Un futuro más igualitario está en nuestras manos: en actitudes, pensamientos, acciones y en la educación que estamos dando a nuestros hijos. Hay una tendencia a que los juguetes y juegos de la infancia perpetúen roles tradicionales de género. Es nuestra responsabilidad como padres otorgar la libertad a nuestros hijos de jugar de acuerdo con sus gustos y no con lo que supuestamente les corresponde por ser hombre o mujer. Impulsemos sus intereses sin prejuicios. Son tiempos para educar alejados de estigmas culturales que limitan su desarrollo.

El juego tiene un papel muy importante en el desarrollo de habilidades de los niños. Se cultivan distintos tipos de inteligencia, capacidades y actitudes que tendrán un efecto en las decisiones académicas y profesionales, así como en las relaciones interpersonales que forjen a lo largo de su vida. De acuerdo con un estudio publicado por IET (Institution for Engineering and Technology), los esfuerzos de mercadotecnia en los juguetes con un enfoque de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas están dirigidos a los hombres. Los juegos ejercen una influencia en el área de estudios que los niños y niñas escogen.

En la educación superior de México se observan disparidades que influyen en el mercado laboral. Por ejemplo, sólo 22% de las mujeres se forma en ingenierías o ciencias tecnológicas, en contraste con 48% de los hombres; 47% de las mujeres está en las llamadas ciencias “blandas”. Lo mismo pasa en el Sistema Nacional de Investigadores (SNI), donde por cada investigadora hay dos investigadores, desproporción que se incrementa en los niveles más altos del sistema. Estas disparidades generan inequidad salarial y, peor aún, pérdida de talento especializado y competitivo.

Tomemos conciencia de los efectos negativos de los juegos y juguetes infantiles basados en ideas arcaicas sobre el género. Muñecas con cuerpos “perfectos” poco realistas, juegos de cocina y sets de maquillaje están dictando la manera en la que una niña se debe comportar. Los bloques, los vehículos, las figuras de acción están desarrollando en los niños otras capacidades como resolver problemas, construir, calcular y definir estrategias. Esto a la larga perpetúa las brechas de género en los distintos ámbitos. Criemos menos Barbies y más científicas. Más allá de esto, otorguemos a nuestros hijos la libertad de elegir.

Basta de dividir toda la concepción del mundo en rosa y azul, que todos los niños sepan que tienen un abanico de oportunidades a las cuales acceder por su esfuerzo y no dependiendo de su género.

No es cierto que las mujeres son malas para las matemáticas y buenas para las actividades de cuidado. Las princesas no necesariamente tienen que ser un modelo a seguir para las niñas y las armas, coches y objetos para construir no son exclusivos para los niños. Impulsemos la igualdad de género cambiando mentalidades, empezando en nuestra propia casa. Tu contribución más grande al mundo no necesariamente tiene que ser algo que haces, sino alguien a quien crías y educas con base en los valores de amor, tolerancia, respeto, justicia y libertad. El género no nos define y no tiene que decidir absolutamente nada por nosotros.

Fundadora de la Fundación Angélica Fuentes

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