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Vicente Rojo nunca le había hecho un homenaje a su padre, el ingeniero Francisco Rojo Lluch, que llegó a México en 1939 en el barco Ipanema, junto como cientos de republicanos españoles que fueron expulsados de su patria; hoy, a 80 años de la llegada del exilio español a México, Rojo creó una serie de 32 collages de pequeño formato que forma parte del ciclo Legado del exilio español en México, organizado por El Colegio Nacional, que incluye diálogos, conferencias y charlas.

“Yo la pensé como una especie de homenaje cariñoso a mi padre; pensé en una serie de piezas a partir de imaginar, porque él no hablaba mucho ni de la guerra ni de su viaje a México en 1939, llegó sólo, yo llegué aquí 10 años después, a los 17 años; él era un admirador y un entusiasta de México y obviamente su admiración mayor era por el presidente Cárdenas”, cuenta el artista que dice ser “mexicano de principio a fin”.

La muestra Vicente Rojo. 80 años después. Cuaderno de viaje de Francisco Rojo Lluch en el vapor Ipanema. Burdeos- Veracruz, junio- julio de 1939”, que será inaugurada el próximo jueves a las 18 horas en el marco del ciclo que coordina Adolfo Martínez Palomo —y en el que participan Juan Villoro, Julia Carabias, Javier Garciadiego, José Sarukhán, Silvia Giorguli, Enrique Villa y Francisco Bolívar Zapata— trata de imaginar el viaje que hizo su padre.

“Traté de pensar y de idear esos días, me ayudó mucho que Mónica López Velarde y Vivian Cárdenas me contaran que en el barco, el conjunto de republicanos que venían de distintos partidos políticos habían hecho un diario, no sé cómo en esas condiciones del barco podían hacer seis u ocho páginas en mimeógrafo donde contaban qué era México, qué situación tenían. Eso me dio una buena idea de cómo podía armar las obras”, señala Rojo, quien se siente feliz de inaugurar con esta exposición la galería que tendrá El Colegio Nacional.

El artista cuenta cómo fue el proceso de composición en 32 cuadros de pequeño formato, cómo intentó tratar de recuperar o de hacer esa historia de manera visual y también de manera narrativa, porque se pueden leer tres páginas completas del diario, dos de la salida y la de la llegada a Veracruz.

“Así se fue armando todo el proyecto, y luego fui inventando cosas, tratando de reproducir cosas que podrían haber ocurrido y que obviamente mi padre que era ingeniero no hubiera hecho. Primero aparece la ciudad de Burdeos, imagino con un collage y 20 mil cositas la aduana de Burdeos, la lista de pasajeros, traté de hacer la popa, la cubierta, la sala de máquinas, todo eso totalmente imaginado”, dice Rojo, quien también incluye las imágenes de una luna llena, una lluvia de estrellas, el paso del barco por Finisterre, el primer faro en Campeche y la llegada a Veracruz.

La muestra termina con la ficha de entrada de Francisco Rojo Lluch a México, con su fotografía. Esta muestra es el homenaje que Rojo no le había hecho a su padre.

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