En el breve lapso que nos separa de octubre, el casi nonagenario Partido Revolucionario Institucional (PRI) enfrentará asechanzas externas y domésticas. De cómo las sortee dependerá que logre ser competitivo no sólo en la batalla por la sucesión presidencial, sino en la cita múltiple con las urnas que en 2018 supondrá renovar el Congreso federal y realizar comicios locales en 30 entidades del país. Estarán en disputa más de 10 mil puestos, desde gobernadores hasta regidores.

El PRI, la administración Peña Nieto y el conjunto del oficialismo tienen ya frente a sí una ruta azarosa, con al menos tres despeñaderos a la vista. Cada uno encierra el riesgo de agudizar su crisis actual —que le ha impuesto una sangría de sufragios en todo el país—, pero también la posibilidad de una renovación.

Estos son tres de los espacios en los que el PRI vivirá en peligro:

1.— La Asamblea Nacional. La tarde del miércoles el dirigente del Institucional, Enrique Ochoa se reunió con Ivonne Ortega, ex gobernadora de Yucatán y en los hechos vocera de un bloque interno que busca construir un contrapeso al primer círculo presidencial en el manejo de las próximas elecciones.

Durante tres horas, ambos discutieron sobre la agenda que abordará la asamblea nacional partidista, formalmente el órgano de más alta decisión, aunque en los hechos haya sido históricamente correa de transmisión de la voluntad cupular, en particular la de Los Pinos, cuando han sido ocupados por un priísta.

Ochoa y Ortega podrían haber ahorrado mucho tiempo si hubieran dejado de lado temas accesorios —desde asuntos de equidad hasta la segunda vuelta electoral— para centrarse en la disputa real: cómo y quién definirá al candidato presidencial, entre otras postulaciones claves.

La principal propuesta que portó Ortega en nombre de un grupo cuya membresía desconocemos con claridad hasta ahora, es que la candidatura presidencial sea producto de una consulta abierta a la militancia o a la ciudadanía en general, tan pronto como en octubre o noviembre próximos, conscientes de la ventaja que ha cobrado ya Andrés Manuel López Obrador.

Esta sola idea tiene la capacidad de sacudir al anquilosado PRI, que ofrecería otro rostro al país. Una huida hacia adelante, para intentar la transformación hacia un organismo moderno, democrático, menos vertical. Pero la iniciativa también puede toparse con la médula de una organización cuyas raíces se nutren del autoritarismo más rancio del siglo pasado.

El próximo fin de semana el pleno de la asamblea del PRI revelará si el complejo andamiaje de ese partido en todo el país encontró aún el incentivo para arribar a consensos, o si lo que viene es una guerra interna, en territorio comanche.

2.— El juego de vencidas entre el “PRI duro” y Peña Nieto. Antes, durante y después de la asamblea priísta se expresarán los verdaderos bloques de poder en el partido. La fuerza del presidente Peña Nieto y su entorno, avalada por el controvertido triunfo en los comicios del Estado de México. Y el peso de un polo de contornos complejos —líderes como Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa, gobernadores y ex gobernadores, empresarios de cuño tricolor.

El balance de fuerzas parece orientado a reconocer la potestad presidencial para designar al candidato a sucederlo, y canalizar todo el apoyo posible en respaldarlo. Pero no regir en espacios como las candidaturas para conformar el próximo Congreso federal, cuyos integrantes podrán ser, por vez primera, reelectos un periodo más. Ese grupo no quiere una casta modelada por Peña Nieto con, por ejemplo, senadores electos para el periodo 2018-2024 y reelectos para 2024-2030.

3.— ¿Cambios en el gabinete? Cada semana parecen modificarse los indicios sobre si el presidente Peña Nieto hará un último ajuste a su equipo de trabajo, no necesariamente con el propósito de apretar el desempeño del gabinete en el tramo final de la administración, sino de reconocer nuevos equilibrios, pagar favores y enviar señales hacia la sucesión presidencial.

Fuentes cercanas a Los Pinos consultadas al respecto ven indispensable ofrecer espacios por ejemplo, para el gobernador mexiquense Eruviel Ávila, que dejará el poder en septiembre y quien a su estilo se ha presentado como precandidato a la Presidencia. ¿Qué ocurrirá con Aurelio Nuño, titular de la Secretaría de Educación, un ámbito que la reforma educativa convirtió en trampa política? Nuño parece ser el personaje que goza del mayor afecto presidencial.

¿Habrá un mensaje sobre los que son considerados los otros finalistas en la carrera: José Antonio Meade, José Narro, Miguel Ángel Osorio (quizá en ese orden)? Hay coincidencia en que Enrique Ochoa, dirigente del PRI, permanecerá al frente del mismo al menos hasta que sea dirimido el conflicto electoral en Coahuila, lo que nos puede colocar en noviembre, tiempo en el que podría definirse la candidatura presidencial. ¿Iría Ochoa entonces al gabinete?

Toda esta historia quedará sellada en las próximas semanas. No vivirá mucho quien no lo vea.

rockroberto@gmail.com

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