sabe que no hay amor más grande que el que se tiene por un hijo, pero tampoco, reconoce, es un cuento de hadas, no es un lugar donde todo transcurre a la perfección.

Cuenta que, por ejemplo, batalló para lograr el embarazo y, cuando se dio, si bien fue muy tranquilo y sin achaques, no pudo tener a Emiliano de manera natural, como lo había planeado, sino por cesárea; después padeció depresión post parto y perdió la leche, lo cual fue un duro golpe para ella.

“El post parto fue difícil, lloraba mucho porque no sabía cómo ser mamá, no sabía qué le pasaba al bebé, tenía la presión social de tener que amamantar cuando ya no tenía leche. Mi pareja me ayudó, me dijo: ‘Erika, ya no te exijas más, tu cuerpo es muy sabio’. Sólo lo amamanté durante una semana pero yo quería hacerlo hasta el año”, dice a EL UNIVERSAL.

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Con ayuda de terapia y de sus seres queridos, así como su esposo, Francisco Oliveros, ha superado esa etapa y hoy Emiliano es un niño que sabe posar para las cámaras, esboza una sonrisa, abraza a su madre y le da besitos para que queden registrados en las imágenes. Con esta soltura natural, la pregunta es: ¿ves a tu hijo en el medio artístico en el que tú has estado casi toda tu vida?

“No soy de las mamás que quieren que sus hijos sean artistas, confieso que me llenaría de emoción que un día me dijera que quiere ser arquitecto, abogado, que a lo mejor son las profesiones que yo hubiera ejercido si no hubiera sido artista, porque es una carrera muy difícil, muy sacrificada”.