expresiva. Su hijo apenas suelta palabra. “Así era su papá, le sacabas las cosas a fuerzas. Muy reservado”, menciona Lulú, quien tuvo que dar el primer paso para salir con su difunto esposo Fermín.

Daniel platica que su abuela paterna le habla mucho  de su papá: que era un buen hombre y que siempre hacía todo lo posible por darles  de  comer.

Fermín tenía 13 años  de  casado con Lourdes, los mismos que como minero. Era mecánico y bombero bajo tierra. “Era muy servicial. Muy buena gente. Nunca nos dejó  de  dar  de  comer. Lo que tenemos es por él”, suele repetir Lulú a su único hijo.

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En una zona donde la principal fuente  de  trabajo es la minería, Lulú le inculcó a su hijo no querer ser minero.

“Mira lo que le pasó a tu papá”, repetía. Pero Daniel quiere ser doctor o soldado, y  de  la minería sólo le interesa conocer cómo se extraen los minerales.

Tania Muñoz Martínez, hija del minero Jorge Bladimir Muñoz Delgado, tenía 13 años cuando ocurrió la tragedia. Nunca la va a olvidar. Ella fue la primera de  la familia en enterarse .

A 15 años de Pasta de Conchos: los niños crecieron y las familias insisten en el rescate
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Tania ahora tiene 28 años, es enfermera y madre  de  una niña de  ocho años. A su hija la llamó Bárbara, por Santa Bárbara, patrona  de  los mineros. “Le platico  de  su abuelo, le explico por qué le puse ese nombre. Le cuento que su abuelito había sido minero... cómo murió. Papá Bladi, lo tiene presente”, platica Tania.

Por su parte, Juan Raúl Cuevas Martínez también tenía 13 años cuando se enteró que su papá, Reyes Cuevas Silva, quedó enterrado en Pasta de Conchos.

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Cuando su padre vivía, quería ser como él: también un minero. Después del accidente cambió de opinión. Ahora trabaja en una empresa maquiladora.

Daniel, Tania y Juan Raúl apoyan a sus madres en la exigencia de que se rescaten los cuerpos  de  sus padres.

“Es un compromiso moral que se tiene con las familias, porque en su momento se pudieron hacer muchas cosas, pero no se hizo nada”, reclama Tania. “Es una injusticia. Se seguirá luchando hasta que nos den los restos para que tengan su sepultura como debe ser”, dice Juan Raúl.

Quince años después de  la tragedia, los hijos e hijas de aquellos mineros que quedaron enterrados crecieron. Algunos ya tienen hijos que sus abuelos no conocieron, como en el caso de Reyes Cuevas Silva, el papá  de  Juan Raúl, cuya mayor ilusión era conocer a sus nietos; sin embargo, no pudo cargar a ninguno  de  los 11 que han nacido.

Sus familias tuvieron que terminar las ilusiones que compartían, que en muchos casos se repiten: tener o construir su casa propia, pues con el sueldo  de  minero no alcanza.

“Siempre vivimos  de  renta. Ya teníamos una construcción más pequeña. Su ilusión era venirse a vivir a una casa hecha por él. Era algo imposible para él porque decía que no le alcanzaba con lo que ganaba”, cuenta la señora Elvira Martínez Espinoza, viuda  de  Jorge Bladimir y madre  de  Tania.

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Lo lograron tras sus muertes y las indemnizaciones que pelearon. Pero nada  de  eso —recalcan— se compara con la vida, y por ello insisten en el rescate  de  los restos  de  aquellos hombres por los que ahora tienen un techo. Pero las familias están inquietas  de  que no se logre.

No hay confianza

En octubre  de 2020 el presidente Andrés Manuel López Obrador estuvo en la mina en donde fallecieron 65 trabajadores, de los cuales, 63 siguen sepultados.

Después  de  reunirse con las familias, viudas principalmente, se informó que encargó los trabajos  de  rescate a la Comisión Federal  de  Electricidad (CFE).

Manuel Bartlett, el director de CFE, aseguró que las primeras excavaciones iniciarían en septiembre  de  este año para concluir la búsqueda en 2024.

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Lourdes Aguilar apuesta a que no van a realizar el rescate. Comenta que la CFE sólo quiere el dinero  de  la mina. “Ese carbón está chulo (...) Como quiera vamos a seguir”, resalta.

Elvira Martínez cree que si no se cumple la fecha  de  los trabajos, “ya no se cumple nada”. Además, no le gusta el orden  de  los compromisos: primero, las indemnizaciones; después, las obras  de  infraestructura a las comunidades y al último el rescate.

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Las indemnizaciones se dieron en diciembre. Se habla de que las obras en las localidades serán este año, pero del rescate, cuenta Elvira, no se dice nada ni saben con quién dirigirse. “Te entra una incertidumbre, la duda  de  si se va a hacer o no, te da para abajo, te desconcierta”, comenta.

La señora Martínez critica que no hay plan  de  trabajo y no se conoce ninguna ingeniería  de  la obra que se necesita: “Son datos que no se han dado ni qué empresa lo va a realizar”.

La organización Familia Pasta de Conchos  solicitó una audiencia con Manuel Bartlett, pero no ha habido respuesta.

La viuda de Jorge Bladimir Muñoz Delgado espera que las autoridades no estén jugando, que no hagan creer que están trabajando cuando no lo hacen, o que hayan utilizado el tema  de  las indemnizaciones para, así, alargar el rescate.

Lo mismo piensa Tomasita Martínez, viuda  de  Reyes Cuevas Silva: “Es como decir: ‘ya te di algo, ya cálmate’”. Tampoco cree que inicien los trabajos en septiembre, pues los ve lentos.

Cansancio

En la región carbonífera  de  Coahuila, la tragedia  de  Pasta de  Conchos  es un tema al que sólo le falta ser incluido en los libros de texto de primaria. Todos conocen el caso. Todos saben  de  alguien que ha sido afectado.

La solidaridad, cree Elvira Martínez, se terminó el día que Grupo México, que gestionaba la mina en San Juan de Sabinas, dio 750 mil pesos a cada familia, pues en otras tragedias las viudas se quedaban sin pensión, sin indemnización, pobres y solas.

“Ahí fue el acabose”, considera Elvira, pues todo se volvió cuestión  de  dinero y las viudas, principalmente, fueron etiquetadas.

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“No miran que la lucha es lógica y natural. Yo no empecé la lucha para agradar a nadie. Lo hice por respeto y amor al padre  de  mis hijos”, comenta.

Inclusive entre las mismas familias  de deudos hay rencillas y grupos. “Ya quiero que se acabe esto. Unas te miran con odio, te tuercen la cara, no te hablan. Lo que tengo yo lo tienen ellas”, dice Lourdes Aguilar sobre los pleitos entre familias y la comunidad.

Asimismo, por tanto desgaste, la señora Martínez platica que ya las familias están cansadas  de  tanta espera. “Ya lo mira como si no se fuera a realizar. Muy lejano, una esperanza que se va apagando”, confiesa.

Lourdes Aguilar insiste en que con el dinero no se compra la vida: “Él entró, pero no salió.

“Voy a pelear por lo que tengo allí (...) Ya no quiero volver a lo mismo que antes”.

Si no se logra para este año, Tomasita Martínez también cree que sería una cosa perdida.

“Dios quiera que se logre, si no, olvídese. Si entra el PRI, ya nos fregamos”, subraya.

Para Elvira Martínez,  Pasta  de  Conchos  ya no existiría si el rescate se hubiera dado: “Muchas familias ya quieren dejar en paz el tema”. Pero si por cualquier cosa el gobierno no cumpliera su palabra, para Martínez, la última oportunidad recaerá en la Comisión Interamericana  de  Derechos Humanos (CIDH), a la que entregaron una petición para tener justicia y reparación del daño.