La economía mundial entró en una nueva época en la que se acaba el dólar barato y el exceso de liquidez global creada por los bancos centrales de los países avanzados, principalmente por la Reserva Federal (Fed) estadounidense.

Esta nueva etapa implica mucho menores precios de los productos primarios, entre ellos el petróleo. A lo anterior se suma la caída de la tasa de crecimiento de China, el país emergente que había mantenido alto crecimiento, aun después de la Gran Recesión de 2008, mediante fuertes estímulos de gasto e inversiones públicas.

Como las economías emergentes habían aplicado un modelo económico exportador, en donde su dinamismo depende de exportar a otras economías y no de su propia demanda interna, muchos análisis indican el agotamiento de dichos modelos.

En efecto, los emergentes, México incluido, apostaron a las exportaciones para crecer, recargándose en la demanda de otros países. Pero, con la crisis de 2008, las economías avanzadas dejaron de crecer y frenaron las exportaciones y el crecimiento económico de los emergentes.

China escapó temporalmente a esta restricción, manteniendo altas inversiones en la industria, la vivienda y la infraestructura. Pero eso generó mucha oferta de vivienda y construcciones y eventualmente un desplome de precios, causando pérdidas a las familias que las compraron. También sufrieron muchas pérdidas porque habían estado invirtiendo en acciones de la Bolsa.

El alcance de la caída y pérdida de riqueza se ilustra en el hecho de que las familias chinas tienen 20% de las acciones de la Bolsa y que 10% de las cuentas de inversión de un total de 70 millones fueron abiertas en el último año, igual proporción a la de 2014.

Ahí se explican los intentos del gobierno por frenar la caída de las acciones. Al no lograr frenarla, China enfrenta enormes pérdidas de valor de riqueza, gran exceso de capacidad en sus empresas y, por lo tanto, deflación.

Los otros países emergentes enfrentan un problema similar, especialmente los exportadores de productos primarios (Brasil, Chile, Perú y otros en África y Asia, además de Australia y Sudáfrica). México se ve afectado por su dependencia del petróleo, más en las cuentas fiscales que en la balanza externa.

Aunque la crítica que hoy se escucha sobre los modelos de exportación de los países emergentes siempre ha sido válida, la respuesta de cada país a su agotamiento no puede seguir el mismo recetario.

En el caso de Brasil, aparte del golpe a su balanza externa que causa la devaluación de 40% de su moneda, se requiere un doloroso ajuste fiscal, pues el gobierno está excedido en gasto. El problema de China, aunque más grande, tiene arreglo si el gobierno rompe reglas y subsidia a sus empresas estatales, reconvirtiéndolas para adaptarlas a la nueva época, y aceptando menor tasa de crecimiento, pero evitando la deflación. Tiene los recursos financieros y el control del Estado para hacerlo y no debería preocuparse de lo que digan las calificadoras de riesgo.

México está menos afectado, ya que su dependencia de exportaciones es del mercado estadounidense y éste seguirá creciendo, aunque mucho menos que lo que se esperaba. Sí estará afectado por competencia de precios bajos de otros países emergentes en el mercado de exportación.

La crítica al modelo exportador se mantiene, pero con diferencias. En México, éste no tuvo programas de estímulos o de inversiones para compensar el debilitamiento de exportaciones. Por eso ahora tiene menos que corregir, aunque de todas maneras crecerá poco.

Analista económico.

rograo@gmail.com

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