El mundo experimenta un auge tecnológico que no todos experimentan, del que están al tanto o del que tienen la posibilidad de ser parte. Ahí está Hatidze Muratova, una mujer de mediana edad que vive en un lugar apartado de Macedonia del Norte, en Europa, ella se dedica a cuidar a su madre Nazife, de 85 años, alejada de la civilización, desprovista de luz y gente a su alrededor.

¿Qué tiene de interesante la vida de esta mujer para hacerle su propio documental? Hatidze es una de las pocas o últimas mujeres de una generación de apicultores salvajes, cuyo modo de vida y sustento se basa en la miel de las abejas a quienes debe cuidar de no quitarles demasiado, pues morirían y con ellas su propia existencia perecería.

“Inicialmente quería una película sobre el papel ecológico crucial de las abejas, su comunión con los insectos, en mi exploración conocí a Hatidze y supe que era un personaje convincente y que necesitábamos contar su historia y su labor”, dijo en entrevista Ljubomir Stefanov, previo a al estreno en salas mexicanas de Honeyland este fin de semana.

“(Nos impulsó) la manera tan suave en que le habla a las abejas mientras raspa delicadamente el panal en frascos que vende en un mercado cercano, diciéndoles: ‘Mitad para mí, mitad para ti’. Ambos seres se necesitan, incluso sin estar conscientes, me pareció maravilloso”.

El proyecto comenzó originalmente como un documental ambiental sobre el río que atraviesa el centro de Macedonia, pero los planes cambiaron cuando el equipo descubrió que las colmenas de Hatidze tendían en áreas remotas.

“Nos sorprendió mucho ver esto porque obviamente fue hecho a mano”, dijo Stefanov, “y comenzamos a preguntar a los lugareños a quién pertenecían, quién los hizo y por qué. Y así es como llegamos a eso. Así encontramos a nuestra protagonista, podemos decir que las abejas nos trajeron a ella”, añadió.

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