Hace 30 años surgió la Agencia Espacial Rusa. Después de la desaparición de la Unión Soviética, el programa espacial se reestructuró y en 2015, tras nuevos ajustes, se convirtió en Roscosmos. La tradición soviética en la exploración espacial es muy poderosa, de hecho, es pionera en grandes proyectos más allá de las fronteras terrestres, incluidos los viajes a la Luna y el desarrollo de la Estación Espacial Internacional (EEI).

Los soviéticos lograron poner al primer hombre en el espacio. Yuri Gagarin llegó a la órbita de la Tierra el 12 de abril de 1961. Dio una vuelta al planeta en una hora y 48 minutos a bordo de la cápsula Vostok. En los anales de la historia espacial hay otras dos odiseas que abrieron el camino de Gagarin: el primer animal en ser lanzado al espacio (la desafortunada Laika) y el primer satélite, el afortunado Sputnik, que recién regresó en forma de vacuna contra el Covid-19 como símbolo de las victorias científicas rusas.

Después de la Segunda Guerra Mundial era claro que los avances tecnológicos marcarían el liderazgo: el poder atómico con el que EU arrasó Hiroshima y Nagasaki subrayaron la premisa. Durante la década de los 60, EU literalmente estaba en la Luna, pero la Unión Soviética no dejaba de generar proyectos. Destacan dos acontecimientos ocurridos en 1963: el vuelo orbital más largo y el viaje de la primera mujer en el espacio, Valentina Tereshkova.

Leer más: 

En su libro Dark Side of the Moon, el historiador británico Gerard J. De Groot, señala que a pesar de los mejores esfuerzos de una generación de científicos estadounidenses, las hazañas de sus astronautas y una inversión de 35 mil mdd, la Luna en ese momento no resultó ser lo que le vendieron al mundo.

El especialista escribe que lo que se vitoreó como un triunfo de EU frente a la Unión Soviética, en realidad fue una campaña ideológica sobre una victoria que a los soviéticos no les quitó el sueño; además, éstos tenían sus propios sueños.

Se concentraron en desarrollar formas para vivir en el espacio y en 1971 lanzaron la primera estación espacial temporal: Salyut 1. Quince años después colocaron en la órbita terrestre a la MIR, la primera estación espacial permanente: un laboratorio con 31 metros por 19 con módulos separados para diferentes investigaciones, como astrofísica y ciencia de los materiales.

Antes de ser reemplazada por la Estación Espacial Internacional casi a principios de este siglo, el laboratorio espacial se convirtió en el símbolo de alianzas de apariencia imposible, como la de rusos y estadounidenses. Gradualmente, otras naciones se anexarían al proyecto, tomando como base los conocimientos espaciales de los soviéticos.

La guerra se interpone

La persistencia de más de 50 años de los soviéticos en el estudio del espacio fue lo que impulsó muchos de los proyectos actuales y precisamente las alianzas internacionales han hecho fluir de mejor manera estas nuevas odiseas espaciales.

El ataque de Rusia a Ucrania rompió este delicado equilibrio espacial. Todos los divorcios tienen un grado de complejidad, pero hay algunos que son prácticamente imposibles. Podría ser el caso de Rusia y Estados Unidos en la EEI. Juntos han mantenido proyectos de investigación, empezando por compartir esta “casa” en el espacio.

Roscosmos ha insinuado que si las sanciones se vuelven más severas contra los rusos, podrían desacoplar sus módulos de la EEI, poniendo en riesgo su seguridad. En la actualidad conviven astronautas rusos y estadounidenses en este laboratorio espacial.

La Estación Espacial fue diseñada sobre el principio de la interdependencia, por ejemplo, los propulsores de las naves rusas amarradas a la estación se utilizan para corregir su en un procedimiento que se realiza unas 10 veces al año para mantenerla en la altitud correcta. Además hace apenas siete meses los rusos sumaron el módulo Nauka a la EEI, un esfuerzo de casi 15 años de trabajo por el que están dispuestos a suavizar algunas tensiones.

Otro naciente proyecto entra estas dos naciones se ha frustrado. Se trata de Venera-D que planeaba despegar hacia Venus en 2029. Expertos como el doctor John Logsdon, especialista en política espacial de la Universidad George Washington, han dicho que todos sabían que este matrimonio por conveniencia entre EU y Rusia tarde o temprano se iba a romper.

Leer más: 

Además de los estadounidenses, sus socios han sido los europeos con quienes han trabajado desde hace más de una década en otros ambiciosos proyectos, como la segunda parte de ExoMars, un programa de astrobiología marciana con un costo de alrededor de mil 300 millones de euros. La misión ha sido suspendida y son prácticamente nulas las esperanzas de que el proyecto pudiera lanzarse en septiembre, tal como se había pactado.

La misión no ha sido afortunada; ha sufrido varios retrasos, el último de ellos condicionado por la pandemia.

Sin Rusia, los europeos tendrían que adaptar su rover para que vuele en otro cohete, pero las posibilidades de que esto ocurra son mínimas por varias razones. La primera de ellas es que se trata en realidad de un proyecto simbiótico donde participaron de igual modo científicos tanto europeos como rusos. Por otra parte, adaptar la nave a un nuevo dispositivo de aterrizaje dispararía los costos y aumentaría varios años a la misión. Habría una pequeña ventana de oportunidad en 2024, cuando la Tierra y Marte se alinean nuevamente, pero las decisiones bélicas de Rusia aún son un misterio.

El proyecto fue concebido con una plataforma de aterrizaje y módulo de descenso, diseñado por los rusos con requerimientos específicos para las características del rover Rosalind Franklin, producto de la tecnología europea. Lev Zelenyi, asesor científico y expresidente del Instituto de investigación Espacial de la Academia Rusa de Ciencias, ha dicho que si el plan se cancela para este año, lo más probable es que jamás sea concretado, perdiéndose así 20 años de trabajo.

Por otra parte, existen más proyectos de futuro incierto ante las sanciones por las acciones de Rusia. Los cohetes rusos Soyuz han interrumpido lanzamientos, frustrando proyectos como la carga útil de 36 satélites de comunicaciones globales y aún no se sabe qué sucederá con proyectos como el TGO (Trace Gas Orbiter) que estudia, en conjunto con la ESA, la atmósfera de Marte desde hace seis años.

Una misión conjunta entre Rusia y Alemania lanzada hace tres años también está en riesgo. Se trata del telescopio espacial Spektr-RG. Poco después de la que iniciara la invasión a Ucrania, el Centro Aeroespacial alemán (DLR) tomó la determinación de poner en modo hibernación su principal instrumento.

Futuro incierto

Mientras tanto, las alianzas con China parecen consolidarse. Uno de los grandes proyectos en conjunto es la construcción de una base humana en la Luna. La propuesta trata de replicar la EEI, pero orbitando el satélite natural de la Tierra, además de establecer una estación en la superficie lunar. Los rusos denegaron participar en el proyecto Artemisa de la NASA, que planea mandar nuevamente misiones tripuladas a la Luna, argumentando que no le veían beneficios directos, pero con los chinos los acuerdos han sido más fluidos y tras la invasión a Ucrania, las alianzas parecen más obvias; sin embargo, las misiones lunares previas de Roscosmos podrían complicarse.

Los rusos contaban con la tecnología europea para consolidar muchos de sus proyectos lunares, como una cámara de aterrizaje, un sistema de navegación y un minilaboratorio, entre otras herramientas, para sus misiones Luna-25 y Luna-27.

Los científicos rusos están dispuestos a buscar la ayuda de la tecnología China para continuar con sus proyectos. Las relaciones entre estos dos países mejoraron considerablemente después de la guerra fría y los intereses militares han empatado con las tecnologías espaciales.