La diabetes mató en 2015 a 21 mil mexicanos, ocasionó la amputación de alguna extremidad a otras 4 mil 500 personas y fue la causa de 2 mil incapacidades permanentes. No se ha definido como epidemia, pero autoridades de salud, al menos el Instituto Mexicano del Seguro Social, actúan como si existiera una emergencia sanitaria.
Los casos generan alarma, pero desde hace años era previsible que se llegara a este nivel. Hace aproximadamente una década se hizo del conocimiento público el índice de sobrepeso y obesidad en adultos y niños mexicanos, una de las causas de 90% de los casos de diabetes. La información más reciente de la Secretaría de Salud refiere que siete de cada 10 adultos tienen un peso por arriba del recomendado, así como 36.9% de niños, 32% de niñas y 35% de los adolescentes. En estos últimos sectores de la población es en los que tiene que enfocarse cualquier campaña de prevención, para que el porcentaje de niños y jóvenes con obesidad no aumente cuando lleguen a la edad adulta.
En entrevista con EL UNIVERSAL, el titular del IMSS plantea un aspecto que puede resultar decisivo en el cambio de mentalidad de la población y en cuestión de prevención: integrar al plan de estudios de la educación primaria material que ayude a los menores a comprender la importancia de prevenir enfermedades.
Sin embargo, toda acción que se plantee para la escuela debe ir también acompañada de la concientización de padres y madres. ¿En dónde está la familia para procurar una alimentación balanceada a los menores? La responsabilidad de los jefes del hogar es fundamental por tratarse del primer contacto de niños y jóvenes con la comida. Las campañas en escuelas para erradicar productos chatarra o elevados en calorías son parte fundamental en el combate a la obesidad, pero deben complementarse con acciones en casa, pues el simple hecho de erradicar o disminuir ciertos alimentos de la ingesta diaria ayuda a disminuir el riesgo de padecer enfermedades como diabetes.
El Seguro Social invita también a acudir a sus instalaciones para controlar los factores de riesgo, pero mientras entre los millones de afiliados no cambie la percepción de que presentarse en alguna clínica familiar significa recibir un mal trato y la pérdida de varias horas, la cultura reactiva más que preventiva, seguirá prevaleciendo.
Ante la diabetes y todas las enfermedades crónicas, se requieren acciones en las que participen varias dependencias oficiales, la iniciativa privada (en los centros de trabajo), el sector educativo, la familia y grupos civiles. Ese tipo de males en específico representan una merma en las finanzas nacionales y en pérdida de años de vida saludable para la población. El foco rojo está encendido; con acciones conjuntas puede apagarse.