El gran filósofo alemán Arthur Schopenhauer (1788-1860) decía que el suicida realmente no quiere morir; quiere más bien liberarse… Liberarse de una enfermedad o de algún otro malestar que lo tiene sumido en la desesperación.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), una persona se suicida en el mundo cada 40 segundos y en 2020 habrá aproximadamente un suicidio cada 20 segundos y un intento de suicidio cada segundo.

Por cada 100 mil habitantes, 15 mil hombres y 8 mil mujeres se suicidan. En países ricos como Estados Unidos lo hacen tres hombres por una mujer; y en países de ingresos bajos y medianos como los de América Latina, 1.5 hombres por una mujer.

“Ante este panorama, la OMS convocó al Plan de Acción sobre Salud Mental 2013-2020 para reducir el suicidio, cuya prevalencia en México registra un lento pero sostenido crecimiento”, declara Adela Alba Leonel, académica e integrante del Grupo de Investigación de Bienestar y Cronicidad de la Escuela Nacional de Enfermería y Obstetricia de la UNAM.

Estigma social y legal

En México, el suicidio es la cuarta causa de mortalidad en adultos, según reportes de la OMS, el Instituto Hispanoamericano de Suicidología y el Consejo Nacional de Población (CONAPO).

“La tasa anual de suicidios consumados en nuestro país es de 5.7%; para el 2020 podría aumentar considerablemente si no se diseñan medidas preventivas”, apunta la académica universitaria.

Por cada 100 mil habitantes hay 3.7 suicidas; y de éstos, 11% tiene un familiar que murió por suicidio. De los alcohólicos, 18% muere por esta causa y 50% está intoxicado al morir.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) en 2012 se registraron 5 mil 549 suicidios, de los cuales 80.6% fueron de hombres y 19.4% de mujeres, lo que significa que por cuatro hombres suicidas hubo una mujer suicida.

“Quizá sean más. Puede haber una subnotificación o un subregistro de las estadísticas oficiales. Es posible que haya casos en que la causa de muerte fue realmente suicidio, aunque en el certificado de defunción quedó registrada como homicidio, muerte violenta o accidente... Esto se debe principalmente a que el suicidio deja un estigma social e incluso legal en quien lo comete y en sus familiares”, dice Alba Leonel.

Por la tarde-noche

A nivel mundial, el suicidio (del latín sui, “de sí, a sí”, y cidium, acto de matar, del verbo caedere, “cortar y matar”) es la décima causa de mortalidad en niños y la segunda entre individuos de 15 a 29 años.

En promedio, 14 jóvenes de 15 a 24 años mueren cada día en todo el mundo. Y cada 100 minutos se suicida un menor de 25 años. Muchos de los suicidios ocurren por la tarde-noche en casa, según datos de la Organización Mundial de la Salud, el Instituto Hispanoamericano de Suicidología y el CONAPO.

“En nuestro país, el suicidio es la segunda causa de mortalidad en adolescentes”, asegura Alba Leonel, autora del estudio Panorama epidemiológico del suicidio consumado en niños en el periodo de 2000-2015 en México.

Para el sector de la salud, la niñez abarca desde que un individuo nace hasta que cumple 18 años. Sin embargo, como el suicidio en niños de 0 a 9 años es casi nulo, Alba Leonel abarcó el grupo de los individuos de 10 a 19 años.

Según las bases de datos sobre suicidio del INEGI, elaboradas por expertos a partir de los certificados de defunción y analizadas por Alba Leonel y sus colaboradores, los estados con mayor y menor prevalencia de suicidios en 2015 fueron Yucatán y Guerrero, respectivamente.

“En 2015, el primer lugar por suicidios consumados respecto al total de muertes violentas lo ocupó Yucatán con 23.5%, seguido de Aguascalientes con 21.2% y Campeche con 19.7%. La Ciudad de México ocupó el vigésimo lugar con 9.1%; y Guerrero, el último con 1.9%.”

En cuanto al número de suicidios por entidad federativa y sexo, el primer lugar fue para el Estado de México: ese año registró más suicidios que otros estados y en él se quitaron la vida más hombres (507) que mujeres (160). La Ciudad de México ocupó el quinto lugar con 290 hombres y 79 mujeres; y Colima, el último con 52 hombres y 2 mujeres.

En 2015, el porcentaje de suicidios de mujeres por edad respecto al total de muertes violentas fue, en niñas de 10 a 14 años, 24.9%; y en niñas de 15 a 19 años, 27.1%. En niños fue 17.9% y 14.6%, respectivamente.

En 2014, por sexo y escolaridad, se suicidaron más las mujeres (33.9%) que los hombres (32.1%) en secundaria. Esa tendencia se mantuvo en la preparatoria (22.1% y 17.2%) y en profesional y posgrado (9.8% y 6.6%). En cambio, en primaria completa e incompleta fue al revés: se suicidaron más los hombres (20.7% y 13.7%) que las mujeres (15.8% y 11.5%).

Entre 2000 y 2015, el primer método empleado para suicidarse fue ahorcamiento, estrangulamiento o sofocación y, redondeando, se incrementó de dos mil a cinco mil casos en ese lapso. Envenenamiento por medicamentos, drogas, gases, alcohol y plaguicidas, disparo con arma de fuego, utilización de arma blanca, salto de un lugar elevado y otros métodos mantuvieron una tendencia por debajo de los mil casos.

Cuatro conductas

El suicidio involucra cuatro conductas: 1) ideación: el individuo piensa, de manera fugaz, en quitarse la vida; 2) amenaza: “avisa” que está tratando de quitarse la vida (consigue un arma blanca o de fuego); 3) intento fallido: no logra su objetivo por varias causas (llega alguien y lo rescata, lo convence de que no lo haga, se rompe la cuerda…); y 4) suicidio consumado: al fin consigue quitarse la vida.

“Este tipo de muerte prematura puede evitarse. Se han reportado conductas de depresión crítica que son avisos suicidas. Entre los primeros avisos destacan el descuido personal, la tristeza, la culpabilidad, la ira y los sentimientos de fracaso. Los trastornos del sueño (dormir mucho o tener insomnio) y de alimentación (falta de apetito o gula), el aislamiento y el cansancio de no hacer nada son avisos intermedios. Si el individuo empieza a hablar o escribir de la muerte, o a dibujarla, o pregunta por armas (pistola o cuchillo), sin duda son señales de alarma. Está entre el suicidio frustrado y el consumado”, subraya la académica.

Otros factores de riesgo son el desempleo, la desesperanza, las expectativas insatisfechas, el acoso sexual, el bullying, el ciberbullying, la pérdida de un ser querido, el maltrato físico, la violencia, la inequidad, la ansiedad y los trastornos psicóticos y de personalidad, entre otros.

Aunque algunos de ellos no pueden ser modificados de la noche a la mañana, la sociedad, la familia y la escuela sí pueden promover factores protectores (amor, tolerancia, comunicación, diálogo, empatía, aumento de la autoestima, medidas contra el acoso y el bullying…) para prevenir o evitar suicidios.

“En relación con el aumento de la autoestima, no hay nada mejor que el ‘te’: quiére-te, perdóna-te, áma-te, sonrié-te, regála-te, consiénte-te, edúca-te, supéra-te, valóra-te”, indica Alba Leonel.

Falta de estudios más específicos

El suicidio de niños también ha crecido en México. En 2000, el porcentaje de muertes por suicidio con respecto al total de muertes violentas en niñas de 10 a 14 años fue 9.1%; y en 2015, 24.9%. En 2000, en niñas de 15 a 19 años de edad fue 16.3%; y en 2015, 27.1%.

En 2000, en niños de 10 a 14 años fue 5.6%; y en 2015, 17.9%. En 2000, en niños de 15 a 19 años fue 9.7%; y en 2015, 14.6%. Por ello, nuestro país forma parte del plan de la OMS para reducir la tasa de suicidios antes de 2020.

En ese contexto, al menos en la Ciudad de México, se lanzó la campaña “Lo mejor de la vida eres tú”, con el fin de prevenir, detectar y diagnosticar conductas suicidas y brindar tratamiento oportuno. Además, los servicios de atención psiquiátrica del país cuentan con un protocolo de atención para personas que presentan riesgo de suicidio derivado de problemas mentales.

El análisis realizado por Alba Leonel y sus colaboradores describe la frecuencia del suicidio en México. Grosso modo se sabe que la etiología de este problema de salud pública es multifactorial: en él intervienen factores genéticos, sociales, etcétera. Sin embargo, aquí faltan estudios más específicos sobre causas y factores de riesgo, porque la capacidad de resilencia de la población depende en gran medida de la cultura, los valores y las creencias, y, por lo tanto, es distinta en cada país.

Conocer esas causas y factores de manera más detallada permitirá establecer mejores medidas de prevención o, al menos, hacer una detección y tratamiento oportunos.

“Es posible atender todas las patologías asociadas al suicidio. Quizá no podemos cambiar la pobreza, las condiciones hostiles, la inseguridad..., pero sí podemos enseñarles a los niños diferentes formar de solucionar un problema”, concluye la académica.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses