Solo basta elevar la mirada. En algunos acuarios hay túneles de vidrio acrílico que permiten observar las criaturas marinas, tal como si estuviéramos en el fondo del océano. Con la luz del exterior apenas filtrándose en el agua se subraya la silueta de tortugas, peces y medusas en sus ritos cotidianos. Probablemente asi ve pasar la vida Pinna nobilis, la almeja sumergida en la arena con un tercio de su concha y que soporta erguida y firme los embates del mar. En su anatomía se esconde uno de los grandes tesoros de la industria textil.
El secreto para que este molusco bibalvo de enormes dimensiones no sea arrastrado por las corrientes oceánicas radica en una serie de filamentos llamados biso o barbas que secretan de una glándula. Este material natural más delgado que un cabello y con una longitud de hasta metro y medio de largo, sirve para hilar una fibra natural tan caliente como la lana, pero de una sorprendente ligereza, que adquiere un color dorado permanente.
Los registros históricos de las prendas y accesorios confeccionados con la llamada seda marina datan de hace miles de años. Los comerciantes de la antigua china también se referían a ellos como "oro de mar" o "seda de sirena". Los productos textiles realizados con este material pueden alcanzar costos que superan los cinco mil dólares. Los precios también tienen que ver con la escasez del material. Desde 1992, la Unión Europea prohibió la recolección de P. nobilis, tras una mortandad masiva, pero en 2019 la almeja de donde se obtenía la seda marina se clasificó oficialmente como en peligro de extinción.
La condición de especie en peligro de extinción de la Pinna nobilis ha dificultado mantener este recurso, pero recientemente un grupo de científicos recreó la legendaria tela utilizando a la Atrina pectinata, una especie de almeja emparentada con Pinna nobilis que se cultiva extensamente en Corea del Sur para su consumo. No solo encontraron una alternativa natural, también han identificado la estructura molecular de sus codiciados hilos con los que se podrían lograr nuevas alternativas de laboratorio para acceder a la dorada fibra.
La investigación a cargo de especialistas de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Pohang fue publicada en la revista Advanced materials, donde se especifica que diferentes grupos de artesanos que trabajan buscando alternativas para la fibra extraída del molusco mediterráneo, ya habían encontrado este nuevo molusco como una alternativa viable para darle continuidad a la tradición textil de la seda marina. A diferencia de la mayoría de las fibras animales, que están hechas de proteínas largas y fibrosas, la llamada seda marina, se compone principalmente de proteínas esféricas llamadas fotoninas.
Desde la antigüedad también son reconocidas las propiedades hemostáticas del biso, que era usado para la curación de las heridas que los pescadores frecuentemente sufrían con las redes de pesca. También se usaba para curar la otitis. Estas fibras contienen proteínas especiales debido a la acción de una molécula llamada dopa, que les confiere propiedades adhesivas extraordinarias incluso en superficies húmedas. La lisina ayuda a preparar la superficie para la dopa, y los iones metálicos, como el vanadio, actúan como agentes endurecedores para formar un pegamento biológico muy resistente al impacto de las olas. Es así que las propiedades de este material pueden abrir ventanas como núcleos de investigación que trascienden sus posibilidades textiles.
Lee también Bucear para conservar: un océano que vale más vivo que explotado
Otro molusco de valor agregado
Hay especies igualmente valiosas para la industria textil, pero irremplezables. Tal es el caso del caracol púrpura (Plicopurpura pansa) de las costas de Oaxaca, un molusco que produce una secreción usada desde hace cientos de años por artesanos zapotecos, mixtecos y chontales para teñir hilos de forma tradicional. Este tinte que se oxida del blanco al púrpura con la luz solar, es parte del patrimonio cultural que está bajo protección especial.
Su aprovechamiento está restringido a los artesanos indígenas en una temporada que no afecte la reproducción del molusco (su veda abarca de abril a septiembre), que además no necesita morir, literalmente se realiza una delicada “ordeña” del animal para después volver a depositarlo de las rocas costeras de donde es tomado.En las grietas de las rocas, en un periodo que comprende de mayo a julio, las hembras colocan las cápsulas ovígeras que resguardan los huevos. En esta etapa, los animales usan su secreción para proteger a las cápsulas con un olor fuerte que aleja a los depredadores. Los caracoles van creciendo pausadamente, en promedio, un milímetro por mes, pero después de los tres años, crecen mucho más lento y pueden llegar a medir hasta 12 centímetros.
En el libro El caracol púrpura, un texto clásico sobre este molusco, coordinado por una de las más importantes investigadoras, la antropóloga Marta Turok, se consigna cómo la tradición de teñir prendas con este tipo de molusco se remonta a Japón y China, donde era utilizado para fabricar los vestuarios imperiales hasta que el mal manejo y la sobreexplotación de la especie causó su desaparición.De hecho, un puente histórico para la búsqueda del caracol púrpura trajo a una compañía japonesa a México en la década de los 80. Esta empresa buscaba extraer la tinta del caracol para el teñido de kimonos en Asia, pero lo hacían con prácticas no amigables que acabaron con una gran población de los especímenes más grandes, es decir, las hembras. Al final, la problemática salió a la luz, y su uso quedó restringido a los artesanos indígenas locales.
Lee también El último adiós al "rey" Giorgio Armani
Esta especie está presente en las costas del Pacífico, desde la Península de Baja California hasta el norte de Perú, mientras que en el Golfo de México y el Caribe se ha identificado otra especie, el Plicopurpura patula, con la misma glándula de donde se obtiene el peculiar tinte.El conocimiento para la ordeña del caracol ha sido transmitido de generación en generación en las comunidades de tintoreros de las costas oaxaqueñas y después un poco de “magia científica” actúa en una paleta de colores que marca la una transición camaleónica del material. La secreción que se obtiene de la ordeña es blanca, pero al contacto con el Sol se vuelve verde. El amarillo es el puente final al color púrpura. En el caso de la almeja gigante con la que se produce la seda marina, el zumo de limón es el secreto oxidante.
En la actualidad, investigadores como Marta Turok y un grupo de biólogos y otros especialistas acompañan a los tintoreros oaxaqueños para hacer los monitoreos necesarios para el mantenimiento de la especie. Los reportes del 2024 indican que la mayoría apenas supera el tamaño necesario para hacer la ordeña (tres centímetros). La voracidad del crecimiento turístico e inmobiliario en las costas oaxaqueñas, y problemas globales como la contaminación de sus ecosistemas y el calentamiento, también se convierten en un obstáculo para la reproducción de la especie que no la logrado reproducirse adecuadamente en laboratorio, por lo que se mantiene el llamado de los especialistas a la protección del patrimonio cultural de este particular molusco.
De algas y otras fibras con potencial
El mar está lleno de secretos. La obtención de múltiples materias primas para la supervivencia del hombre se multiplica, mientras la ciencia avanza. Uno de los materiales biológicos cada vez más utilizados es el agar extraído de algas como materia prima innovadora y fuente renovable. El material muy utilizado en la industria gastronómica, ahora es empleado como fuente de fibras textiles, similares al lino. Cada vez son más los diseñadores que empiezan a investigar y diseñar con agar-agar, creando diversos complementos como ropa, pulseras, correas de relojes, pendientes o zapatos deportivos.Investigadores de la Universidad de Colorado desarrollaron una máquina que hila fibras textiles hechas de materiales como la gelatina de origen sostenible. Las biofibras se pueden reciclar fácilmente y se pueden crear biotextiles a partir de la mezcla del agar extraído de algas rojas con otros materiales, como los desechos de café, obteniendo acabados más transparentes o compactos que se adaptan a diferentes aplicaciones en moda y diseño.
Además de los tesoros naturales que el hombre ha explotado en el fondo del mar desde hace cientos de años, la imaginación necesita llevar la batuta para encontrar nueva utilidad en lo aparentemente inservible. Diversas iniciativas en todo el mundo también se centran en recuperar y reciclar las redes de pesca del mar para transformarlas en fibras textiles de alta calidad.Por otra parte, las pieles de pescado como las de salmón, trucha o tilapia se limpian y procesan para crear cuero que se utiliza en la marroquinería y la fabricación de accesorios. Las escamas de pescado de gran tamaño y dureza, como las del sábalo, se usan para crear accesorios. Esto es muestra de las posibilidades de aprovechamiento de los subproductos de la pesca.
Otros datos deberían alentar a la imaginación a encontrar maneras más sustentables de mantener el patrimonio oceánico: más de medio millón de toneladas de microplásticos se originan sólo mediante el lavado de materiales sintéticos. Cada año se generan aproximadamente 92 millones de toneladas de residuos textiles y se utilizan más de 2 mil 450 productos químicos en la fabricación textil, incluyendo colorantes, retardantes de llama y ftalatos. Al final, todo llega al fondo del océano y para bien o para mal, ahí se resguarda la memoria de la humanidad.
[Publicidad]
[Publicidad]
