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A sus recién cumplidos 80 años, Carmen Salinas goza de salud envidiable y sobre todo de una memoría prodigiosa. Con tantas andanzas y experiencias en su vida, aún mantiene vívido el recuerdo de sus primeros años, del día que descubrió su amor por los escenarios y sobre todo atesora lo que para ella es lo más importante: su familia.
Un día en la vida de Carmen se divide entre el teatro, foros y sus negocios, pero cuando llega de noche a casa, la actriz descansa en lo que orgullosamente llama su hogar.
No sólo por que es el lugar que compró con su trabajo sino porque duerme en la misma cama en la que nació en en Torreón el 5 de octubre de 1939. Eso es lo que la mantiene cerca de su origen, sus recuerdos y su madre.
“Me llevaba bien con mis padres, recuerdo que el único medio de comunicación de niña era el radio y les pedía permiso para escucharlo y nos decían que primero teníamos que hacer nuestras obligaciones. Recuerdo la estufa de petróleo, las comidas deliciosas. Yo duermo en la recámara que era de mi madre, por que esa era la recámara en la que nacimos nosotros, antes no se ocupaba eso de ir a hospitales, la comadrona ayudaba a nacer a los niños”, relató Salinas a EL UNIVERSAL.
Carmen, además de atesorar sus días en aquella casa familiar, recuerda también la calle en la que vivió, las escuelas a las que asistía y el día en el que supo que quería estar sobre los escenarios.
“Cuando estaba en la primaria fue cuando iba a los concursos de aficionados y desde los ocho años ganaba los concursos que se llamaban Noches de arte y fortuna y me daban 100 pesos. Mi madre pagaba 25 de renta. A los nueve años mis padres se separan, vivimos en una vecindad y lo que yo ganaba siempre se lo daba a mi madre. Recuerdo que en esa época le dije ‘cuando sea grande la voy a comprar y se la voy a regalar a todos los que viven aquí’, tristemente no alcancé a cumplir ese deseo”, recordó.
Aunque no lo consiguió, dice que su trabajo le permitió ayudar a sus siete hermanos, a algunos les compró sus casas, a otros los ayudó a remodelarlas y actualmente algunos sobrinos y nietos trabajan con ella, pues dice que si a ella le va bien, a su familia también.
“Me gusta la unión familiar y claro que tengo muchos defectos y a veces los regaño y todo pero tengo un gran respeto por toda mi familia. Nunca he tenido vicios y eso me da tranquilidad y salud, llevo una vida con mucho trabajo. Mucha gente cuando pierde a un ser querido se refugia en los vicios, yo me refugié en el trabajo. Cuando se pierde a un hijo o a los padres es la tristeza más grande. A todos nos duele la partida de un ser querido y a mí se me han ido mis padres y varios hermanos, mi hijo y hasta un bisnieto”, dijo.
Si bien hoy su vida se enfoca en el teatro, la tv y el cine, Carmen dijo que sus famosas imitaciones —aquellas con las que cobró popularidad en los 70 y 80— las sepultó el día que también le dio el último adiós a su hijo Pedro Plascencia, quien murió a los 37 años.
“No volví a hacer imitaciones desde que murió mi hijo, no quise hacer porque él era el arreglista. Al inicio me proponían que las hiciera, pero era muy traumático que otro dirigiera la música de mi hijo; las imitaciones se fueron con él”.
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