En los discursos de funcionarios de gobierno y de líderes de la CNTE el diálogo nunca está descartado. La realidad, sin embargo, es que cada vez más se acerca la posibilidad de una salida forzada al conflicto. Porque para los manifestantes es intransitable el cese de los bloqueos si antes no se echa abajo la reforma educativa, mientras que para el gobierno ésta es innegociable. Las declaraciones echas por ambos bandos hasta ayer no se movieron en sentido contrario. Más bien arreciaron el distanciamiento.

El gran peligro del movimiento magisterial radica en su potencial de esparcimiento, quizá no tanto por una mayor participación de profesores, sino por el involucramiento reciente de otros grupos a las actividades organizadas por la Coordinadora.

En medio de ese coctel de inconformidades resultará más difícil para las autoridades desactivar la protesta sólo con la satisfacción de algunas de las demandas de la CNTE, porque la lista de agravios crece cada día no sólo contra la Coordinadora, sino contra las agrupaciones que se le han sumado. ¿Respaldarán todas las bases sociales del movimiento un acuerdo privado entre los líderes y la Secretaría de Gobernación a pesar de las muertes, las detenciones, los enfrentamientos y los despidos? La película ha sido vista muchas veces: una mera solicitud de recursos o la derogación de una ley, luego de un tiempo de confrontación, puede transformarse en un llamado generalizado a una mayor polarización, con más razón luego del fallido operativo en la zona de Nochixtlán.

Otros conflictos han terminado sin negociación en el pasado reciente. La mejor referencia, por sus dimensiones, es el movimiento que encabezó la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) en 2006. Luego de meses de protestas, que se habían intensificado tras malas intervenciones policiacas del gobierno de Ulises Ruiz, la Federación terminó por “resolver” la pugna vía el ingreso de la Policía Federal Preventiva (PFP) al estado. Los líderes fueron detenidos y poco a poco la calma regresó a las calles. Fue la única manera de resolverlo para el gobierno de Vicente Fox porque la protesta había escalado hasta el bloqueo de los accesos a la ciudad de Oaxaca y la exigencia de renuncia del gobernador.

Es imposible saber en qué medida la resolución abrupta del conflicto de 2006 fue la génesis del caos actual. Lo cierto es que los resentimientos que resultan pueden ser fuente de actos de violencia en el futuro.

De nuevo parecería que nos acercamos a un punto sin retorno. Debe ser muy bien meditada cualquier acción tomada a partir de ahora, si es que se concluye que en verdad el diálogo entre las partes ha llegado a un callejón sin salida.

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