Posiblemente no haya mejor metáfora que la empleada por el ex jefe de la misión de EU en Cuba, Wayne Smith, un testigo de excepción de la relación bilateral entre Washington y La Habana, para entender la sinrazón de más de medio siglo de odios y recelos encontrados entre estas dos naciones:

“Cuba producía en EU, el mismo efecto que la Luna llena en los Lobos”, recordó este experimentado diplomático el pasado viernes, durante la entrevista que le hizo el periodista colombiano, Juan Carlos Iragorri, del programa Club de Prensa de la cadena NTN24.

Al hilo de la conversación con Iragorri, que buscaba las pistas de un fin de ciclo histórico que se producirá este lúnes, cuando la bandera cubana vuelva a ondear en la embajada de ese país en esta ciudad, Smith recordó sus experiencias como funcionario diplomático en Cuba.

Lo mismo cuando triunfó la Revolución de Fidel Castro en enero de 1959, que cuando EU decidió romper relaciones con su gobierno en 1961.

¿Cómo entender este largo período de mala sangre e inquina entre los dos países?, se le preguntó.

Para Smith, una de las claves puede estar en el fallido intento de Washington por convertir a Cuba en una especie protectorado, en una reedición de Puerto Rico que Fidel Castro se encargó de frustrar.

La otra respuesta se encuentra, desde su punto de vista, en el desafío que EU y sus políticas siempre encontraron en La Habana, un enclave de la resistencia a los planes de Washington para convertir a todo el hemisferio en su patio trasero.

En este sentido, Cuba se habría convertido en la piedra en el zapato de EU para convertir a todo el continente un simple anexo de su Destino Manifiesto; en un desaire a la doctrina que apostaba por la apropiación gradual de todo el Hemisferio bajo la lógica de “América para los Americanos”.

Al final, Cuba se convertiría en la única opción y réplica al modelo expansionista que cabalgaba a lomos del capitalismo puro y duro. En una revolución hecha de desplantes, promesas y proclamas que conquistó las mentes y los corazones de aquellos que veían en Fidel Castro, y en la opción del socialismo real caribeño, una vía alterna a los regímenes militares o dictaduras que se habían plegado a los dictados e intereses de EU en todo el Continente en la década de los 60 y 70.

La visión de Cuba, como esa trinchera de la libertad, como ese espacio de redención de la clase campesina y obrera, y como acicate para los planes expansionistas de EU (mientras alimentaba las de Rusia) se fue diluyendo en la década de los 80, cuando la normalización democrática y la solución negociada de los conflictos armados, se convirtió en la tendencia general en todo el hemisferio.

A pesar de la llamada crisis de la deuda, que pasó una onerosa factura a países como México, la transición democrática avanzó desde países como Brasil, Argentina, Uruguay o Chile. La imagen de Cuba, como ese faro que mantenía las esperanzas libertarias de todo un Continente, se fue difuminando poco a poco.

La utilidad de Cuba, como altavoz de quienes denunciaron el intervencionismo de EU en los intentos por derrocar al régimen Sandinista en Nicaragua, mientras atizaba movimientos de guerrilla y contrainsurgencia en Centroamérica, le permitió seguir gozando de cierto predicamento entre la izquierda latinoamericana.

Pero, no en el caso de la izquierda europea que se comenzó a distanciar de Fidel Castro por el recorte de las libertades en la Isla. Por su habilidad para aprovecharse del aislamiento impuesto por EU para crear un ambiente de persecución y un régimen que prodigó a una casta de “confiables”, de militares que se beneficiaron de la incapacidad de Fidel Castro para trabajar a favor de la auto reducción de su propio poder para crear una cúpula de privilegiados, mientras el pueblo languidecía o hacía planes para desertar de ese sueño de igualdad y camaradería que se transformó en pesadilla.

Lo irónico del asunto es que, desde Estados Unidos, quienes más se beneficiaron de esta cerrazón en La Habana, de ese recorte de libertades y de la asfixia económica de la inmensa mayoría, fue el reducido pero poderoso grupo del exilio cubano de Florida que, hasta la fecha, lucha con uñas y dientes para evitar perder a toda costa los privilegios que, inevitablemente, tendrán que desaparecer.

Cuando Estados Unidos y Cuba lleguen a una fase de normalidad en sus relaciones diplomáticas y el lobo le deje de aullar a la Luna.

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