Mi primera Carrera del Día del Padre la corrí en 2013, a mis 37 años. Me invitó mi amigo Pepe Hinojosa, quien entonces tenía 59. Siempre he congeniado mejor con gente mayor que yo. Posiblemente se deba a que soy un alma vieja —según me dijo una vidente—, o, tal vez, a mi atracción por las anécdotas, esas que gustan tanto de contar las personas grandes.

Recuerdo bien la expectación. Hasta entonces, únicamente había corrido dos carreras de cinco kilómetros, y hablar de un medio maratón eran palabras mayores, como una conversación de adultos.

Un mes antes, durante la filmación de una de las campañas donde convergieron nuestros caminos, Pepe me preguntó cuánto era lo más que había corrido. No estaba preparado, a lo sumo habría hecho 15. Sin embargo, a decir suyo, sin problema podría completar los 21, y me regaló la inscripción.

Él llevaba varios maratones, medios y carreras de todo tipo. Su productora, de hecho, se encargaba en aquel momento de organizar los Spartan. Cámara al hombro, con casi 60 años, tenis y espíritu de joven, perseguía participantes con el entusiasmo de un novato. No podía evitar compararlo con mi padre, ajeno al ejercicio, y solo pensaba en lo diferente que de repente son las vidas.

El tercer domingo de junio me subí al coche y salí pasadas las 6:00 am. Insurgentes avanzaba a vuelta de rueda rumbo Ciudad Universitaria . La emoción comenzaba a sentirse y los corredores empezaban a bajarse ansiosos de los taxis (todavía no existía aquí Uber) a calentar con sus dorsales en el pecho y sus historias.

Ya sonaba el himno cuando llegué. Arranqué casi al último, delante de la ambulancia y la barredora. Me advirtieron de los 10 kilómetros de regreso, de la subida y lo beneficioso de los geles energéticos. Pero nadie me avisó de las familias que echan porras o del papá que empuja en silla de ruedas a su hijo. Me tocó también ver a un papá y un hijo acabar juntos con las manos en alto.

Crucé la meta rozando las dos horas. El año siguiente hice abajo de 1h40min y, otra, estuve cerca de la hora y media. Ayer compré mi inscripción para este año. Quien corra y este Día del Padre quiera emocionarse, todavía quedan algunos números. Yo pensaré en el mío.

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