En una época caracterizada por el sedentarismo, la educación física y el ejercicio constante son indispensables. La actividad es necesaria tanto para el bienestar físico como para el espiritual. El cuerpo humano es un organismo complejo y delicado que normalmente aspira al equilibrio. Estar equilibrado ayuda a resistir la fatiga y a rendir mejor en el trabajo, los estudios y el deporte. El escritor francés Michel Eyquem de Montaigne (1533- 1592) dijo: “La educación física y la educación mental deben ser como dos caballos atados al mismo carro”.

Quienes no hacen ejercicio tienden a sufrir sobrepeso y obesidad, entre otros males. La obesidad es el peor enemigo del corazón, puesto que obliga a un esfuerzo suplementario. Está demostrado que ejercitarse de manera constante y moderada beneficia de muchas maneras a la salud. De ahí la importancia de establecer rutinas para robustecer el organismo y sentirse mejor. Pero muchos no lo hacen porque les toma demasiado tiempo, se aburren o no tienen dónde hacerlo. En el fondo, la causa es no querer esforzarse; no poder, el pretexto. Desafortunadamente, siete de cada diez personas evitan hacer ejercicio. La actividad física, más que una afición, es un estilo de vida, lo que influye en la mente y en el cuerpo. El filósofo alemán Immanuel Kant (1724- 1804), en sus Conferencias sobre psicología, dijo: “El espíri-tu humano percibe todo cuanto acontece en el cuerpo. Por tanto, el espíritu será tanto más capaz para las percepciones, cuanto más se influya sobre éste”.

Hay muchas razones para hacer ejercicio. Algunos lo hacen para ser más fuertes, otros para sentirse bien y divertirse, otros para preservar la salud. Los estudios realizados demuestran que una de las mayores amenazas a la salud es la inactividad. Cuanto más sedentaria sea la ocupación, más daños causa al organismo. Según José Repolles, en su libro La educación física a su alcance, “Como consecuencia del endurecimiento de las arterias, se dan tres veces y media más fallecimientos entre profesionales que entre los obreros sin calificar. Está demostrado que la vida cómoda resulta de extraordinario coste. En efecto, nuestra forma sedentaria de vida hace que muramos antes. Y también nos convierte en inválidos mucho antes de que llegue la muerte”. Por eso el filósofo y economista inglés John Locke (1632- 1704) dijo: “Es necesario que el cuerpo sea vigoroso para que pueda obedecer al alma. Entre más débil es, más nos comanda; entre más fuerte, más nos obedece”.

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