Corrupción, inseguridad, falta de oportunidades de empleo, poco desarrollo económico, desigualdad e inequidades, así como gobernantes opacos y altos grados de impunidad, explican en parte por qué la democracia en América sigue devaluándose.

En 2016 el Latinobarómetro, encuesta anual sobre la democracia, reporta que en nuestro país, sólo 18% de la población está satisfecha con la democracia y 76% considera que se gobierna para unos cuantos grupos poderosos.

El estudio destaca que las demandas más urgentes de la gente son: inclusión, igualdad de trato, acceso a oportunidades y desmantelamiento de las desigualdades.

¿Serán capaces de cumplir estas expectativas los nuevos gobiernos electos el pasado 7 de junio en estados donde por primera vez gobernará un partido distinto al PRI?

La credibilidad y la confianza en la democracia está directamente relacionada con el actuar de los gobernantes y la clase política.

En México, la alternancia ha dejado mucho que desear: no se ha impulsado una verdadera transición democrática, ni se han desarticulado prácticas autoritarias y patrimonialistas.

Los gobiernos de transición, empezando con la Presidencia de la República encabezada por Vicente Fox y en los estados de la República no han cumplido con las expectativas porque consolidaron el statu quo y en vez de desarticular mecanismos autoritarios y caciquiles; se adaptaron a ellos. Se instalaron en la tentación de las decisiones unipersonales, muchas veces continuaron con la visión patrimonialista del poder.

Si los gobiernos adoptan mecanismos corruptores del sistema y repiten tácticas para conservar a toda costa el poder, se comportan como aquellos que querían combatir, y dejan de cumplir con las expectativas de la sociedad que quiere cambios reales y profundos. Esto incide en las percepciones sobre la valía de la democracia.

A principios de 2016 en 9 estados no se había logrado la alternancia. El hartazgo hacia prácticas de corrupción, impunidad, violencia e inseguridad dio impulso a la voluntad ciudadana que, incentivada por las alianzas electorales, logró el histórico cambio en 5 estados: Veracruz, Quintana Roo, Durango, Chihuahua y Tamaulipas.

Así, suman ya 28 estados que han tenido al menos una vez alternancia en el poder.

Las expectativas hacia nuevos gobernantes son muy altas: la gente quiere resultados inmediatos, sin pretextos y en un corto plazo.

Los gobernadores electos deben leer muy bien las necesidades de la gente: combate a la corrupción y a la impunidad son reclamos urgentes, pero también quieren resultados en seguridad, servicios públicos, desarrollo económico, oportunidades de empleo y combate a la pobreza.

Certezas, y sobre todo una manera diferente de gobernar serán exigidas, desterrar amiguismos, nepotismo, negocios al amparo del pode, para dar paso a la eficacia en las políticas públicas y la sensibilidad social, transparencia en el uso de los recursos y resultados visibles.

Que no se olvide a quienes mandatan la alternancia que es necesario se generen condiciones para el desarrollo desde una perspectiva de inclusión social y de fortalecimiento de las libertades.

El reto de estos gobernadores no es menor: tendrán que decidir si se quedan en la comodidad del régimen de la dictadura perfecta mexicana, o avanzan hacia gobiernos que pongan por delante la democratización real del régimen político, la separación de poderes y el bienestar de la gente por encima de cualquier interés personal.

Secretaria general del PRD

@Beatriz_Mojica

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