Una de los aspectos que más llamaron la atención de las marchas organizadas este mes en distintas ciudades del país a “favor de la familia” y en contra del matrimonio igualitario ha sido .

El gran aglutinador es el discurso en contra de eso que los sectores conservadores llaman “ideología de género” (sic), un término derogatorio que pretende presentar la teoría feminista (que no ideología), como un dogma, un sistema cerrado de valores con el que es imposible incluso dialogar y con el que –naturalmente- tampoco pretenden hacerlo.

Desde las conferencia de Población y Desarrollo de 1994 en El Cairo y la Conferencia Mundial sobre la Mujer, en Beijing, un año después, , como parte de un ataque en contra de la base conceptual de la teoría feminista.

Diferente al sexo, se entiende por género la diferencia socialmente construida entre lo masculino y lo femenino, donde los roles de uno y otro son establecidos culturalmente. Por género se entiende .

Bajo la visión conservadora –que aquí llamo ideología anti género– el hombre está determinado por la biología de lo supuestamente “natural” de la que no puede escapar. Se acusa a la “ideología de género” (sic) no solamente de “encubrir una agenda inaceptable” que incluye la “tolerancia a las orientaciones e identidades homosexuales”, sino también de pretender “borrar la distinción entre hombres y mujeres” y promover un “igualitarismo que homogeniza al varón y la mujer, ignorando cualquier tipo de diferencias entre los sexos, incluyendo las biológicas, y cuya consecuencia más nociva es el vaciamiento del significado de la maternidad, la paternidad y la familia”.

Para este sector el “feminismo radical” niega “el fundamento mismo de la naturaleza humana y el sexo biológico” y pretende “que ya no se hable de mujeres y de varones sino de seres indiferenciados que, sin tener en cuenta los aspectos biológicos, adopten en su vida el rol que deseen desempeñar”. De ahí que algunos manifestantes –confundidos e inadecuadamente adoctrinados- hayan llegado al extremo de justificar su presencia en las manifestaciones del sábado pasado con el argumento de que “si somos hombres debe haber baños para hombres y si somos mujeres debe haber baños para mujeres”.

A los ideólogos del anti género les causa estupor que se atente contra lo que consideran “la función de la mujer en la familia”; se oponen a que las niñas se les ofrezca desde pequeñas una educación que les abra posibilidades distintas a la de ser esposas o madres, en lugar de dedicarse a las “actividades femeninas tradicionales”, además de considerar que el feminismo quiere “impedir que la mujer se dedique a su hogar y al cuidado de sus hijos” en una lógica que llevaría a la “destrucción de la familia”.

¿Qué hay detrás de todos esto? La agenda anti género no solo implica una postura a favor de la familia. Naturalmente, va acompañada de un rechazo a la diversidad sexual, la identidad y la expresión de género, además de ser contraria a la planificación familiar, renuente a promover los derechos reproductivos y la libre elección de las mujeres sobre sus propios cuerpos, por mencionar solo algunos temas. No cabe duda que su programa atenta contra algunos de los avances sociales más importantes del último siglo.

Claramente, la ideología anti género desestima la discriminación de la que son objeto las mujeres en nuestra sociedad (y ya no se diga los no heterosexuales). Lo que las estadísticas hacen más que evidente en todos los ámbitos –desde el económico hasta el político- para este sector no es más que “el simple reflejo de las diferencias naturales entre hombre y mujer”.

Amparados de una pseudociencia y un uso tramposo del lenguaje de los derechos humanos, lo que pretende la ideología anti género es devolver a las mujeres al espacio privado del que –si fuera por ellos– nunca habrían salido y frenar el reconocimiento de la diversidad sexual y familiar que cada vez es una realidad más palpable en nuestra sociedad.

El discurso anti género exige una respuesta contundente. Exige dejar en claro que la igualdad de género, como el principio de no discriminación, no son hoy facultativos. Tampoco son elecciones ideológicas o preferencias políticas. Son derechos humanos que el Estado mexicano está obligado respetar, proteger y garantizar.

Coordinador de Asesores de Conapred

@hernangomezb

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