Hace tres días sucedió algo que Melinda solo pudo calificar “como un milagro”: descubrió a su hija de 13 años lavando su par de tenis. La de la adolescente por encontrarse por primera vez con sus compañeros de secundaria , la llevó a redescubrir el color original de su calzado para combinarlo con aquella chamarra que le compraron hace más de un año y que ahora apenas le ajusta. Su madre le compró cinco tapabocas que combinan a la perfección. Llegó el gran día, pero la incertidumbre tiene varias tonalidades.

Después de 525 días de la abrupta suspensión de clases , se retoman en numerosos planteles de educación básica en todo el país; sin embargo, el regreso no será igual para todos. Algunos más inician en un sistema híbrido y hay otros planteles que incluso decidieron aplazar más tiempo este paso y se mantendrán en línea. En este último caso está Laura, quien tiene a sus hijos en una escuela privada de la CDMX que un par de semanas antes del regreso oficial presencial, mandó un comunicado anunciando que postergarían un mes el regreso por temor al impacto de la variante Delta . Algunos padres aplaudieron la medida, mientras otros tuvieron que lidiar con la desilusión de sus hijos, y la suya propia, cuestionándose si realmente ese número de días cambiaría los escenarios o es que en realidad la escuela no tiene las estrategias listas para minimizar los riesgos y ofrecer alternativas educativas adaptadas a esta nueva etapa.

Las diferencias se acomodan en distintos niveles. Mientras que algunas escuelas privadas cuentas con detectores de CO2 en sus salones para desalojar áreas en el momento que se reporte saturación de partículas; en algunas públicas, es un triunfo que haya agua y jabón. De una u otra forma, los niños y adolescentes del país inician un nuevo ciclo escolar y en todos los casos hay una sensación de miedo que parece fortalecer al virus. Carlos Andrés Martínez , profesor en una secundaria pública, tuvo que quitar un par de vidrios, él mismo, al detectar en su aula ventanas con óxido que llevan una eternidad cerradas. Su esposa le dice que la vacuna CanSino no lo va a proteger de nada, pero él confía en su eficacia y sabe que si abre la puerta a la fila de temores no podrá hacer nada. Lo único que realmente le preocupa es tener que empezar el ciclo con un examen de evaluación diagnóstica, indicado por la SEP , que más que una cálida bienvenida parecería poner a los niños en el banquillo de los acusados. Para él, es primordial atender el aspecto socioemocional de los niños después de una larguísima cuarentena.

Abandono escolar

México es uno de los países en el mundo que más clases presenciales ha perdido en el mundo. El cierre de las escuelas llevó además a un aumento del abandono escolar. Según datos de UNICEF , más de 168 millones de niños del mundo han tenido sus escuelas cerradas por más de un año y 30% de los estudiantes que han sido afectados por el cierre de escuelas en el mundo viven en Latinoamérica .

Antes de pensar en estrategias adecuadas, las escuelas cerraron de golpe y ante el cansancio de año y medio se abren en una tercera ola; sin embargo, la realidad parece impostergable: se debe aprender a convivir con un virus que llegó para quedarse.

Para los especialistas es tan importante cuidar la salud física tanto emocional en esta nueva transición donde no hay nuevas normalidades, sino realidades diferentes.

La sugerencia a los padres es estar alertas sobre las precauciones básicas para que los niños puedan tener una convivencia de riesgos minimizados en el regreso a clases. Se debe explicar detalladamente a los pequeños la utilidad del autocuidado basado en guardar distancia, uso de cubrebocas y lavado de manos. Es así que se subraya el autocuidado como una herramienta no solo de protección al virus, sino como un voto de confianza a los hijos; es decir, actuar en lo que se pueda controlar. Este también es un camino para enfrentar el miedo.

Cuidado emocional: primordial

Para la maestra Susana Eguía Malo , coordinadora de la Maestría en Psicología Escolar y académica de la Facultad de Psicología de la UNAM, cada quien debe procurar hacer lo que le corresponde para proteger su salud también como una forma de mantener el equilibrio emocional ante la incertidumbre. Eguía explica que se les suele decir a los niños que “se porten bien” y le “echen ganas”, pero las frases están llenas de connotaciones ambiguas y más en estos tiempos. Para ella, el mensaje realmente útil sería: “Protégete, asume lo que te corresponde hacer para cuidarte y disfruta mucho”.

“Todos los seres vivos estamos capacitados para los cambios. Una parte de nuestra función como seres humanos es desarrollar estas habilidades adaptativas y ser más congruentes con un problema que no va a acabar. Lo que se tiene que hacer es aprender a vivir con el virus, pues así lo hemos hecho con otros virus y nos hemos ido ajustando y generado cambios en nuestro comportamiento para hacer frente a estas necesidades”.

Eguía sostiene que los cambios también pueden ser una oportunidad para establecer una relación más cercana con los maestros y compañeros en la idea de crear comunidad frente a un problema en común en el que vale sumar esfuerzos en lugar de culpabilizar a los otros por lo que hagan o no hagan.

“Los padres deben confiar más en sus hijos, pues obviamente no van a poder estar allí para atestiguar si seguirán sus consejos, pero lo que los padres sí podrán hacer es estar muy abiertos a escuchar sus experiencias: cómo se sienten en esta nueva etapa”. En este sentido, esta podría ser una oportunidad para un desarrollo emocional más sano.

La psicóloga apunta que muchos niños y adolescentes tienen expectativas sobre lo que van a encontrar, pero quizá ya no encuentren a los mismos amigos, ni los mismos espacios. “El reto es ser empáticos con la parte de esas pérdidas”.

La académica subraya la necesidad de enseñarles a ser solidarios , pues todos hemos vivido la pandemia de diferente forma y probablemente haya familias y niños que se muestren más temerosos e incluso renuentes de asistir a un salón de clase. “Se tiene que respetar de igual forma a los padres que quieran que sus hijos asistan a la escuela, pues eso no los hace irresponsables, como a otros que se muestren más aprensivos con sus hijos”.

Explica que la falta de la interacción presencial durante año y medio ha limitado habilidades como la negociación y la solución de problemas, que se ejercitan bajo las premisas de la socialización directa. Aunque la tecnología ha desarrollado nuevas habilidades, también ha propiciado comportamientos como la poca tolerancia a la frustración, debido a la respuesta inmediata de gratificación que ofrecen este tipo de herramientas.

Los estudiantes que regresan a clases podrían mostrar problemas para dormir durante la primera semana, por la ansiedad de enfrentarse a lo desconocido. La especialista sugiere estar pendientes de estos comportamientos, así como a la presentación de los niños al llegar a casa.

“Yo preferiría que llegaran sucios que limpios… Hay que revisar en qué estado vienen sus cuadernos, observar sus trabajos realizados. Las mamás quieren interrogar a los niños cuando salen cansados después de la jornada escolar y es el peor momento; deben buscar un espacio donde estén más relajados y no bombardearlos con preguntas inquisitivas sobre los propios temores, como quién se le acercó y si conservó el tapabocas todo el tiempo”, plantea.

Eguía invita a encontrar estrategias de comunicación donde se compartan experiencias, sin juicios sobre lo que el niño hizo o no hizo en la escuela. “Es probable que de pronto el niño diga que ya no quiere ir al aula, pues estaba más a gusto en casa y es algo que se tiene que abordar por medio de la charla y no el regaño. Es un nuevo proceso de adaptación en donde quizá le cueste crear lazos de confianza nuevamente para expresar dudas y temores, pero también debe sentir que todo estará bien”.

Propone que algo muy importante, desde la docencia, es fortalecer el juego y el movimiento porque además es a través de la actividad motriz que se aprende más en lugar de estar en los pupitres repitiendo cosas. Es una oportunidad de crear un parteaguas y en donde los niños a veces son más reactivos que los adultos. “No hay nueva normalidad, hay situaciones diferentes; simplemente tenemos que enfrentarlas, tal como lo hemos hecho otras veces. Esta es una nueva oportunidad de acercarse a los demás, de reaccionar sobre el efecto que nuestras acciones tienen sobre los otros y sobre la importancia de mantener en armonía ese contacto humano”, concluye la especialista.

168 MILLONES

de niños han tenido sus escuelas cerradas: UNICEF.

Frase

“Los padres deben confiar más en sus hijos y estar muy abiertos a escuchar sus experiencias: cómo se sienten en esta nueva etapa”.

Susana Eguía Malo

. Facultad de Psicología UNAM.

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