Hace días, en el editorial de EL UNIVERSAL, se hizo referencia al desperdicio del bono demográfico de nuestro país, ante la falta de oportunidades laborales y el poco aprovechamiento de profesionales calificados. “La última oportunidad de aprovechar la fuerza laboral joven y preparada es ahora, de lo contrario, las consecuencias económicas y sociales serán graves”. (Editorial, EL UNIVERSAL: 27-05-2017).

Sin embargo, las consecuencias son visibles, a tal grado de convertir el desperdicio del bono demográfico en una tragedia nacional, pues han sido los jóvenes uno de los sectores más vulnerables frente a la actual crisis económica. Según el Inegi, en 2016, 25.7% de la población en México tenía entre 15 y 29 años, y 27.4% de 0 a 14 años. México es un país de jóvenes, donde la exclusión es la norma y no la excepción, pues a pesar de contar con una población potencialmente productiva, el Inegi informaba también que en 2016, del grupo de 15 a 29 años, 7.2% se encontraban desempleados; de los 24 millones que si tenían empleo, 61.1% laboraba en la economía informal; y cerca del 22.1% no estudiaba ni trabajaba.

En julio se darán a conocer los resultados del examen de ingreso para la Universidad Nacional Autónoma de México y el Instituto Politécnico Nacional, tendremos que seguir cuál es la suerte de los más de 200 mil jóvenes que presentaron dicho examen, pues sabemos que para el caso de la UNAM, la institución más demandada, sólo 10% aproximadamente ingresa, de acuerdo a datos de años pasados.

Ese sector de la población que en teoría tendría que contribuir al desarrollo económico de nuestro país, sufre hoy exclusión económica y social. Tenemos a millones de jóvenes sin acceso a educación y a trabajos dignos, jóvenes que se han incorporado al mercado informal, que han tenido que emigrar, o han sido orillados a la delincuencia.

¿Cuáles son las razones de ésto? Entender hoy el fenómeno requiere de un enfoque multidimensional, desde lo económico , la explicación la podemos encontrar en un modelo de acumulación altamente ahorrador de fuerza de trabajo, producto de procesos productivos mecanizados, que requieren una amplia masa de obreros descalificados (mano de obra barata con habilidades limitadas) y una reducida porción de trabajadores con una formación sólida y competencias múltiples para adaptarse a las nuevas exigencias de las empresas líderes en la producción, el sector financiero y comercial.

El capitalismo, en su etapa globalizada y neoliberal, ya no cumple la función de calificar a sus jóvenes para que se conviertan en fuerza de trabajo activa; ésta ya no es la meta al final del camino para la gran mayoría de ellos. Además, desde la política y el ejercicio del poder, los jóvenes deben ser criminalizados porque son peligrosos y potencialmente subversivos a ese sistema que los excluye.

Es por ello, que el aprovechamiento del bono demográfico que demanda condiciones económicas y sociales óptimas, no es una tarea primordial de los gobiernos. Sin embargo, los jóvenes se rebelan ante la realidad que enfrentan, resisten a las políticas que los excluyen, luchan y buscan construir alternativas.

Profesora de la Facultad de Economía, integrante del CACEPS–UNAM

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