(Ciudad de México, 1963) quiso escribir una novela sobre la libertad y la Ciudad de México, una ciudad que, dice, es ingobernable y donde los gobiernos son como un maquillaje o un artificio; pero fue más allá y acabó echando una mirada profunda a México, un país que, asegura, está enfermo de gravedad y cuyo futuro parece estancado.

Y lo logró a través de Mario Stevenson , el personaje cincuentón, marginal, solitario, pragmático, gran observador de la sociedad, caminante de la Ciudad de México y lector amateur de ciencia y de filosofía que protagoniza su nueva novela, Stevenson, inadaptado (L iteratura Random House, 2022), un hombre que ve pasar sus días en medio de la pandemia por el Coronavirus que azota al mundo y confirma que el miedo individual es un miedo social que puede generar la pérdida de las libertades y el abuso de los gobiernos.

“Quisiera pensar que la mirada de Mario Stevenson contribuye a ampliar la libertad, porque si no aceptamos las diversas concepciones que existen de la enfermedad y de la muerte, si imponemos nuestra idea del mal y nuestro temor, damos paso a conductas dóciles, aborregadas, poco críticas, de las cuales, a veces incluso los gobernantes, se aprovechan”, afirma el narrador, ensayista y columnista de EL UNIVERSAL que habla de México, y quien además reconoce que “a veces confundo mi voz con la de Mario Stevenson. Yo soy como él, respetuoso, pero de ninguna manera soy rehén de rituales religiosos basados en el miedo”.

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¿Querías repensar quiénes somos y cómo nos hemos visto las entrañas ante la enfermedad?

—Stevenson detesta a los médicos porque tiene fobia a los médicos, pero de ninguna manera a la ciencia o al saber, sino a la posibilidad de que un médico tome como rehén tu propio cuerpo y tu propia salud. Tendríamos que, pienso, reflexionar al respecto de lo que es una enfermedad social y una enfermedad individual. Espero que este libro lleve a reflexionar a las personas y a diferenciar lo que es una enfermedad corporal, obviamente contagiosa y maligna, de lo que es la enfermedad del individuo; la libertad que tiene para enfrentar desde su propia concepción de la muerte, desde la información y el temperamento propios, al mal.

¿El miedo individual y social al que nos ha llevado la pandemia de coronavirus?

—En La peste, de Albert Camus, los gobernantes se aprovechan justamente de la peste, en la ciudad de Orán, en Argelia, para ir reduciendo la libertad de los ciudadanos, amplían su poder a partir del temor. Cuando releí La peste, y lo hice después de terminar Stevenson, inadaptado, me di cuenta de que hay ese tipo de relaciones en las que nos revelamos, como en La peste, no tendríamos que ceder tan fácilmente al miedo, el miedo es un mal mayor del propio virus, si le entregas la voz y la autoridad a los expertos estás también reduciendo los espacios de libertad que tienes para pensar.

EL LIBRO 

"En este país enfermo, el coronavirus es poca cosa": Guillermo Fadanelli
"En este país enfermo, el coronavirus es poca cosa": Guillermo Fadanelli

Stevenson, inadaptado es publicado por Literatura Random House (2022). 

"Soy un lector amateur de ciencia y filosofía, conozco mi ciudad y reflexiono al respecto de mis experiencias, no permitiré que ningún experto, ningún gobierno o idea del miedo global limite mi libertad” 

¿Hay una celebración de la Ciudad de México?

—Esta ciudad es ingobernable, los gobiernos son como un maquillaje, un artificio, yo no me estoy refiriendo a nadie en especial ni a ningún partido ni nada, pero esta ciudad se gobierna a sí misma en medio del caos y sobrevive. Mi personaje, de alguna manera, lo expresa a través de sus reflexiones, porque él sabe que en una ciudad o en una sociedad que no ha logrado establecer una idea de justicia, una idea del bien común, en una sociedad donde se habla demasiado, pero las acciones que influyen en la vida cotidiana son un tanto invisibles, este personaje se da cuenta que el Covid puede representar un mal artificial, una especie de cortina de humo, y ese es un mal que se añade. Soy un lector amateur de ciencia y de filosofía, pero sobre todo conozco mi ciudad y reflexiono al respecto de mis experiencias, no voy a permitir, de ninguna manera, que ningún experto, ningún gobierno, ninguna idea del miedo global limite mi libertad, por ello diría, aunque suene desmesurado y también un tanto grandilocuente, que es una novela encaminada hacia la defensa de la libertad individual.

Vivimos en con un miedo social en este país que está lleno de enfermedades sociales, de violencia, asesinatos de mujeres, inseguridad

-Efectivamente, el virus de la globalización, el coronavirus, es una enfermedad menor comparado con las enfermedades sociales que nos aquejan, que son terribles y que parecen insalvables. En un país donde el libre tránsito está vedado porque el temor hace presa de las personas honradas; en un país donde las instituciones —que son las únicas capaces de relacionar la tradición con el presente en pos de una justicia social— están siendo criticadas y lastimadas, en un país con los asesinatos a periodistas, la constante vejación a las mujeres, la colosal diferencia entre los ricos y los pobres y la ausencia total de equidad económica, en una sociedad donde la democracia son solamente votos y no un concepto del bien, pues evidentemente el coronavirus es poca cosa. Este país está enfermo, nos sobran palabras y nos faltan buenas acciones. El futuro es un hoyo negro, es un barril sin fondo.

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¿Es un país enfermo y sin futuro?

—Todas las promesas, los proyectos de bienestar, las ideas de reivindicación social, la idea de un nuevo mundo allí terminará, creo que como sociedad, como reunión entre extraños —que para mí esa es una sociedad, no nada más somos ciudadanos quienes estamos de acuerdo, lo somos también quienes estamos en desacuerdo—, tendremos que esperar muchas décadas para los cambios políticos requeridos, pero sobre todo para la construcción de una idea de progreso mucho más moderna, más heterodoxa y más tolerante. No necesitamos guías, necesitamos instituciones.

A mi edad, desde que era un niño he escuchado promesas por parte de todo tipo de personajes y héroes salvadores de la Patria y, sin embargo, veo un país cada vez más agotado en su capacidad de justicia. Frente a esas enfermedades, el Covid —y que me lo perdonen los lectores— me parece muy poca cosa. Cuando soy testigo de secuestros, de que en el transporte público los jóvenes que van desde el Estado de México a escuelas en la ciudad y que son asaltados constantemente, cuando además te percatas de que una enfermedad así ha lastimado mucho más a la población más pobre, entonces tienes que reflexionar en dos direcciones: la primera, en que el miedo por una enfermedad o un virus, de alguna manera imprevisto y desconocido, no limite tu libertad individual ni le permita a nadie destruirte como ente o persona crítica y reflexiva; y segunda, que el país en el que vives, eternamente enfermo y eternamente en crisis, no consigue todavía reconstruir las instituciones que se requieren para un futuro menos áspero.

"Desde que era niño he escuchado promesas por parte de todo tipo de personajes y héroes salvadores de la patria y, sin embargo, veo un país cada vez más agotado en su capacidad de justicia”

¿También hay una responsabilidad ciudadana?

—Eso lo observa Mario Stevenson, perdemos demasiado tiempo en la pelea política, en los intereses personales, en luchas un tanto banales, inútiles, cuando tendríamos que construir alianzas pero que partan de que somos diferentes, de que somos críticos, no de que somos fieles ni prosélitos. Yo, un ateo consecuente, que abomino de cualquier iglesia, me molestan los líderes, prefiero la conversación, el acuerdo, la pelea y la discordia crítica, el saberme diferente a los demás, entonces sí podremos conversar, pero mientras se imponga una idea de país, de futuro, de paraíso, institucionalmente, creo que no podremos caminar con firmeza. Me parece terrible y desgraciado que se considere a la cultura y a las artes como una especie de retórica superficial, en vez de sopesar como fundamento para vivir mejor, como estímulo para la imaginación y la crítica.

¿Crees que hay por la ciudad una abundante presencia de inadaptados, de Marios Stevenson pateando la ciudad?

—Andan caminando, bebiendo, charlando, creo que una cofradía de inadaptados superaría por mucho al Congreso de la Unión, pienso que el ser un inadaptado y ser consciente de ello estimula la tolerancia porque si los inadaptados como Stevenson conversan entre sí, ellos están construyendo sociedad, país y comunidad. Mucho más que la de aquellos que supuestamente coinciden y mantienen una misma ideología, mucho más que aquellos que dividen o polarizan al país entre malos y buenos. Una reunión de inadaptados no sería una mala opción para encaminar esta sociedad hacia mejores rumbos.

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