El pasado lunes, la bolsa de Shanghai hizo temblar a la economía global al registrar una estrepitosa caída de 8.49 por ciento, lo cual generó un efecto dominó en el resto de los mercados, un fenómeno sin precedente desde 2008. Este nuevo “lunes negro” (otros en la historia han marcado inicios de crisis mundiales) hizo recordar que ya es una realidad el vaticinio hecho desde finales del siglo pasado, de que el futuro ya no es de las superpotencias, sino de varias potencias regionales, interconectadas por la economía. Para bien y para mal.

¿Por qué se dio el efecto de contagio que hundió más a las monedas de los países emergentes como México? Porque China ya es, en tamaño, la mayor economía del mundo; superó a Estados Unidos desde este año. Y lo es por su interdependencia con el resto de la comunidad internacional, porque ha crecido a base de exportaciones a bajo costo hacia muchos países, lo cual le permitió enriquecimiento interno derivado de esa balanza comercial favorable, y que a su vez le requirió buscar importaciones de materias primas que durante años beneficiaron a productores de bienes básicos como Brasil.

La base exportadora e importadora del crecimiento chino es la fuente de su poder y también la razón de su actual debilidad. El gigante asiático ya no puede seguir creciendo a los niveles previos y continuar pagando salarios de miseria a millones de habitantes que permitan la exportación barata. Por eso ahora quiere ser fuerte en el mercado interno. Una transición que no será fácil, y el desplome de hace una semana lo demuestra.

El reacomodo de posiciones en el mundo también tendrá sus consecuencias geopolíticas. Aunque China ocupa ahora el primer lugar en tamaño económico, el país se esfuerza por ocultar ese dato a su población. La razón, muy probablemente, es que ser el hermano mayor viene con responsabilidades: aportar más a organismos internacionales como Naciones Unidas; verse involucrado en conflictos extraterritoriales; y que dentro de las fronteras los chinos exijan un nivel de vida que corresponda a la posición de la nación en el mundo. Es más cómodo ser segundo.

Hay situaciones como la tensión entre las dos Coreas o el terrorismo islámico en las que el involucramiento, o deslinde, de China definirán su destino.

Lo que parece inevitable es que en el Siglo XXI la región que dominará la economía mundial es Asia, con eje en China. México y otros países, como Chile, Colombia y el propio Estados Unidos se han dado cuenta y han reaccionado, con la Alianza del Pacífico, diseñada para aprovechar en América el potencial asiático.

La pregunta que todos debemos hacernos es, ¿será suficiente lo que estamos haciendo para acomodarnos mejor en el nuevo mundo que emerge? Es una pregunta que cruza no sólo el ámbito económico, también la educación, la política y hasta la fuerza militar.

Google News

Noticias según tus intereses