Incertidumbre y preocupación han provocado los últimos movimientos en la Dirección de Literatura de la UNAM. La aplaudida gestión de la novelista Rosa Beltrán, que terminó en enero, se ha visto seguida por señales confusas y amenazantes. En primer lugar, cuando Anel Pérez asumió la dirección de esta área, se anunció un cambio de nombre a la entidad, que ahora se pasa a llamar Dirección de Literatura y Fomento a la Lectura. Esta mutación, nos cuentan, levantó bastantes cejas por la confusión a que se presta pensar que la promoción de la lectura sólo se puede apoyar en obras literarias (y no también en libros de otras disciplinas, como las ciencias, la historia, etcétera), lo que iría en contra de lo que muchos especialistas en el campo de la lectura recomiendan. Y, por otro lado, este cambio es visto con inquietud debido a que, nos informan, Anel Pérez ha manifestado que su único interés es la promoción lectora, dejando ver por lo demás un muy bajo conocimiento de la materia literaria. Pero el temor, nos dicen, no termina ahí, pues a la escena ha entrado la cuentista Socorro Venegas, directora de Publicaciones y Fomento Editorial, quien, ante la pasividad de Anel Pérez, se ha presentado al personal de la Dirección de Literatura para anunciarles que ahora ella será su nueva jefa, y que será ella quien decidirá sobre el presupuesto de la Dirección de Literatura para cualquier publicación. ¿Con base en qué sustento jurídico se hacen estos enjuagues? Nadie sabe, ni siquiera el personal sindicalizado, que suele estar mejor enterado que el mismo rector Enrique Graue. ¿Sabrá Jorge Volpi, coordinador de Difusión Cultural, lo que se traen entre manos Venegas y Pérez? ¿Quedará algo de la Dirección de Literatura que hemos conocido?

El INBAL, ¿en contra de los escritores indígenas?

En 2018 el INBA introdujo una muy esperada modificación en las convocatorias de los premios Bellas Artes de literatura, con la que se permitió por vez primera concursar a obras escritas en cualquier lengua indígena nacional, cuando antes sólo se permitía en castellano. Consecuentemente, ese año fueron invitados a participar en los jurados de los distintos galardones voces indígenas de trayectoria reconocida, como Kalu Tatyisavi, Yásnaya Aguilar, Jorge Cocom Pech, Pergentino José, Sol Ceh Moo y Mikeas Sánchez, entre otros. Sin embargo, eso es cosa del pasado. Como hechos son amores, queda claro en los hechos, nos dicen, que, fuera del discurso bienintencionado, para Leticia Luna, coordinadora nacional de Literatura del INBA, la literatura mexicana en lenguas indígenas no existe. ¿La razón? A principios de febrero se anunció el resultado del Premio Aguascalientes de poesía, que recayó en la joven autora Elisa Díaz Castelo. El problema, nos hacen ver, no está ahí, sino en la conformación del jurado: los tres integrantes son poetas en español. A partir de ese ejemplo, varios autores en lenguas indígenas se pusieron a hacer las cuentas, y el saldo que hallaron es vergonzoso. Luna, quien tomó posesión en junio pasado, estuvo a cargo, nos señalan, de integrar los jurados luego del desafortunado episodio de la apertura de plicas que provocó la salida de su antecesora, Cristina Rascón. Salvo en el Premio Bellas Artes de Literatura en Lenguas Indígenas (donde ya sería el colmo que no hubiera inclusión), en todos los demás 20 premios convocados por el INBA en 2019, ni un solo autor indígena fue considerado para la labor de dictaminación de las obras participantes. ¿Así o más claro el desprecio de Luna por quien no escriba en castellano? Aunque 2019 fue el Año Internacional de las Lenguas Indígenas, ni Leticia Luna, ni mucho menos su jefa Lucina Jiménez, parecen haberse enterado.

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