En 1899, cinco años después de la muerte de Joaquín García Icazbalceta (1825-1894), su hijo Luis García Pimentel publicó de manera póstuma el Vocabulario de mexicanismos, que fue la obra más ambiciosa del historiador, coleccionista, bibliógrafo, traductor, lexicógrafo, académico, empresario y benefactor mexicano del siglo XIX. Un diccionario con los “provincialismos” de México que abarcó de la A a la G; la vida ya no le dejó a don Joaquín completar el proyecto, terminar los mexicanismos de la H a la Z, pero dejó una investigación avanzada en cédulas, listas y papeletas.
Este 2025, que se cumplen dos siglos del nacimiento de este gran intelectual mexicano (conmemoración celebrada el pasado jueves) la lingüista e historiadora Bárbara Cifuentes (quien ha trabajado a Icazbalceta desde hace más de 20 años), junto con dos colegas, Carmen Herrera y Celia Zamudio, acaban de ponerle punto final al Lemario de mexicanismos de la H a la Z, que representa la reconstrucción del legado que Joaquín García Icazbalceta no pudo concluir.
La magna y ambiciosa obra que las estudiosas de la lengua terminaron este año luego de un trabajo muy arduo y minucioso, es un volumen de 161 páginas, escrito a dos columnas y a espacio seguido, que contiene mil 183 vocablos, frases y expresiones mexicanos, con ejemplos y formas de uso, que van de la H a la Z y entre las que hay expresiones muy simpáticas como: “Hacer la lucha”, “Ladrar de hambre” y “Poner cara de herrero”, expresiones y palabras de los llamados provincialismos mexicanos o del habla cotidiana o popular, especialmente del siglo XIX y en menor medida de los siglos XVI, XVII y XVIII.
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“Nuestra ilusión, que sí alcanzamos, fue hacer algo bastante parecido, no tiene la misma cantidad de información de los componentes, porque finalmente Icazbalceta no acabó de la H a la Z, pero sí hay información de las palabras, y esa no lo colocamos de manera azarosa, sino fuimos poniéndolo como fue el modelo de microestructura de Icazbalceta. Sí, fue un trabajo grande y minucioso de reconstrucción de todo el conocimiento del Vocabulario de mexicanismos”, afirma Bárbara Cifuentes.
La lingüista, quien se encontró con García Icazbalceta hace casi 30 años buscando en las Actas de la Academia Mexicana de la Lengua a Manuel Orozco y Berra y a Francisco Pimentel, señala que a lo largo de estos muchos años han ido juntando todos los borradores de las cédulas, listas y fichas, así como las versiones definitivas, correspondencia y actas y demás fuentes que utilizó Icazbalceta. Las fuentes bibliográficas y abreviaturas que usó fueron una labor titánica porque fue como desatarlas.
“Como todo estaba abreviado y tenía un sistema especial de referencias bibliográficas, tuvimos que reconstruir los títulos de toda la biobliografía que estaba registrada, porque si no, no podíamos realizar el Lemario. Conocer los títulos y los autores fue una labor de reconstraucción para desatar todo el sistema más económico de abreviaturas que utilizó Icazbalceta para el Vocabulario. Ya para el lemario reconstruimos, hasta donde nos fue posible, los títulos de toda la bibliografía de la literatura que se menciona”, apunta Cifuentes.
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Tuvieron que definir qué edición había utilizado García Icazbalceta. Carmen Herrera apunta que para reconstruir el Lemario necesitaron conocer el Vocabulario y cómo está hecho. “Quisimos hacerlo con el mismo modelo que el ‘Vocabulario’ y usando el mismo sistema de referencias bibliográficas, el mismo sistema de abreviaturas. Eso necesitaba el conocimiento profundo de la microestructura del vocabulario”.
Un rompecabezas
Bárbara Cifuentes y Carmen Herrera aseguran que culminar este proyecto editorial que publicará el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) —aún sin fecha definida de publicación—, institución de la que son investigadoras, representó un ambicioso proyecto de investigación, transcripción, análisis, documentación y cotejo, a partir de las cédulas, papeletas y listas que están en la Academia Mexicana de la Lengua y especialmente en la Biblioteca Cervantina del Tecnológico de Monterrey y el archivo Joaquín García Icazbalceta de la familia Bernal Verea (descendientes de este sabio del siglo XIX).
Coinciden en que fue armar un rompecabezas y reconstruir todo el proyecto de García Icazbalceta; no sólo revisar la bibliografía total y descifrar las abreviaturas, el sistema utilizado por don Joaquín, transcribir todas sus fichas, papeletas y listas a una enorme base de datos, sino también desentrañar el Vocabulario de mexicanismos de la A a la G para construir-reconstruir el Lemario de la H a la Z. No quisieron llamarlo vocabulario, porque dicen que aunque reconstruyeron el método y el sistema lingüístico y bibliográfico utilizado por García Icazbalceta faltaron elementos que sólo él podría haber incorporado.
“Lo que es increíble es que esté adentro de algo que iba a ser el Vocabulario de mexicanismos”, afirma Cifuentes, quien apunta que a García Icazbalceta le interesaba el lenguaje de todos los días, que él llama popular. Dice que el Vocabulario tiene una función inmediata práctica para los usuarios, saber los provincialismos del XIX.
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Carmen Herrera anota que el Vocabulario de mexicanismos y el Lemario de mexicanismos que ellas concluyeron “no es un diccionario de lengua como el que conocemos, o sea, como el Petit Larousse ilustrado o los diccionarios con la palabra y su definición, no es así”, pero agrega que su aporte es enorme, ya que incorporó los indigenismos y los nahuatlismos.
La también lingüista y profesora de la Escuela Nacional de Antropología e Historia —al igual que Cifuentes y Celia Zamudio— asegura que los indigenismos realmente pertenecen a la lengua oral y no forma parte del universo escrito y cotidiano.
“El hecho de que García Icazbalceta hubiera incorporado una buena cantidad de nautlatismos, así sea porcentualmente menos significativa que el resto de los mexicanismos, no dejaba de ser una contribución muy importante para la época, aunque no haya sido el primero, y al mismo tiempo era una prueba del método que se había autoimpuesto y que le había permitido identificar giros lingüísticos a García Icazbalceta”, afirma Herrera.
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Entre los aportes que hicieron las tres lingüistas está lograr desentrañar el Vocabulario de mexicanismos de la A a la G, de Joaquín García Icazbalceta, y poder decir que en esa obra el sabio del siglo XIX incluyó mil 986 artículos, de los cuales el 94% son vocablos, frases y expresiones de origen hispano y sólo el 6% indigenismos, pero que, gracias a él y a otros integrantes de la Academia Mexicana de la Lengua, en el Diccionarios de la Real Academia de la Lengua de 1874 lograron agregar 78 indigenismos al inventario de 48 que tenía.
También gracias al análisis profundo que hicieron de prácticamente todo lo que dejó García Icazbalceta y que contiene tanto el Vocabulario de mexicanismos de la A a la G como el Lemario de mexicanismos de la H a la Z, don Joaquín utilizó para construirlo 460 obras distintas, de las cuales 195 fueron obras literarias, 121 obras históricas, 46 manuscritos, 77 obras lexicográficas y 21 obras científicas.
Además, que en total son mil 287 referencias cronológicas, de las cuales 907 son del siglo XIX y 380 citas son de los siglos XVII, XVII y XVIII. “Su búsqueda es histórica, esa es la originalidad del vocabulario de Icazbalceta, pero no pierde de vista el siglo XIX, que para él es fundamental”, afirma Herrera.
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Las investigadoras reconocen que alcanzar tal trabajo de reconstrucción de la obra más ambiciosa de don Joaquín fue gracias a la historiadora y colega del INAH Emma Rivas Mata, la máxima estudiosa de García Icazbalceta, y que junto con su marido, el investigador Edgar Omar Gutiérrez López, estudian la formación de la biblioteca y correspondencia del sabio mexicano.
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