La rivalidad, el odio deportivo debe existir. Lo políticamente correcto es aburrido y hace que el futbol se mueva bajo una bandera de hipocresía. Ayer Santiago Baños , presidente deportivo del América , fue contundente en su concepto: “Me gusta ver a Chivas abajo”, declaró para Fox Sports,

y hace bien.

Entre América y Chivas hay polarización evidente, no hay matices, aunque en los clásicos, también hipócritamente y por ser correctos, aseguran que en el deporte hay rivalidades, no odios, concepto mentiroso y absurdo.

Claro que existe el odio entre ciertos equipos y eso no tiene nada que ver con fomentar la violencia, no confundir por convivir. Odio recíproco entre Yankees y Red Sox, como lo hay entre el Real Madrid y Barcelona , o River y Boca . Los del Inter no pueden ver ni en pintura a los del Milan y en Chicago pasa lo mismo cuando tienen frente a ellos a los Empacadores de Green Bay, o los Tigres a los Rayados . Es decir, no es exclusivo del futbol; en todas la ligas profesionales existe un marcado odio entre franquicias y eso es lo que le da un sabor maravilloso al deporte.

Por eso Baños tiene razón, no hay un americanista que se jacte de serlo que no goce el momento tan gris de Chivas , como no existe un aficionado de verdad al Guadalajara que no disfrute las derrotas del América. Estar declarando en tono queda bien solamente le hace daño al deporte, porque esto a niveles profesionales se trata de ganar, no de desearle lo mejor al odiado rival.

La identidad que le ha dado Miguel Herrera al América junto con Baños es de admirarse. No son de los que busquen mercenariamente estar donde sea con tal de ganar dinero, hay concepto claro y conciso, y si bien es válido para un profesional ser considerado por otro equipo, mientras estén donde se identifiquen así, son válidas y comprensibles esas declaraciones.

Los valores se han perdido por el dinero. Pocos futbolistas existen bajo el modelo Leo Messi, que desde donde se desarrollaron como profesionales hasta su retiro no se cambiarán las camiseta. Pero eso no implica que la decencia impere y no traicionen a quien los arropó durante años, como pasa con algunos jugadores que descaradamente van de un polo a otro sin importarles la ideología. En fin, esos mercenarios no son importantes y por supuesto que su carrera será desechable.

Tenerle miedo a la palabra odio es como el que le tiene miedo al concepto fracaso. Palabras que parecen prohibidas en el deporte aunque existan, sean reales y pocas veces reconocidas por los actores deportivos. Qué mejor que tener una identidad perfectamente reconocida con la playera que defiendes sin importar el “qué dirán”.

Honestidad ante todo. No se puede entender a los aficionados al Madrid celebrar que el Barcelona gane la Champions sólo porque ambos son españoles o a los seguidores de Rafa Nadal celebrar cuando Roger Federer gana Wimbledon o a los que siguen a los Lakers celebrar en la NBA cuando ganan los Celtics.

No hay misterio, quien no reconozca que en el deporte existe el odio, o no está en este negocio o simplemente es un queda bien.

@gvlo2008

gerardo.velazquez@eluniversalbgwire.com.mx

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