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El cura Enrique Meza Pérez se levantó de su silla y cuando regresó cortó cartucho de una pistola calibre 45 y la colocó sobre la mesa que lo distanciaba del cineasta Felipe Cazals y el escritor Tomás Pérez Turrent.

Cazals y Pérez Turrent habían manejado hasta Canoa, comunidad poblana, para grabar en secreto a quien era señalado como principal provocador del linchamiento de trabajadores universitarios en ese lugar, el 14 de septiembre de 1968.

Ambos tenían en mente hacer una película al respecto. Era la primera mitad de la década de los 70 y ocultaron la grabadora y micrófono bajo una chamarra precisamente puesta sobre la mesa.

“Él sentía, sabía que algo estaba pasando”, contó Cazals durante una proyección especial de Canoa restaurada, en el Festival Internacional de Cine en Guadalajara.

“Continuamos viendo la 45 y viéndolo a él, terminamos la entrevista, nos fuimos al vochito que teníamos, temblando como ratas, y nos fuimos con la grabación, lo evidente es que si él nos hubiera descubierto, nuestra suerte estaba hecha”, recordó el realizador de 81 años.

Ganadora en 1976 del Premio Especila del Jurado en la Berlinale, el filme se estrenó en salas nacionales en marzo de ese mismo año.

Enrique Lucero dio vida al cura Meza; Salvador Sánchez al narrador de la historia, mientras que Roberto Sosa papá, Jaime Garza y Arturo Alegro, como parte de los jóvenes linchados al ser confundidos con comunistas. Ernesto Gómez Cruz interpretó al hombre que los apoya y muere por heridas en el cuello durante la noche trágica de hace 50 años.

Las locaciones fueron en Santa Rita, al otro lado de la Malinche y que era pueblo gemelo de San Miguel.

Cazals recuerda que el departamento de extras fue infiltrado por habitantes de San Miguel Canoa, quriendo ver de qué se trataba.

“Era imposible distinguir quienes eran de ahí y quienes no, hubo ciertos problemas de violencia que no llegaron a más”, recordó.

Al cura de Santa Rita se le dio una sinopsis del filme, asegurando se trataría de 13 estudiantes quienes querían abusar de una joven.

“No le veo problema”, le dijo el religioso, “me entrega mil pesos ante todo el mundo y en la sacristía, los otros 13”.

Cuando llegó a salas, el filme causó polémica entre miembros de la Iglesia católica. Mientras el obispo Sergio Méndez Arceo pedía a sus feligreses viera la película, un alto jerarca de la Iglesia en México, comentó Cazals, mandó poner el nombre del filme para que la gente no fuera.

Y a él le comenzaron a llegar anónimos, escritos en tinta verde. que se prolongaron por ocho meses. En ellos le anunciaban cómo iban a morir él y sus hijos.

“Si alguien ha padecido esa mala suerte, es como si de verdad lo hicieran”, relató.

Un hecho es que el director sabe que no puede pisar San Miguel Canoa desde entonces.

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