Entre las publicaciones más populares en Alemania en el siglo XIX, no resultaba la menor Das Pfennig-Magazin. El librero parisino Martin Bossange la fundó en 1833 y uno de sus animadores fue J. J. Weber. Su modelo era la gaceta inglesa Penny-Magazin of the Society for the difussion of useful Knowledge, creada por Lord Brougham.

Das Pfennig-Magazin se publicaba los sábados y, según refiere Brigida von Mentz en México en el siglo XIX visto por los alemanes, “ofrecía a sus lectores artículos pequeños, relatos cortos de las ramas de ciencias naturales, la técnica y, sobre todo, de zoología, botánica y geología. Pero además se presentaban, en lenguaje claro, fácil y sobrio, casi seco, descripciones de ciudades, retratos de gobernantes y hombres de Estado europeos, novedades etnológicas, arqueológicas y de historia religiosa”. Imprimió 35 mil ejemplares de su primera entrega y su tiraje se acrecentó constantemente. En esos tiempos, el tiraje de la prensa diaria no sobrepasaba, por lo general, los 2 mil ejemplares.

Entre los artículos que publicó hubo alguno sobre las minas de plata y “El oro y su uso” basados en el Ensayo sobre la Nueva España de Alexander von Humboldt, otro sobre el cacao, otro sobre la vainilla, otro sobre la cochinilla que “produce un hermoso color rojo, llamado carmín, y se utiliza como tinte de telas, por lo que es uno de los productos de comercio más importantes de nuestros tiempos y por eso también merece con razón que se le considere con más exactitud”. El artículo termina mencionando los intentos hechos en Alemania para cultivar cochinillas en invernaderos.

No era la única publicación en la que se escribía acerca de México. Charles Sealsfield, que se llamaba Carl Anton Postl, era austríaco y está enterrado en el cantón Soleura, en Suiza, arriesga en una novela, Der Virey und die Aristokraten (El virrey y los aristócratas), la trama de un negociante y hereje inglés que domina al virrey porque está interesado en el poder económico que puede propiciar el país y se detiene en las cosechas de cochinilla en Oaxaca, las cuales han decrecido porque muchos trabajadores se habían unido a la insurgencia.

Brigida von Mentz sostiene que “el minerólogo Friedrich Trangott Sonnenschmid, que descubrió un yacimiento de ópalo cerca de Tolimán, fue el primer alemán que escribió sobre México en el siglo XIX”.

Desde la Conquista, diversos alemanes han estado en lo que todavía llamamos México y algunos de ellos han deparado diversas visiones de un país que todavía en estos tiempos hay quien considera “exótico” —incluso algunos mexicanos. Quizá algunos de esos viajeros no dejan de parecer asimismo “exóticos” e “insólitos” de diversas formas.

Carl C. Becher, por ejemplo, era el enviado de la Compañía Renana Indoccidental de Eeberfeld y publicó el libro Cartas sobre México con las cartas que le enviaba puntualmente a su esposa. Carlos de Geralt, ha escrito Martha Poblet, ensayó el cultivo de la vid en California, de donde procedía su conyuge. Becher probó el vino que produjo “y le pareció excelente, aunque un poco fuerte para tomarse ‘sin bautizar’”. Carl C. Sartorius intentó fundar una colonia agrícola en Veracruz de la que ha quedado más que el recuerdo y escribió un libro, México hacia 1850, que se editó con ilustraciones de Johann Moritz Rugendas.

Recientemente la editorial Herder ha recreado en español la primera edición de Apuntes sobre México, del conde Harry Kessler. En la introducción, Héctor Orestes Aguilar se ha detenido con lucidez erudita en el conde Harry Kessler: Un aristócrata viajero, conocedor de economía, jurisprudencia y arte, autor de una biografía de Walther Rathenau, diplomático, bibliófilo y editor, amigo y, a veces, colaborador de Hugo von Hofmannsthal, Gerhart Hauptmann, Rainer Maria Rilke, Edward Munch, Auguste Rodin, Max Reinhardt, Richard Strauss.

Los forasteros suelen advertir con mayor agudeza las peculiaridades de un lugar. El conde Harry Kessler prescinde de su guía y se abandona al azar. Descubre “la violencia de los colores y la luz tropical” y que la arquitectura también está hecha de esa luz. Con un gusto educado en viajes, arte, música y literatura comprende la arquitectura, el paisaje, la arqueología. Se interesa por la psicología del hombre tropical, al que considera “fuerte, pero no saludable”. Cree que “la pereza del sistema nervioso es uno de los hechos que más influyen en la psicología del mexicano” y que “la apatía y la pasión alternan aquí de un modo abrupto”. Con agudeza advierte la política mexicana; “puramente personalista”.

Sin prescindir del conocimiento de la historia, se confía a sus observaciones cotidianas porque es un diario de viaje hecho de sensaciones, de pensamientos circunstanciales, de asombros, de desavenencias, de ilusiones, de azares. La lectura de este libro permite más que imaginar ese viaje.

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