Mara fue asesinada porque nadie en México le teme a la ley. Un hombre la arrastró contra su voluntad a un cuarto de motel, la violó, la estranguló y la arrojó en un paraje perdido, a sabiendas de que cada uno de sus pasos podía ser seguido y monitoreado a distancia. Lo hizo a pesar de que era evidente de que sería el primer sospechoso de su desaparición. Lo hizo porque, de seguro, confió que nadie haría nada. Lo hizo porque la impunidad es casi universal y supuso que su caso no sería la excepción.

Mara fue asesinada porque una empresa decidió privilegiar el crecimiento de sus ventas sobre la integridad de sus clientes, porque no estableció filtros adecuados para evitar que se colaran psicópatas entre sus filas, porque no hizo lo suficiente para cumplir su promesa de ser una alternativa segura de transporte.

Mara fue asesinada porque a las autoridades les importan tan poco los feminicidios que ni siquiera los cuentan adecuadamente. No existe en ninguna base de datos oficial un registro del número de casos de mujeres asesinadas por el hecho de ser mujeres. Hay algunas estimaciones: en un artículo publicado en 2014, José Merino, Jessica Zarkin y Joel Ávila llegaron a una cifra estimada de 4,306 feminicidios durante el periodo 2006-2012. Ésa es tal vez la mejor aproximación existente sobre el tamaño del problema. Pero, como reconocen los autores, es apenas una estimación que bien puede estar muy por debajo de la realidad. No lo sabemos con precisión. Y no lo sabemos porque ninguna autoridad cuenta los casos.

Mara fue asesinada porque hemos construido un país estructuralmente inseguro para las mujeres, porque permitimos que, de acuerdo con datos de la Encuesta de Cohesión Social para la Prevención de la Violencia y la Delincuencia (ECOPRED), no menos de 332 mil niñas y mujeres, habitantes de zonas urbanas y con edades que van de los 12 a los 29 años, sean víctimas de acoso todos los años (Nota: gracias a José Merino y Alexis Cherem por el dato).

Mara fue asesinada porque en México se toleran y hasta celebran las miles de formas de violencia que enfrentan las mujeres, porque no nos mueve a la acción saber que, de acuerdo con datos del Inegi, dos terceras partes de las mexicanas han sido víctimas de algún tipo de violencia en algún momento de su vida.

Mara fue asesinada porque la violencia contra las mujeres está invisibilizada. Nueve de cada diez casos de violencia sexual contra mujeres no se reportan a las autoridades. Y no se reportan por razones más que comprensibles: para una mujer, denunciar es ser victimizada de nueva cuenta, obligada a vivir de nuevo la pesadilla, sometida a la sugerencia, cuando no la acusación abierta, de que la agresión fue por su culpa, por lo que vestía, hacía o ingería.

Mara fue asesinada porque la violencia contra las mujeres rara vez recibe castigo. En 2015, en todo el Sistema Penitenciario Nacional, había exactamente 542 reos por el delito de feminicidio y, de ese total, sólo 201 habían recibido sentencia.

Mara fue asesinada porque no hicimos nada o no hicimos lo suficiente en los muchos casos previos, porque no nos movilizamos como debíamos tras la muerte de Valeria, la niña de 11 años violada y asesinada en Neza o el homicidio de Lesvy Osorio en la UNAM o los muchos asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez desde hace dos décadas.

Mara fue asesinada porque fallamos como sociedad, por nuestra indolencia, por no exigir que de una vez por todas cambien las cosas, cambie el aparato de justicia, cambie la policía, cambie México.

Mara fue asesinada porque este país es una desgracia y tiene ya que dejar de serlo.

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