“Cuando la producción institucional se retiró de la actividad preponderante que tuvo, lo que vimos, a lo largo de este tiempo, fue que el Efiteatro se erigió como la política principal de apoyo a los proyectos independientes, pero con vicios que son de origen”, afirma Mario Espinosa, director de la Organización Teatral de la Universidad Veracruzana, quien ha participado en proyectos con el estímulo fiscal Efiteatro. Sus declaraciones se relacionan con una crítica colectiva reciente, la de decenas y decenas de creadores escénicos que en redes sociales criticaron el funcionamiento de los Efiteatros, enlistaron sus experiencias y cuestionaron lo que debe cambiarse en el que se ha convertido en uno de los principales apoyos para el teatro en México.
Tienes vicios de origen, dice Espinosa, porque plantea una serie de condiciones debatibles. Como que la decisión, al fin y al cabo, de financiar o no financiar dependa de entidades privadas, dice y subraya otros vicios más: la necesidad de tener contacto con empresas y el hecho de que haya un intermediario entre empresas y proyectos. “Al irse hacia atrás la producción institucional directa y aumentar demográficamente quienes hacemos arte, lo que ha habido es una explosión de solicitudes. Por varios motivos es una herramienta en crisis que hay que revisar. No puede ser la herramienta principal, no puede privilegiar a unos sobre otros, lo cual depende más de los contactos que del proyecto”, dice.
El tema del gestor o el llamado bróker como una de las modificaciones que se han vuelto vicios es mencionado por la actriz y activista cultural Dobrina Cristeva, que también forma parte del Movimiento Colectivo por la Cultura y el Arte de México (Moccam): “Pensamos que parten de un principio en el cual los postulantes a esta convocatoria somos tratados como posibles defraudadores. Pensando en eso, se nos han impuesto reglas y lineamientos que se han vuelto excesivos. La convocatoria es compleja y nos tratan como posibles defraudadores, en el sentido de que tenemos que demostrar, de entrada, pues cuánto vamos a gastar y en qué lo vamos a gastar. Y el problema no es decir cuánto vamos a gastar y en qué, sino que implica que, digamos, el equipo de trabajo se tenga que sentar a hacer un reparto, diseñar escenografía, vestuario, hacer un diseño sonoro, sin ganar un peso”.
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Cristeva cuenta que hay gestores con los que no trabaja, pero que piden hasta 50% del recurso o que les des crédito de producción: “Piden un porcentaje de taquilla, como si estuvieran metiendo dinero, además que les paguen su comisión”.
Una solución propuesta contra la existencia de esta figura es la creación de una bolsa ciega general. El dramaturgo Hugo Alfredo Hinojosa lo subraya: se eliminaría la figura del bróker. “De otra forma, se sigue dándole pie a un sistema de corrupción. Por desgracia, que por la misma mecánica cultural hacendaria, decae en corrupción”.
Espinosa agrega: en muchos países, al gestor, en teoría, cuando existe, se le reconoce un ingreso de alrededor de 5%. “Hoy la existencia del bróker sería ilegal, técnica y legalmente. Pero lo cierto es que el corredor existe y no está controlado. Por eso muchos brókers abusan”.
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Otra problemática es enlistada por Samuel Sosa, miembro del Colegio de Productores de Teatro: “Hay que liberar los topes, tanto los 2 millones de pesos por proyecto como la bolsa global anual deberían estar amarradas a la inflación, de tal forma que se actualicen de manera automática cada año tanto la bolsa global como el máximo permitido por proyecto. Eso es muy realizable. En algún momento la conversación se enfocó a que se pusiera en UMA (Unidad de Medida y Actualización) y no en pesos”.
Para el actor y director Fernando Canek, uno de los grandes problemas es que el Efiteatro se concibió como un recurso para ayudar a pequeñas empresas teatrales y “vincular aportantes del sector empresarial, que de otra manera no serían mecenas de las artes, porque hay otras formas en las que pueden ellos mover sus impuestos, otros programas gubernamentales. Por desgracia, ya es un programa que se ha modificado de tal manera y se ha hecho como un solo recurso donde personas con miras artísticas también quieren tener acceso a bolsas más holgadas, pero que no tienen la posibilidad de financiar sus puestas porque los aportantes no les ven viabilidad para que esa sea la razón por la que van a desglosar impuestos”.
Los entrevistados coinciden en que los montos ofrecidos son insuficientes. Sosa lo precisa: hasta recién el año pasado la bolsa total máxima subió a 200 millones de pesos, y afirma que muchos otros programas que formaban parte de un ecosistema de producción han venido desapareciendo y por ello recae tanta tensión sobre el estímulo fiscal: “Eso hace un cuello de botella y genera una tensión innecesaria, pero entendible en un solo programa que es este”. Hinojosa propone que, con la creación de la bolsa ciega, las empresas posean un sello que verifique que apoyan las artes; y recuerda que hace décadas, en el teatro se develaban placas de 400, 500 o 600 producciones; ahora el tiempo de vida es de 30 funciones.
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Canek dice que el principal objetivo del gremio debería ser crear grandes audiencias: “El público mexicano puede sostener el teatro, pero ha habido una escisión de visiones donde los hacedores de teatro quieren hacer cosas caprichosas sin tener que considerar al público y el público obviamente no funge como el mecenas que necesitaría la comunidad teatral. Hay muchas excepciones, obviamente, de gente que sabe bien cómo balancear entre el entretenimiento. El Efiteatro debería servir para incentivar pequeños emprendedores y no para hacer una comunidad dependiente, porque hoy el Efiteatro es una droga”.

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