Había una vez una adorable niña muy querida por su abuelita, quien la consentía en todo lo imaginable. En alguna ocasión le regaló una caperucita roja que le cubría muy bien su tierna cabecita. Un día su madre le pidió a la pequeñita que le llevara a la abuela, del otro lado del bosque, un Quiche Lorraine y una botella de vino, un Bordeaux, Premier Grand Cru Classe, porque estaba enfermita y muy sola. Anda temprano, no te apartes de la ruta, cuida la botella que le robamos a tu padre, no juegues con el lobo y regresa temprano.

“No te preocupes, ya sabes que el lobo es muy juguetón”, dijo la niñita. “Ya lo sé, pero te pega las pulgas y es una lata quitártelas”, repuso la madre siempre cuidadosa. Al poco rato Caperucita ya jugaba con el lobo, lo montaba, le jalaba las orejas y retozaban entre los árboles. “Si vas con tu abuelita a llevarle comida, ¿por qué no apostamos a ver quién llega antes?”, propuso el lobo travieso. Ambos se echaron a correr por diversos caminos rodeados de hermosas flores perfumadas, robles, avellanos y nogales, en donde trinaban múltiples pajaritos de diversos colores.

Caperucita Roja se dirigió a casa de su abuelita entonando su canción favorita, en tanto saludaba a las ardillas y a otros animalitos del bosque, sus amigos, que la acompañaban felices a su paso. Se detuvo a cortar rosas, claveles, hortensias y un par de orquídeas silvestres. El lobo, por su parte, aprovechó el tiempo y llegó más rápido a su destino. Le pidió a la abuela que se escondiera en el armario para hacerle una broma a Caperucita, a lo que de inmediato accedió la anciana. Al llegar, la chiquita entró a la pequeña choza y al dejar la canasta encima de la mesa encontró a su abuelita acostada en la cama, con su gorro cubriéndole la cabeza. “¡Abuelita!” dijo, “qué orejas tan grandes tienes”. “Para oírte mejor”. “Pero abuelita, qué ojos tan grandes que tienes”. “Son para verte mejor”. “Y qué boca tan grande que tienes”. “Para comerte mejor” —contestó la voz sospechosa y juguetona.

En ese momento, cuando el lobo empezó a levantarse, entró de golpe el cazador y disparó un tiro para matar al lobo. Al descubrir a su compañero de juegos sin vida, Caperucita se lanzó furiosa y envuelta en llanto sobre el asesino, arañándole la cara, pateándolo y largándolo de la casa a gritos enloquecidos. “Los lobos no le hacen daño a nadie, son los mejores padres, los mejores amigos de los niños y tú lo has matado, salvaje canalla”.

La chavalita lloraba a un lado de la cama su desgracia cuando el lobo dijo: “No llores Caperucita, escondí a tu abuela en el armario, ahí la encontrarás, y a mí no me hizo nada el maldito cazador porque me puse la bacinica en la panza y rebotó la bala”. Ambos soltaron la carcajada entre lágrimas de alegría. Abuela, lobo y Caperucita disfrutaron el quiche y el Bordeaux y colorín, colorado este cuento se ha acabado…

Esta versión de la Caperucita Roja es más creíble que el cuento del arresto de Duarte en Guatemala, en pleno proceso electoral en el Estado de México. Todo comenzó con Yarrington, siguió con Duarte dentro de una trama indigerible para recuperar el capital político del PRI, una misión imposible. ¿Quién será el siguiente en esta historia negra con la que se insulta la inteligencia de la nación? ¿Medina? ¿César Duarte? ¿Borge? ¿Quién más de la pandilla que avergüenza a México ante el mundo será arrestado antes del 4 de junio…? Espero que ahora sí escojan a un buen guionista…

fmartinmoreno@yahoo.com @fmartinmoreno

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