Las selvas del departamento colombiano del Guaviare guardaban hasta hace pocos años insospechados tesoros, representados no en lingotes de oro, sino en miles de pinturas rupestres que pueden tener -en algunos casos- hasta 12 mil años de antigüedad y que se han convertido en uno de los mayores atractivos turísticos de esta región que fue marcada por el conflicto armado interno.
Pictografía rupestre colombiana. Foto: EFE/ Carlos Ortega
Los milenarios artistas escogieron como lienzo las paredes de los tepuyes , mesetas abruptas de cimas casi planas, para plasmar venados, serpientes, representaciones del Sol , de la Luna y otros aspectos de la vida diaria y la naturaleza.
Esos pictogramas, de los que hay más de 70 mil y que todavía no se conoce con certeza quiénes los plasmaron, son materia de investigación y de leyendas sobre lo que fue este lugar que alguna vez hizo parte del supercontinente Pangea , el cual comenzó a desgajarse en lo que son los continentes actuales hace millones de años.
Uno de esos lienzos, que son una ventana al pasado y se constituyen en las delicias de arqueólogos y turistas, está en el caserío Nuevo Tolima , al que se llega en automóvil después de recorrer 75 kilómetros desde San José del Guaviare , la capital departamental.
Las pinturas de Nuevo Tolima hacen parte de La Serranía de La Lindosa , de gran importancia para el patrimonio arqueológico de Colombia , porque es uno de los lugares con mayor concentración de arte rupestre en el mundo y por las evidencias arqueológicas de las interacciones prehispánicas entre diferentes pueblos de la Amazonía y la Orinoquía .
Pictografía rupestre colombiana. Foto: EFE/ Carlos Ortega
También, por la relación entre estos pueblos y el entorno natural que se han encontrado allí y por estar directamente conectada con el Parque Nacional Natural de Chiribiquete , incluido por la Unesco en la lista de Patrimonio Mundial de la Humanidad .
"Esto es lo más bonito que he visto. Saber que se puede viajar, ver los dibujos, conocerlos y disfrutarlos es algo que difícilmente se puede hacer en otra parte del país o del mundo", dice Rosita Garzón, que hace parte de un grupo de diez personas que visitan el lugar en compañía de un guía de la zona que los ayuda a pasar los accidentes del terreno y les explica lo que se sabe del lugar.
Para poder admirar el arte rupestre de Nuevo Tolima es necesario no haber agotado la capacidad de asombro ni de observación, porque a cada paso que se da en búsqueda del pasado la vista no alcanza para cubrir el gigantesco tapete verde que forman milenarios árboles y rocas en las que se esconden coloridas aves, ruidosos monos y otros animales.
Para llegar al sitio de las pinturas, que están en un "lienzo" de unos ocho metros de alto y al menos 20 de ancho, se deben recorrer varios kilómetros de terreno plano y luego ascender por la ladera de montaña. Se respira rápido y el corazón palpita todavía más rápido.
El sendero de la montaña está demarcado por caminantes que antes han visitado el lugar y que han admirado pequeños cauces de aguas cristalinas, enormes árboles de gigantes raíces que se abrazan a las piedras para sostener y buscar el alimento que escasea en este suelo ácido.
Pictografía rupestre colombiana. Foto: EFE/ Carlos Ortega
Superadas estas bellezas adornadas con musgo verde y raíces de varios colores -verdes, naranjas, blancas y cafés- se llega a "la tierra prometida": los pictogramas.
"Las pinturas tienen similitud con otras que están en otras zonas del departamento del Guaviare. Los pictogramas, pintados con sustancias minerales y óxidos de hierro , reflejan la cotidianidad de nuestros antepasados", explica uno de los guías.
En esas piedras hay pinturas de venados, jaguares, culebras, aves y otros animales de la región que por el paso del tiempo han ido perdiendo el color y la nitidez.
Los dibujos, entre los que hay representaciones de bailes y posiblemente escenas de caza, manos humanas y otras de las que no se conoce su significado, arrancan desde la base de la piedra y suben hasta unos ocho o 10 metros de alto.
"No sabemos cómo hicieron para llegar a esa altura y poder pintar. Se dice que utilizaron el método de 'escalera humana' -es decir unos subidos sobre los hombros de los otros iban pintando-, que utilizaron alguna especie de andamio y que incluso tejieron bejucos para, desde la cima de la montaña, bajar por ellos y pintar", profundiza el guía.
Como haya sido, dice Juan Carlos Rodríguez, otro de los turistas que se aventuró a conocer el lugar, "la gente trató de pintar lo que veía y la forma en que vivía, y sería muy interesante que los arqueólogos pudieran explicarnos más acerca de todo este mundo maravilloso que se desarrolló acá hace miles y miles de años".
melc