A dos años de la desaparición de 109 , la atmósfera de inconformidad de los es vista como consecuencia de una serie de políticas culturales en las que su trabajo ya no es prioritario, coinciden Gerardo Ochoa Sandy , periodista, gestor y exagregado cultural, y Antonio Mier, economista, exservidor público e integrante del Grecu y del Moccam (Movimiento colectivo para la Cultura y las artes en México).

El 20 de octubre de 2020 —señala Ochoa—, dentro de la Cámara de Diputados, se tomó la decisión de extinguir los 109 fideicomisos en una votación apoyada por Morena y sus aliados. Y coincide con Mier en que fueron desaparecidos bajo el pretexto de que había corrupción en su manejo; algo que López Obrador dijo de forma muy clara en sus conferencias matutinas. “Lo cierto es que, entonces, no se comprobó ni hubo ningún responsable de que haya existido corrupción o malos manejos en los fideicomisos disueltos”, señalan ambos especialistas.

El 6 de abril de 2020, la Secretaría de Cultura, Alejandra Frausto escribió en su cuenta de Twitter (@alefrausto) que “se extinguirán 7 instrumentos que no tienen ya razón de ser o utilidad social”; algo que confirmó en el comunicado del 17 del mismo mes.

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Se trataba de fideicomisos para proyectos de trascendencia nacional, como los destinados a apoyar obras de construcción en el Centro Nacional de las Artes (FICENART) y los fideicomisos de administración del Centro Santo Domingo en Oaxaca y del Museo Regional de Guadalupe, Zacatecas, entre otros. El mensaje de Frausto fue previo a la decisión tomada por la mayoría de Morena.

Figuraban, entre ellos, el Fondo de Cooperación Internacional en Ciencia y Tecnología, Fondo Sectorial Conacyt-Secretaría de Energía, Fideicomiso Fondo de Inversión y Estímulos al Cine (Fidecine), Fondo Institucional del Conacyt y Fondo para la Producción Cinematográfica de Calidad (Foprocine).

La presión de la comunidad artística y científica hizo que se decidiera convertir algunos en unidades administrativas, como fue el caso del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, el extinto FONCA, hoy llamado Sistema de Apoyos a la Creación y Proyectos Culturales (SACPC). Sin embargo, esta decisión ocasionó, desde la segunda mitad del año pasado, el atraso en la entrega de los apoyos a los Jóvenes Creadores, Creadores Artísticos y Creadores Eméritos, la causa del malestar; un caso más complejo es el del Programa de Apoyo a la Traducción (Protrad), cuya convocatoria se convirtió en un candado burocrático que terminó dejándola desierta.

La extinción de los fideicomisos representó para el Ejecutivo una ganancia de 68 mil 400 millones de pesos.

“Yo entiendo la desaparición de los fideicomisos como una contracción económica severa a raíz de la pandemia. El gobierno tenía gastos urgentes: la vacunación, la atención de la población y el hecho de que no bajaron la guardia al no querer disminuir el gasto de los proyectos emblemáticos del sexenio: el Tren Maya, la Refinería Dos Bocas. La mejor forma de jalar recursos fue recurrir a la llamada extinción de los fideicomisos”, afirma Mier.

Mientras que para Ochoa Sandy las palabras puntuales de López Obrador sobre la corrupción en el manejo de los fideicomisos fueron una acusación falsa que sirvió para canalizar los recursos en los temas que le interesan prioritariamente a su administración: las pensiones, los estímulos a los jóvenes que no estudian ni trabajan, los apoyos a los adultos mayores. “El dinero se destinó directamente para dichos proyectos porque no le estaban saliendo las cuentas. Si mal no recuerdo, el proyecto del Tren Maya ya superó por mucho su costo inicial. Va con mucho retraso y AMLO está muy preocupado por concluirlo a finales de 2023”, dice el también periodista cultural.

Mier señala que hay algunos factores precisos para rastrear: “Desde la administración pasada los gestores culturales se han dedicado a hacer carpetas. Los artistas, los directores, todo mundo que quiere un apoyo se vuelve experto en hacer carpetas. Eso es una parte que cada vez se ha reforzado porque son más los requerimientos”. Algo que, por supuesto, terminó siendo contraproducente, como se comprobó en la convocatoria del Protrad.

La otra parte, continúa, fue que, con la extinción de los fideicomisos, el recurso se volvió presupuestal o, en otras palabras, sujeto a disponibilidad. “Lo que se dice es que los recursos no bajan de Hacienda. No sé si sea por tortuguismo o falta de dinero por parte de la Secretaría. También los comentarios son que se han puesto muy severos con las aprobaciones de recursos por parte de Hacienda. Ahí participan dos figuras: la Secretaría de Cultura y el SACPC, que autoriza si el donador está en orden y es sujeto de recibir un estímulo fiscal. El Estado está renunciando a esos recursos, pero somete a los artistas y los proyectos a reglas de operación muy severas como si se tratara de dinero presupuestal. Los sujetan a concurso y eso mete trabas al trabajo de los artistas. ¿Por qué se quejan de que no les llegan los recursos si ya estaban aprobados? Todo apunta hacia una desaceleración económica, la inflación es dura pero no es algo interno. A menos de que haya algo más. ¿Se está canalizando a otros proyectos considerados prioritarios o es mero tortuguismo?"

El origen, afirma Ochoa Sandy, es el Presidente de México. “Desde el principio de su administración nos ha hecho saber que la cultura, las artes y las ciencias no forman parte de sus prioridades gubernamentales, de tal manera ha tenido una larga lista de enfrentamientos con el sector cultural e intelectual. El clima de encono que provoca es preocupante y la secretaria Frausto es coparticipe, puesto que no ha habido una propuesta de su parte para encontrar soluciones adecuadas que continúen con estos fideicomisos y su larga historia comprobada en el ámbito de la cultura y las artes”.

Y el ejemplo principal fue el Fonca, fundado en 1989 y que, paulatinamente se extendió hasta abrir categorías para Creadores Eméritos y fondos estatales.

Algo sobre lo que Mier precisa: “Los fideicomisos eran una caja de ahorro y se les mandaba una cuota anual para fortalecerlos; además de contar con apoyos gubernamentales, recibían parte de las ganancias de los proyectos que impulsaban (en una cuenta bancaria eso genera, por intereses, una cantidad impresionante de dinero). Los recursos del fideicomiso no comprometían al gobierno”. En vísperas de la liberación del proyecto de presupuesto, el economista se muestra desencantado y dice que “se está repitiendo más de lo mismo”.

El problema, abunda Ochoa Sandy, es la visión de la cultura que viene del Ejecutivo, una visión comunitaria que puede ejemplificarse con proyectos como los semilleros creativos, una de las grandes apuestas de la Secretaría de Cultura.

Para una becaria de Jóvenes Creadores que prefiere guardar el anonimato “es espeluznante el recorte presupuestal, mientras que se priorizan otros proyectos”. Un recorte que se refleja en los cambios que ha atravesado el Fonca en los últimos años: quitar, por ejemplo, las especializaciones en el extranjero; pagarle de forma impuntual a los artistas, lo cual, en muchos casos, representa que los beneficiarios terminan poniendo dinero de su bolsillo para terminar los proyectos y, cuando el pago por fin aterriza, el dinero recibido se destina a saldar deudas; por último, cancelar los encuentros presenciales realizados en otros Estados del país.

La denunciante, aclara, es consciente de que los retrasos no provienen de la gente que trabaja en el Sistema, “sino de Frausto, que no tiene ningún tipo de contacto con la comunidad cultural”.

Para terminar, Ochoa Sandy llama a los artistas y científicos del país para que junten fuerzas y eviten, a toda costa, el desplazamiento, la extinción definitiva, de los apoyos culturales que aún sobreviven.