La máquina me coquetea mientras escupe sensualmente un par de Chocorroles para mi compañero. Ésta vez no querida, hoy estoy a dieta. Quiero bajar los cinco kilos que subí cuando empecé a trabajar. Y es que las horas nalga,  la comida chatarra y la falta de actividad se han venido a alojar en el par de llantitas que ya se salen de mi silla.

Pero qué hacer, mi horario de 9am a 6pm no da para más. Tendría que levantarme muy temprano para hacer ejercicio y llegando del trabajo, no me dan ganas. Como al 20% de la población mexicana que también tienen este motivo como pretexto. Miro a mi alrededor y si a esa cifra le sumo el 41.7% que no hace ejercicio por falta de tiempo, confirmo el dato: casi no hay cuerpo que envidiar.

Me imaginé por un momento en el cuerpo que deseaba. Así seguro me ligaba a Margarita, ya después me dejaría de nuevo la panza. Entonces me dije: “si por lo menos una vez…” si así fuera, no tendría que seguir una rutina el resto de mi vida, lo cual sonaba muy a futuro y me daba pereza. Yo no lo sabía pero había encontrado la primera clave: ir un paso a la vez.

Toda meta tiene pasos pequeños para llegar a ella y el ejercicio no es diferente. Se debe comenzar con pocas repeticiones pues si se intenta hacer una rutina larga de una vez, es probable que no se logre, nos desmotivemos y lo dejemos después del primer intento, como el 38.2% de la población que alguna vez hizo ejercicio pero lo dejó.

Con esta idea en mente me levanté al día siguiente a las 6 de la mañana, hice pocos movimientos que me parecieron aburridos hasta que el hard rock del vecino que hasta ahora me había irritado cada mañana me dio el ritmo para seguir. Es más fácil hacer ejercicio con un poco de música. Con sólo un día ya me veía como el más buenote de la oficina hasta que al día siguiente no logré levantarme.

Pasó una semana y la ingrata de Margarita ni volteaba a verme. Ni vale tanto la pena, pensé. Luego leí que no hacer ejercicio provoca enfermedades del corazón y diabetes. Eso me acabó de convencer como al 78.4% de personas que hace ejercicio por motivos de salud. A mi no me pasa, mañana le digo a mi compañero de cuarto que se levante conmigo.

Y sí, hacerlo acompañado fue más fácil. Entre bromas de nuestra gordura y de quién se estaba quedando más calvo logramos una rutina de 20 minutos. Nada mal para empezar. Mañana lo haríamos de nuevo y por más tiempo. La presión de no cumplir ante el otro nos hizo levantarnos.

Pasaron dos semanas haciendo una hora diaria y en la oficina ya me sentía con más energía. Subía las escaleras sin detenerme y podía correr de un lado a otro para sacar copias. Ya no sería un Gordinez y tampoco parte del 56.4% de los mexicanos que  no hacen ejercicio.

Admito que comenzó a gustarme y con la energía extra que tenía ya no me daba pereza levantarme temprano, al parecer a muchos les gusta ese horario. El 46.6% prefiere hacerlo por la mañana. También me di cuenta que me daba un hambre espantosa, comencé a comer más y mejor pero con lo que me gusta comer eso sólo afectó un poco a mi bolsillo.

Porque el ejercicio es una gran inversión, de tiempo, dinero, constancia y mucha voluntad propia. Sin embargo, los beneficios son mayores. Al parecer lo mismo opina el 19.2% que hace ejercicio sólo por diversión.

Mi nueva imagen comenzó a hacerme sentir más seguro, hasta la ropa me quedaba mejor. Era el gran día, mi plan era acercarme a Margarita a la entrada del edificio pero la muy Gordinez se trepó en el elevador mientras yo, con mi nuevo estilo de vida creía que subiríamos las escaleras.

Datos del Módulo de Práctica Deportiva y Ejercicio Físico 2013 del INEGI.


Abigail Villagómez López

Licenciada en Comunicación, UNAM

Ilustrador. Elihu Shark-o Galaviz

@elihumuro

@Ponte_Yolo

 

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