La popularidad con la que cuenta actualmente el Museo Universitario del Chopo no es una casualidad. Históricamente, el edificio que alberga al recinto, ubicado en el número 10 de la calle Enrique González Martínez, en la Santa María la Ribera, ha sido un referente artístico en 120 años de existencia.
Desde su arquitectura estilo Jugendstil alemán, y al ser hogar del Museo de Historia Natural de la UNAM de 1929 a 1964, el Museo del Chopo es un referente del arte contemporáneo mexicano y un espacio de exhibición y estudio para las culturas populares y urbanas, lo que se contrapone con el discurso gubernamental actual que afirma que se volteó a ver a la cultura popular apenas empezó el sexenio pasado.
Fue el 25 de noviembre de 1975 que el Museo del Chopo abrió sus puertas, primero con una programación enfocada a seguir su vocación científica, y ya en 1980, gracias a las gestiones de Ángeles Mastretta y Jorge Pantoja, adquirió un carácter musical, lo que provocó su apertura a la contracultura mexicana.

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A través del punk y el rock y sus representantes y seguidores, el Chopo comenzó a ser punto de reunión para los marginados, ya que en la década de los 80 el rock se replegó hacia lo under debido al rechazo del gobierno. Sin embargo, Mastretta junto a otros intelectuales de la época orientaron al Chopo para ser hogar de las disidencias, que acogieron a la diversidad sexual, las artes experimentales (como el performance) y a la cinematografía, el activismo, entre otras expresiones.
Por los 50 años de vida del Museo del Chopo, la dirección de CulturaUNAM ha desplegado una serie de actividades, una de las más representativas es la exposición Era un árbol y se convirtió en un bosque, que muestra piezas de la colección artística del museo, además de documentos y archivos (del Centro de Documentación del Chopo) que muestran la historia del recinto y su relación con los grupos contraculturales y la comunidad.
Un árbol que se transforma en bosque
La exposición está conformada por un poco más de 450 obras y documentos, que dan cuenta de lo más representativo que ha presentado el museo en medio siglo de vida. Desde pinturas, esculturas, y un gran número de documentos, la exhibición se divide en núcleos que abordan la contracultura y la música, las artes experimentales, la vocación por la cultura LGBT+ y la vinculación con la comunidad.

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“No es una narración cronológica, lo que quisimos hacer aquí fue mostrar parte de los momentos más importantes, pero también cómo esos momentos están resonando constantemente en el museo, cómo genera una red de proyectos, de formas, de prácticas artísticas o políticas y eso, aunque surgió en un cierto tiempo, constantemente está volviendo al presente”, señala Carlos Gasca, cocurador de la exhibición.
La muestra recupera uno de los momentos tal vez menos conocidos del recinto, el tiempo en que estuvo abandonado luego de albergar al Museo de Historia Natural. “Hay momentos cronológicos muy específicos, en la parte inicial hace referencia al momento previo del museo luego de ser el Museo de Historia Natural, hay una pieza de video que hace referencia cómo el museo estuvo abandonado, y luego como fue la inauguración, ese primer día como el Chopo”, detalla Gasca.
Respecto al Centro de Documentación que nutre al museo, Gasca señala que hoy cuenta con más de 30 mil documentos, de los cuales se seleccionó una parte para la exhibición, pero que estará en rotación con distintos grupos de archivos para darle dinamismo a la muestra.

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La parte archivística está al final de la muestra para no dejar al espectador con la sensación de final, sino de seguir explorando la historia en los archivos. “Queremos invitar a la gente a generar sus propias lecturas de la historia del museo, eso puede ser a partir de la documentación, no en un sentido tan curado, sino señalar que existe, que ahí está, y es que eso implica cómo otras historias pueden llegar y que no podemos ver, pero se pueden construir”.
La música, el performance y la diversidad
Otro de los núcleos de la exhibición es precisamente la relación que ha tenido el museo con la música, especialmente con el rock y con la contracultura. Fue en 1980 que el museo abrió sus puertas para dar difusión a bandas de rock, goth y punk emergentes, ya que en esa época los únicos lugares para conocer estas expresiones eran los hoyos funky.
En esa línea fue que se instaló en el museo una feria de discos y libros dedicada al intercambio de vinilos de música rock y otros géneros de corte contracultural, así como literatura también de esa línea.

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Debido al auge de los certámenes de rock y de la feria, fue que el rector de la UNAM de ese momento, Octavio Rivero, ordenó remodelar el edificio para dar mejor espacio a los conciertos y concursos.
Cabe destacar que dentro de esos certámenes desfilaron figuras que luego se convirtieron en referentes del rock mexicano, como El Tri, Botellita de Jerez y Las Insólitas Imágenes de Aurora, hoy Caifanes.
La feria, tras diversos procesos y lugares, se convirtió en el Tianguis Cultural del Chopo, hoy ubicado en la colonia Guerrero, que mantiene parte de esa tradición de venta e intercambio de productos relacionados con la música contracultural.

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“Hubo un diálogo con los compañeros del Tianguis Cultural del Chopo, nos prestaron material para la exposición y sí estamos pensando en cómo colaborar ya de forma más directa a través de los programas públicos de la exposición”, apunta Carlos Gasca.
En la exposición se incluye una serie de casetes con distintas grabaciones, algunas de ellas musicales, que pueden ser consultadas por los visitantes.
Otro núcleo destacado es el performance, arte del cuerpo y momento que tuvo un lugar importante en la historia del Chopo. “Fue importante para el museo en los 90, año en que se gestó el primer mes dedicado al performance. A partir de 93 comenzó y de aquí despegó lo que sucedió en otros museos como en el Ex Teresa y en la Bienal Internacional de Poesía Visual”, cuenta el curador.

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En los registros de la muestra se incluyen los carteles del Festival Performagia, impulsado por el artista Pancho López, y que cuenta con bastante material fotográfico, así como documental.
El Museo también fue hogar de las disidencias sexuales en décadas en que eran sumamente rechazados, incluso albergó la Semana Cultural Lésbico-Gay, que se transformó en el Festival Internacional de la Diversidad Sexual. “Se trata de demostrar que (la sexualidad) en ese momento era algo súper urgente, no es que esté resuelto, hoy es diferente, pero se han transformado los derechos y el Chopo tuvo que ver en ese cambio”, dice Gasca.
Sobre la colección artística, Karol Wolley detalló que su acervo se integra por 367 piezas, entre pintura, escultura, fotografía y collage.
Algunos artistas destacados de esa colección son Helen Escobedo, Magali Lara, Manuel Felguérez, Rogelio Cuellar y Daniela Edburg, entre otros artistas. Para la muestra fueron elegidas 54 piezas.


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