daba clases de buceo en un hotel acapulqueño, y era imposible no verlo. El entonces instructor capturaba la mirada de las turistas mexicanas y extranjeras que acudían casi voluntariamente a su materia.

Era la segunda mitad de los 60 y pasaba las tardes con un grupo de amigos, entre quienes se encontraba Hugo Stiglitz: “Era el desmadre, bailábamos con las muchachas, vivíamos la vida”, recuerda Stiglitz, su amigo por casi seis décadas.

Ayer, a los 81 años de edad, Andrés, su compañero de aventuras que serían imposibles de borrar, y de trabajo, murió. Hace poco se le había detectado cirrosis hepática y neumonía, lo cual lo mantuvo postrado en cama.

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“Permanecí a su lado cuidándolo y queriéndolo hasta su último suspiro. Se fue en paz y de una manera que le agradezco a Dios”, indicó en redes sociales Margarita Portillo, esposa del fallecido actor.

El cine encontró a Andrés. Fue descubierto en aquella época y la primera cámara que captó su efigie en pantalla grande fue la dirigida por Rogelio A. González en la película Chanoc, en 1967, adaptación de la historieta sobre un hombre atlético que aclara misterios.

Después de ahí, no hubo misterio: más de 130 producciones, tanto para la pantalla grande como para la televisión conformaron su carrera artística.

Fue el galán de Laura León en Mujeres engañadas; desafió a Televisa al pasar a Azteca por Con toda el alma e, incluso, dirigió la cinta de acción Perros de presa. También formó parte del llamado cine de ficheras y albures con El macho biónico y El día del compadre.

Pero Pedro Navaja, de 1984, fue su película ícono. Salió en 200 pantallas, cuando el promedio para una película mexicana era de 20. Y se vendió, comenta su director Alfonso Rosas Priego, al mundo.

“Andrés era un actor intuitivo, trabajaba mucho y era muy receptivo. Fue su película, su resurgimiento, después de ahí se fue para arriba con su carrera”, considera.

Lucía Méndez, con quien trabajó en Tú o nadie, detalla que a su amigo le gustaba llevar antojitos para la reuniones.

Nunca, sostiene la actriz, hubo algo romántico entre ambos: “Era muy caballeroso, muy educado, muy atento, muy buen anfitrión, muy divertido, una sonrisa maravillosa, una sonrisa muy bonita”, apunta.

En los últimos años, Andrés pasó por varios problemas de salud, entre ellos cáncer de próstata y leucemia, así como lesiones por caídas.

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Malillany Marín, quien trabajó con él en la puesta en escena Tres parejas disparejas, lo recuerda como alguien profesional, a pesar de las dolencias.

“Tenía poco tiempo que lo habían operado de la columna, así que se colgaba de un aparato detrás del escenario, pero salía a dar lo mejor de él al público”, recuerda.

El cuerpo de Andrés García será velado hoy en su hogar en Acapulco.

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