El periodista y antropólogo Juan Martínez d’Aubuisson (El Salvador, 1986) habla, desde su exilio, de su nuevo libro: El que tenga miedo a morir que no nazca (Planeta, 2025), investigación sobre San Pedro Sula, Honduras, una de las ciudades más violentas del mundo. El 30 de mayo, Martínez salió de su país natal, perseguido —según un texto que publicó en The Washington Post en abril de 2022— por ir contra la narrativa oficialista y denunciar los vínculos del poder con la pandilla MS13 de Centroamérica; las amenazas de muerte, la petición de su captura y la catalogación de su persona como pandillero fueron inmediatas.

Martínez, ganador del Premio Ortega y Gasset 2024, aborda en este nuevo libro la génesis de las pandillas y las mafias, tema medular en sus investigaciones.

Lee también:

El que tenga miedo a morir que no nazca, recién publicado por Planeta, es una investigación sobre San Pedro Sula, Honduras, una de las ciudades más violentas del mundo. Fotos: de  Juan Martínez
El que tenga miedo a morir que no nazca, recién publicado por Planeta, es una investigación sobre San Pedro Sula, Honduras, una de las ciudades más violentas del mundo. Fotos: de Juan Martínez

¿Cuál es el origen de este libro?

Soy antropólogo y periodista. Este libro es quizá el primer producto del periodismo etnográfico, que junta dos cuerpos metodológicos: el periodístico y la etnografía, que vendría siendo el método privilegiado de la antropología. Aquí hay dos niveles. Como antropólogo, pretendo explicarles a las sociedades los procesos que las han formado y las atraviesan; con este libro de Honduras y esa parte académica mía —esa dieta antropológica— pretendo explicarles a los hondureños cómo se ha formado la realidad que están viviendo.

La parte periodística tiene que ver con denunciar los nombres de aquellas personas, instituciones y políticos cuya corrupción, violencia o pactos secretos están permitiendo esto.

Lee también:

¿Cómo describe el impacto de tu trabajo en la sociedad?

Es una responsabilidad de académicos y sociedades entender de dónde vienen nuestros problemas y virtudes. ¿Cuál es el origen de lo que tenemos ahora? Es la única manera de entender y poder defendernos cuando vengan con narrativas falaces; cuando, por ejemplo, les planteen a los hondureños que la gente de los barrios bajos, las bandas y pandillas son quienes tienen al país sumido en la desgracia. Una sociedad empoderada, consciente de los procesos, podrá responder: no, mentiroso, gran parte de nuestros problemas parten de la llegada de la The United Fruit Company al país; no me engañarás, no votaré por ti. Los que escribimos aspiramos a darle herramientas a la sociedad para que pueda defenderse.

¿Percibe un aire persecutorio a nivel mundial?

Como todos los fenómenos complejos, éste no tiene un origen, una semilla. Es una especie de fórmula. Hay un aire cíclico, quitándole lo poético a lo cíclico; estamos regresando, con características diferentes, a lo que se vivió en los años 30 con el surgimiento del fascismo. Recordemos que el fascismo empezó en Italia y se expandió muy rápido por el centro de Europa, incluso por América Latina. Centroamérica tuvo el famoso cuarteto de dictadores (muy influenciado por las ideas fascistas) en Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua. Estamos volviendo a un panorama similar, si quieres, llámale fascismo, regímenes autoritarios o modelo político del hombre fuerte. El fascismo llega en un periodo de desazón tras el apocalipsis que implicó la Primera Guerra Mundial. Este nuevo auge de los dictadores llega después del Covid-19. La característica es que las poblaciones se sienten vulnerables, temerosas. Son modelos de origen democrático que no supieron dar respuesta a las necesidades poblacionales y políticas más básicas.

Lee también:

¿Trump fue una figura fundamental en este proceso?

Entendemos muchas veces la política latinoamericana como espejo de los Estados Unidos y borramos de un plumazo un montón de particularidades de América Latina. Trump, por supuesto, representa un parteaguas y una especie de espaldarazo a quienes no son dictadores a gran escala: dictadores pequeños, bananeros, finqueros, a un nivel modesto.

Trump ha demostrado que se puede llegar al poder sin necesidad de ser estadista, aludiendo a las necesidades más básicas de cierta población; sin un discurso edulcorado, con un discurso de odio puro; que, sin ningún tipo de noción de ciencia o cultura, se puede llegar y mantenerse en el poder. Trump encontró una manera de dirigirse a ciertas poblaciones vulnerables.

No estoy seguro de la vigencia de una alianza ideológica: Milei ha demostrado ser tremendamente inestable, un aliado poco confiable para Trump; Bukele ha sido castigado con el envío de cientos de venezolanos, lo cual le va a representar un riesgo judicial en el futuro, que no te quepa duda. Prácticamente un castigo de Trump a Bukele por temas referentes a las pandillas.

¿Encuentra una constante en estos regímenes autoritarios?

Hay una constante, desde los nazis hasta el bukelismo, para establecer un régimen que viole y destruya los procesos democráticos; que concentre el poder en un hombre y se presente como proyecto político: poner una población vulnerable y construirla como el enemigo común. Ni siquiera son poblaciones, son un concepto, especie de saco donde meten a todos los enemigos del proyecto político de los dictadores. Tanto es así que los últimos defensores de Derechos Humanos capturados en el régimen de Bukele están siendo juzgados con el régimen de excepción, es decir, como pandilleros.

En México el gobierno ha intentado contener la música que hace apología de la violencia censurándola.

Como antropólogo, no estoy seguro si estamos entendiendo la dirección que lleva la violencia. En México el problema del narcotráfico es muchísimo más hondo y profundo. El arte generalmente es una representación de la realidad. Por supuesto, hay un diálogo entre arte y contexto, y se nutren mutuamente, pero me parece injusto, burdo, una medida muy superficial creer que se va afectar la narcocultura prohibiendo los narcocorridos. Es más profundo que eso. Habría que tomar en serio el rol importantísimo del Estado en la construcción del andamiaje del narcotráfico. El narcotráfico necesita operar paralelo al Estado y desde el Estado; es como sucede en México. Respeto mucho a Claudia Sheinbaum, es una de las líderes de América Latina que ha llegado más formada. Por supuesto, el hecho de ser política me genera mucha desconfianza, pero respeto su trayectoria. Me extraña ver este tipo de medidas superficiales, nada suficientes para detener un esquema de vida de país, que es el narcotráfico en México. El paso de la cocaína ha representado quizá uno de los procesos más importantes a nivel político, social y económico. Creer que prohibiendo los narcocorridos se va a afectar esto me sorprende, me parece una medida errónea. No es por canciones que tenemos procesos tan profundos y complejos.

Lee también:

¿Cómo es que el Estado sostiene estos grupos criminales en su relación con ellos?

El caso de México es diferente al de Las Maras en El Salvador, en tanto que el importantísimo componente de la cocaína no estuvo ni está muy presente en El Salvador. El Salvador no es un lugar de paso importante de cocaína. No quiero decir que no pase cocaína, pasa mucha cocaína por El Salvador, pero nada que ver con Honduras, por ejemplo. En el caso de México son importantes los niveles: el municipal, estatal y, por supuesto, el federal. En lo municipal, muchos alcaldes y pequeños regidores están directamente relacionados con los cárteles, cuando no son ellos mismos quienes tienen estos cargos; en lo estatal esto se diluye un poco. Ya no hablamos del narco que es alcalde de un pueblo y que en su camioneta lleva cuernos de chivo y pacas de cocaína, hablamos de un nivel más complejo, de más alianzas con las policías municipales y estatales. El sistema judicial entra en la parte estatal. A nivel federal, hay una lógica muchísimo más alta. Hay que entenderlo en estos tres niveles.

No digo que el proyecto político de Sheinbaum tenga que ver con el narco; lo que digo es que tiene todo un andamiaje burocrático, estatal y económico, completamente cooptado por el narcotráfico.

Hay un nivel aún superior que no he estudiado en el caso mexicano, pero sí en el hondureño. En el caso del bukelismo es una mafia de Estado. En la escala criminal, el muchacho que se sube a un bus con un alambre afilado a robar carteras es la parte más baja. La mafia de Estado es quizá uno de los tres últimos peldaños; tal vez sólo la superan, en nivel de sofisticación, las empresas criminales trasnacionales. La mafia de Estado es una de las organizaciones criminales más sofisticadas que existen. No sé si México ha llegado a ese nivel.

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.

[Publicidad]