Es la primera vez que una historia imaginaria invade la vida de Martín Solares a este nivel y lo adentra en las profundidades del París de los años veinte del siglo pasado, en busca de la poesía, la libertad y el amor como las entendían los surrealistas y dadaístas, pero también de esa ciudad que intimida a los escritores, como asegura el propio Solares, quien acaba de publicar “Muerte en el jardín de la luna” , la segunda de una trilogía que arrancó en 2018 con “Catorce colmillos”, ambas publicadas por Literatura Random House.

El narrador, crítico y editor nacido en Tampico, Tamaulipas, en 1970, asegura que mientras estudiaba su doctorado en Estudios Ibéricos y Latinoamericanos en París, varias veces intentó escribir un relato parisino pero nunca lo consiguió, pero al final de su estancia soñó que lo perseguía una especie de jabalí, y se dijo: “si has tenido pesadillas en París tienes todo el derecho a escribir sobre esa ciudad”. Así comenzó esta trilogía policiaca-fantasmagórica.

En entrevista con EL UNIVERSAL, el también autor de dos novelas policiacas que transcurren en el Golfo de México, afirma que en esta saga quiso que un joven policía se viera obligado a infiltrar a un grupo de artistas (surrealistas y dadaístas) que tenían, todos, una ficha en la policía, pues solían expresar sus opiniones artísticas mediante grandes escándalos, y defendían sus convicciones hasta las últimas consecuencias.

¿Por qué publicar una novela policial con personajes que regresan de ultratumba, luego de dos novelas tan realistas como “Los minutos negros” y “No manden flores”?

Porque luego de escribir 15 años sobre la violencia en el Golfo de México mi imaginación necesitaba vacaciones. Renuncié a mi trabajo en una editorial, me ajusté el cinturón y me dediqué a escribir de tiempo completo sobre Pierre Le Noir y la Brigada Nocturna. Estas tres novelas policiales sobre el París de los años veinte las escribí desvelado, pero de sorpresa en sorpresa: es lo que pasa cuando tus personajes viven en horario extranjero.

¿Por qué elegiste como protagonista a Pierre Le Noir, un joven policía que va a contracorriente del estereotipo del investigador?

La novela policial va a cumplir 200 años y no quería repetir la misma receta. No creo que debamos tratar a la literatura policial como si fuera una hamburguesa a la que hay que ponerle los mismos ingredientes. Desde que Poe publicó “Los crímenes de la calle morgue”, la mayoría de las novelas policiales, de Wilkie Colllins y Conan Doyle a la fecha, están contadas por héroes cínicos y desencantados, de alrededor de 40 años, que tienen un sentido quijotesco de la justicia y gustan de contar sus aventuras con grandes dosis de sarcasmo y exageración.

Estas novelas, que ocurren cuando el mundo es joven y París era el centro del universo, no quería contarlas en el mismo tono amargado, puesto que todo era nuevo entonces: la moda, los coches, la poesía, el amor. Inventé a un hombre muy joven, Pierre Le Noir, un policía que aprenderá muchas cosas durante uno de los meses más agitados en la historia de Francia: noviembre de 1927, cuando surrealistas y dadaístas discutían a bastonazos y se alejaban para siempre.

Aun cuando en México hay mucho de sobrenatural, elegiste Francia en los años veinte, ¿qué le aporta París a tus historias?

Le aporta tres palabras importantes: la poesía, la libertad y el amor tal como las entendían los surrealistas. En “Catorce colmillos” me propuse explorar lo que significaba la palabra poesía para ellos, pero encontré más bien la palabra magia, y en “Muerte en el jardín de la luna” quise averiguar por qué la libertad les parecía tan importante como respirar. Aunque realizaron una crítica feroz del Estado, el Ejército y la Iglesia de su época, y en sus creaciones practicaron una osadía que era impensable, los surrealistas no veían a la libertad de la misma manera. Mientras André Breton urgía a sus colegas a explorar lo maravilloso y a transgredir todas las fronteras artísticas conocidas, aunque hubiera que desafiar a la locura, Philippe Soupault advirtió que la libertad es la hermana gemela de la muerte, y quienes buscan la libertad por la vía más radical corren el riesgo de encontrar primero a la hermana, como le pasó a algunos miembros del grupo.

Los personajes de estas novelas policiacas tienen distintas ideas de la libertad: algunos creen que les da el derecho de invadir un país y liquidar a quienes no piensen como ellos; otros, como hizo Paul Éluard en sus poemas clandestinos, aseguran que quien no defiende su independencia y su proyecto de vida jamás podrá realizar su destino.

¿Tuviste que inventar un género, el policíaco-fantasmagórico?

Quienes lo están inventando son mis lectores. En Francia, “Catorce colmillos” se publicó el año pasado y fue comentada con mucho entusiasmo: los libreros y críticos dijeron que representaba un género que mezclaba lo policiaco, lo fantástico y lo histórico. Mis novelas han encontrado lectores muy generosos: “Los minutos negros” fue finalista del premio Bibliothèque des littèratures policiéres y “No manden flores” fue finalista del premio Violet Noir, que da el festival de literatura policial de Toulouse. Los libreros independientes también la eligieron como una de sus novelas preferidas de los últimos meses, y mi editor, Christian Bourgois, contrató esta trilogía por adelantado, dándome un voto de confianza.

Antes de que terminaras “Catorce colmillos”, ¿ya sabías que vendría “Muerte en el jardín de la luna” e incluso que serían parte de una trilogía?

Nunca soñé con escribir una trilogía: trabajo con microscopios, no con telescopios. Pero cuando terminaba “Catorce colmillos” descubrí que esta era apenas la primera de una serie de montañas, y que tras ella había otras dos, más misteriosas e incitantes aún. A diferencia de las buenas series, el contenido de una buena novela no se puede diseñar por anticipado. Si lo haces así la prosa se siente aburrida y predecible. En las buenas historias el escritor avanza a oscuras, de susto en susto, y gracias a una especie de miopía selectiva que te permite ver con nitidez cada palabra e imagen que pronuncian tus personajes, pero no cómo va a terminar el capítulo que tienes entre manos.

Los escritores que admiro coinciden que al escribir un cuento uno tiene la sensación de descubrir una forma tan exquisita y sugerente como hallar una isla en medio del mar. En cambio, la sensación que uno vive al terminar una novela y comprender que quiere escribir otras dos con el mismo personaje se parece a subir a una pequeña colina y descubrir que hay dos estupendas montañas detrás, que prometen ser aún mejores. Yo comprendí que no sólo quería seguir los pasos de Man Ray y Kiki de Montparnasse, como sucede en “Catorce colmillos”, sino entrevistar al profeta del surrealismo, Robert Desnos, y más tarde a Breton y a su círculo de confianza, y explorar el misterio que representó la creación de algunas de las obras más emblemáticas del surrealismo en cada novela.

¿Qué buscabas en esta segunda historia?

En “Muerte en el jardín de la luna” quise explorar la parte perturbadora y fantasmal de los surrealistas, y antes de que me diera cuenta los personajes sobrenaturales invadieron la historia. Apareció una nueva comunidad de monstruos y toda una taxonomía de seres de ultratumba: de los fantasmas inofensivos que toman café con leche en los cafés nocturnos a los miembros más pavorosos de un sindicato del crimen. Convencidos de que son ellos quienes hacen el bien, y que deben combatir a muerte a la policía de París, contratan al peor asesino de Europa para que dé caza a Pierre Le Noir.

¿Cómo fue crear todo un departamento de investigaciones especiales dentro de la policía de París?

En el París de los años veinte había cuatro divisiones de la policía: la Brigada Anti Secuestros, la Brigada de Estupefacientes, la Brigada Anti Robos y la legendaria Brigada de Homicidios, en la cual supuestamente trabajó el comisario Maigret. En “Muerte en el jardín de la luna” y en “Catorce colmillos” quise abordar el único caso que el comisario Maigret jamás tocó a lo largo de su carrera: aquellos crímenes en los que parece intervenir un ingrediente sobrenatural. Por eso inventé a la Brigada Nocturna, donde trabajan fotógrafos que retratan a los fantasmas que pululan por la escena del crimen, médicos forenses capaces de hacer la autopsia de un muerto viviente, y magos que interrogan a seres que provienen del más allá.

¿Esta es una trilogía que honra a una ciudad?

Me propuse atraer la ciudad de París al centro del escenario e invitarla a ser uno de los personajes principales. Es por eso que en la trilogía de “Catorce colmillos”, la historia de París y sus cuerpos de policía, sus calles malditas o sus hospitales sobrenaturales llaman en alguna medida la atención: porque la construí como un ser enorme, más sabio y duradero que el resto de los personajes, uno que conoce las pasiones humanas y seguirá allí cuando todos se hayan ido.

Frase

“Nunca soñé con escribir una trilogía. Pero cuando terminaba "Catorce colmillos" descubrí que era apenas la primera de una serie de montañas, y que seguían otras dos, más misteriosas e incitantes”, Martín Solares, escritor.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses