La presencia del padre es el punto de unión entre (Ciudad de México, México, 1979),"Ejercicios de respiración" y "El Estado empresario mexicano", publicados por Ediciones Era en un sólo volumen que se presentó en la Librería Sándor Márai hace un par de semanas. Por ejemplo, "Nirvana", último poema de "Ejercicios de respiración", fue escrito un día después de haber dejado sus cenizas en Celaya, su ciudad natal.

"Es de alguna manera el puente, el paso, no solo entre un libro y otro, sino entre la vida y la muerte y viceversa. En circunstancias muy distintas, por supuesto, formales, lingüísticas, pero también creo que es importante ver cómo en uno el padre es una figura más de este teatro de voces ante la ansiedad, y en el segundo tiene pleno dominio. El padre aparece como la figura central, y por supuesto que en ello tienen mucho que ver varias lecturas que me han acompañado desde hace tiempo y que me sirvieron enormemente para no sólo pensar, sino problematizar mi luto propio", afirma Bravo Varela, en entrevista, y cita las "Coplas por la muerte de su padre", de Jorge Manrique, "que aparece citado, de alguna manera, al inicio del segundo libro"; "Algo sobre la muerte del mayor Sabines", de Jaime Sabines; el "Diario de duelo", de Roland Barthes; "Una muerte muy dulce", de Simone de Beauvoir; "Patrimonio: una historia verdadera", de Philip Roth y "Una elegía", de Mirta Rosenberg, "que al mismo tiempo que es un poema sobre la muerte de su madre, es un poema donde ella —una—, hace un acto de elección: elegía. Son libros que me han marcado profundamente, no solo como lector y como escritor, sino en particular como escritor de una elegía. En fin, con este piso de lecturas y muchas otras que vinieron, más bien, de la biblioteca de la memoria familiar y personal, fue compuesto el segundo libro", afirma.

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Hernán Bravo Varela, escritor.
Foto: EL UNIVERSAL / Fernanda Rojas
Hernán Bravo Varela, escritor. Foto: EL UNIVERSAL / Fernanda Rojas

Pero el primer libro también es, continúa, una pesquisa personal en torno a la respiración y una especie de investigación sobre lo que puede y no puede decir la palabra en torno a momentos críticos, parteaguas de la vida: "Lo fascinante del proceso es cómo la maquinaria del poema nos devuelve necesariamente esa autonomía total, intransferible, de la lengua, más allá de los designios y de los actos volitivos que pueda proponer el poeta y que generalmente el poema desea hacer a un lado para atravesar su propio camino".

El título del segundo libro, "El Estado empresario mexicano", proviene del título de la tesis de licenciatura del padre de Bravo Varela en la Escuela Libre de Derecho. "El título, digamos, ampara una serie de poemas en verso y en versículo, pero más tendiente hacia el versículo, por su extensión y también por su muy particular partitura. Es, por supuesto, una elegía a la muerte de mi padre, José Antonio Bravo González, quien murió hace nueve años. El libro da cuenta, a través de numerosas voces y numerosos registros, de esa relación".

Una relación —continúa— con el objetivo de acercarse más a los registros de la música del habla para convocar, así, el presente e invocar al espíritu de su padre, "a través de estos aterrizajes o de estas interacciones en lo oscuro de una muerte que, por supuesto, se lleva no solo el cuerpo sino la voz. De ahí la importancia fundamental y testimonial de la poesía, pero no a partir, insisto, de una historia o de una anécdota o de un anecdotario, de una serie de historias que pueden adaptarse al verso, sino que todo el tiempo quieren hacer una presencia particular en la página en blanco. Entonces, es una elegía que trata de trabajar con ese núcleo verbal que tiene que ver con el habla y dado que el habla de mi padre, como el de todas las personas que en el mundo han sido y serán, es insustituible de las otras. Fue mi búsqueda, mi necesidad, tratar de darle a esa voz un espacio siempre muy particular, definido por todo lo que no se dice y por lo que queda sugerido. La voz evocada de mi padre, un habla, una realización particular de la lengua están retratadas ahí no sólo a manera de una simple y llana reproducción, sino de un trabajo entre lo que la distancia física temporal nos sacude a los vivos, y por supuesto lo que el lenguaje del ausente, como lo llama Freud, tiene para decirnos a los que temporalmente seguimos aquí".

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El poema o ciertos poemas elegíacos, más precisamente, son descritos por Bravo Varela como trabajos de Orfeo, quien descendió a los infiernos en busca de la persona que ama. "Es intentar bajar al inframundo, que pudiéramos caracterizar como el olvido, la separación, la muerte, y tratar de rescatar a quien se ha ido para siempre y que terminará de irse para siempre".

Pero inevitablemente, dice, nuestro instinto nos hará voltear, violando la primera regla de los dioses. En el contexto de la escritura de una elegía, indaga cuál sería el resultado. ¿Un objeto que se ha convertido, ahora, en la sombra del poema?, se pregunta: "Y cada vez que lo leemos, evocamos esa sombra que no volverá a tener cuerpo a no ser que la articulemos a través de nuestra lectura. El poema no sólo es un rito de encantamiento, no sólo es ese descenso al inframundo de la muerte y del olvido, sino un intento por recuperar lo que nunca tuvimos a través de palabras que saben, como también decía el poeta René Char, más de nosotros de lo que nosotros mismos sabemos".

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melc

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