Continuando su buena racha, Universo de la empresa DC —que se recuperó con éxito el año pasado de su enfrentamiento con Marvel gracias a Guasón—, presenta ahora "Aves de presa" y la fantabulosa emancipación de una Harley Quinn, película que dejó en manos de la espléndida directora Cathy Yan, exreportera de economía en Wall Street.

Su interesante debut en cine, Dead pigs (2018), la llevó a "Aves de presa". La razón: Yan tiene una capacidad visual fuera de serie; sabe manejar abundantes texturas en vestuarios y escenografías; posee ojo y oído para llenar atmósferas de coloridas luces y llamativa banda sonora.

"Aves de presa" presenta una trama fuera de lo común donde lo absurdo y el humor tienen cabida junto a la ternura o la locura, la solidaridad o la violencia, e incluye homenajes a viejas cintas como "Kansas city bomber" y "Los caballeros las prefieren rubias" mejor hechos que los plagios de Tarantino.

Retoma las aventuras de Harley Quinn (Margot Robbie, deliciosamente desatada), después de su truene con el absurdo Guasón que interpretó Jared Leto en la poco afortunada Escuadrón suicida (2016).

En plan de recuperar la cordura perdida, Harley hace equipo con otras antiheroínas marginales: Cazadora (Mary Elizabeth Winstead, robándose parte de la película), Renée Montoya (Rosie Pérez, en su mejor papel en años), y Canario Negro (Jurnee Smollett-Bell, buena comparsa en la acción y la comedia), buscando salvar a la pequeñina Cassandra (Ella Jay Basco) del maloso Roman/Máscara Negra (Ewan McGregor, desquiciado).

El ligero, por relajiento, argumento de Christina Hodgson —basado en el personaje de Paul Dini and Bruce Timm—, no se toma nada en serio. Recurriendo a la duplicidad de personalidades, una rara mascota, una historia medio enredada para presentar a cada chica, es una producción que sólo pretende ser entretenimiento de calidad.

Claro, entretenimiento para adultos, porque Yan confirma que puede manejar la delirante acción que exige la película, con eficacia idéntica a la de montar una serie de fuegos artificiales que iluminen el cielo —en este caso la pantalla— durante casi dos horas.

Yan aprovecha todo lo que tiene a mano; mejora el guión con malabarismos visuales (del fotógrafo Matthew Libatique), basados en la caricatura televisiva original Batman: la serie animada, donde por vez primera apareció la arlequina Harley en septiembre de 1992. Con ello hace un colorido cómic fílmico saturado de neón. Al que acompaña con ritmo febril (cuidado montaje de Jay Cassidy & Evan Schiff) que complementa la atmósfera donde personajes y escenografía cobran vida.

Debido a que mantiene un medio tono, entre suspenso y comedia, este fantástico y fabuloso pastel para el ojo nada empalagoso se disfruta, tanto que se puede considerar entre los mejores filmes del DCU.

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