El México de los ochenta estaba cerrado económica y comercialmente al mundo. Comprar productos extranjeros era privilegio de muy pocos, venderle a otros países prácticamente impensable. Los gobiernos habían decidido por décadas que la única apuesta válida era el proteccionismo, apostar por el mercado interno y fomentar un sistema de gobierno que planeaba, administraba y controlaba.

No hay libertad, a menos que haya libertad económica
Margaret Thatcher

Un grupo de economistas entendió que la batalla ideológica siempre resulta más difícil ganarla, de ahí que todo el esfuerzo debía estar enfocado en abrir las fronteras, liberar la economía y demostrar con evidencia pura que esa apertura comercial se traduciría en enormes beneficios para las familias mexicanas.

Desde su entrada en vigor en 1994, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) le inyectó un nuevo dinamismo a la economía mexicana, obligando a las empresas a ser más competitivas y ofreciendo toda clase de productos, servicios y oportunidades para los mexicanos.

Durante 23 años, el TLCAN ha puesto ante los ojos de los mexicanos la evidencia de que la libertad económica funciona en todo el mundo. Sin embargo, la llegada de Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos, abrió el debate sobre la renegociación del tratado.

Desde su campaña, Trump argumentó que el TLCAN “es tal vez el peor acuerdo comercial firmado en cualquier parte y seguramente el peor firmado”. Según la periodista Mary Anastasia O’Grady, de The Wall Street Journal , México cedió más protecciones arancelarias que EE.UU. cuando el acuerdo fue firmado en 1993. Si el Nafta se renegocia, es poco probable que México acepte nuevos límites a su acceso al mercado estadounidense.

El libre comercio beneficia principalmente a los consumidores de los tres países que lo integran (Canadá, EUA y México), en caso de que decidan poner medidas proteccionistas aislándose de del resto del mundo, perjudica a los consumidores internos que dejan de tener mayores opciones o de menor calidad.

La competencia incentiva la mejora de calidad para que el usuario/consumidor final tenga los productos y servicios que realmente responden a sus necesidades. Además, las economías de Norte América están tan interrelacionadas gracias al TLCAN que difícilmente se pueden desvincular. En una economía globalizada, todos necesitamos de los demás para obtener lo mejor.

El mercado (productor) busca espacios donde tenga menores tasas impositivas, menos problemas laborales, mayor flexibilidad, eso es lo que los gobiernos deben pensar. La verdadera re-negociación debería estar enfocada en cómo impulsar a Norte América, que tiene un enorme potencial en cuanto a recursos, ubicación y número de población. Estados Unidos representa el 5% de la población mundial, debe comerciar con el otro 95%, así lo dijo Hillary Clinton durante la campaña a la presidencia.

Supongamos que México no ceda en una nueva ronda de negociaciones y que Trump tenga éxito en su campaña por revocar el Nafta. Eso significaría un regreso a los aranceles acordados bajo las reglas de la OMC y que cada país cobra a los países con los que no tiene un acuerdo de libre comercio. En 2013, el arancel promedio ponderado de México sobre productos agrícolas era de 38,4%, un alza marcada frente al arancel cero que los exportadores estadounidenses pagan ahora. Los fabricantes de EE.UU. que despachan a México serán golpeados con un arancel promedio ponderado sobre bienes industriales de 7,7%.

Tal como anticiparon muchos economistas, el TLCAN se convirtió en un ejemplo de que la libertad económica empuja a la libertad política. En el caso de México, el tratado impulsó al gobierno mexicano a un régimen de disciplina política mayor al que había antes y con mayor transparencia, contribuyendo a que las reglas comerciales y la política económica se mantuvieran relativamente estables. Esto abonó a que en el año 2000 México lograra la alternancia política.

De ahí que si el Tratado ha contribuido significativamente a elevar la libertad de millones de mexicanos, el gobierno de México puede ser flexible en renegociar aquello que fortalezca y avance los intereses de nuestro país, pero no puede dar un paso atrás en nada que implique descuidar la libertad de los mexicanos. De ahí que el Tratado sea negociable pero la libertad no.

Coordinadora general del Observatorio Elegir @ObsElegir

Google News

Noticias según tus intereses