La artística escénica Lorena Abrahamsohn ensambla a partir de ciertos elementos que aparentemente no guardan relación entre sí: la instalación "Metro y medio", de Juan Carlos Henríquez, que permitió recorrer un laberinto traslúcido para encontrarse con el otro —cualquier persona, un desconocido— durante el confinamiento; un texto de Verónica Bujeiro que, a su vez, se inspira en el cuento "No se culpe a nadie", de Julio Cortázar, en el que un hombre muere atrapado por su propio suéter; tres piezas donde la danza y el teatro se hibridan y terminan por conformar una sola obra inspirada en el mito de Ariadna, y una Ariadna que quizá teje, a la manera de una posibilidad, ese  suéter sin salidas o el laberinto que cohesiona la obra.    

En el principio, fue la instalación de Henríquez, que surge, en uno de los momentos más difíciles del confinamiento, con la intención de ser un espacio de contacto dentro de la caja negra del Centro de Exploración y Pensamiento Crítico (CEX) de la Universidad Iberoamericana. En los 100 metros cuadrados, sus túneles de plástico PET y su atmósfera sonora y lumínica, sólo dos espectadores pueden pasar al mismo tiempo, ingresando por accesos diferentes, cuenta Abrahamsohn: "Cada persona hace su trayecto y, a lo largo de las paredes traslúcidas, ve lo que hace el otro. Al final, las dos personas coinciden, frente a frente, en un cubo de luz —al que llamamos, casi sin querer, el lugar sagrado—, separados por una membrana plástica tan delgada que no les permite tocarse, pero sí experimentar, por ejemplo, cierta sensación de la piel de la otra persona".

Mientras no era posible entrar en contacto directo con los familiares, en "Metro y medio" hubo gente que sólo sostuvo la mirada del otro, sin ninguna otra pretensión, y personas que se desnudaron y se abrazaron.

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Cuando las medidas del confinamiento se fueron reduciendo, las posibilidades  de "Metro y medio"   también se mostraron, más allá de la instalación por sí misma. Pero no con la idea de delimitar la pieza a lo escenográfico, sino de utilizarla como una parte vital de la obra. Entonces, el CEX convocó a un grupo de artistas para intervenir la pieza sólo a nivel conceptual, sin modificarla y con un elemento añadido: inspirarse en el mito de Ariadna.

De esta convocatoria quedaron elegidas, después de un proceso de deliberación ciego, tres obras de danza y teatro: "Coincidencias", "Rastros" y "La búsqueda", dirigidas por Patricia Gutiérrez, Erika Méndez y Adriana Bautista Jácome, respectivamente; obras que tuvieron una temporada el año pasado.

"Aprovechamos esas coincidencias y, si me apuras, las disidencias también para proponer esta hibridación que se convirtió en ´La casa de Ariadna´, cuyo título parte del mito de Ariadna y el minotauro. Las tres piezas tienen una temática similar, incluso de ida y vuelta, ya que alguna puede dirigirse a una idea y otra hacia la opuesta".A pesar de ser una obra en la que la danza predomina, hay un punto de partida narrativo: el ya mencionado texto de Bujeiro que se inspira en el cuento del hombre que no puede salir de su propio suéter."En algunos momentos, la propuesta lumínica y visual hace prácticamente magia frente a los ojos del espectador. Hay momentos donde el público se va a preguntar si lo que acaba de ver, algo físicamente imposible, es verdad", detalla  Abrahamsohn y concluye que aunque todos los elementos de los que bebe "La casa de Ariadna" suenan crípticos, ya en escena no lo son.

"Esta obra es un apapacho. Es la manera de decir que sobrevivimos", concluye.

La producción general es de Evangelina Sosa y en el elenco están Roberto Sosa, José Ortíz, Diego Martínez Villa, Erika Méndez y Laura Ruiz Mondragón.

La entrada a la obra es libre y puede verse hasta el 8 de julio (viernes, a las 20:00 horas; sábados, a las 19:00 horas) en la caja negra del CEX (Revolución 1291, Alpes), pero hay que registrarse previamente en la página .

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