Las fiestas populares de occidente son cada vez más populares y festejadas entre los chinos, como la Navidad, el 14 de Febrero o el Año Nuevo, pero ningún festejo rivaliza con el festival más importante de China: el Año Nuevo Chino. Acá se le conoce como la Fiesta de la Primavera, y aunque al frío invierno todavía le queda larga vida, a esta fiesta se le conoce como de la Primavera desde hace miles de años.

Son muchos los elementos que van ligados a esta fiesta. El primero, los animales. De acuerdo con la leyenda, hace muchos años, el Gran Emperador de Jade mandó llamar a los animales para que se les asignara un año y un signo del zodiaco. Entonces todos los animales corrieron para ser los 12 que entrarían en el ciclo; atravesaron un enorme campo y justo antes de llegar al final, había que cruzar a nado un caudaloso río. El toro iba en primer lugar, seguido de cerca por la rata. La rata le dijo “déjame trepar en tu lomo, para cruzar”, y el toro, todo buenecito, la dejó. Cuando llegaron a la otra orilla, la rata saltó y corrió y llegó primero ante el Gran Emperador de Jade, por lo que es el primer animal del zodiaco chino, y el segundo es el toro. Luego fueron llegando los demás, tigre, conejo, dragón, serpiente, caballo, cabra, mono, gallo, perro y cerdo.

Pero además de un animal, a cada año le corresponde uno de los cinco elementos: agua, metal, tierra, fuego o madera, y dependiendo de eso es un año ying o un año yang. Según las cuentas chinas, comenzará el año 4712, del mono de fuego.

Otro elemento presente en las celebraciones del Año Nuevo Chino es el color rojo, asociado con la felicidad, la riqueza y la buena fortuna. De hecho, hasta hace bien poco, se repartían, sobre todo entre niños y jóvenes, los llamados “hong bao”, sobres de papel de color rojo, decorados con el caracter 福 fu, en dorado, que significa felicidad, y con dinero dentro. Ahora, aunque todavía existen los hong bao, son mucho más populares los hong bao electrónicos, porque los chinos ADORAN hacer transacciones monetarias vía internet.

En Beijing, los faroles en color rojo comenzaron a invadir las calles desde hace ya algunos días, para decorar las calles. Cuando nieva en esta época del año, resultan particularmente llamativos. Por supuesto, la comida no podía estar ausente de esta celebración, y en el norte de China, el plato típico por excelencia son los 饺子jiaozi, conocidos como “ravioles chinos”. Esto es porque, en su forma, se asemejan a los antiguos lingotes de oro que simbolizan la riqueza, y como van rellenos, pues de alguna manera contienen en su interior algo delicioso y preciado.

Son deliciosos y bien fáciles de hacer. La masa se hace con harina y agua, nada más. El secreto está en saber amasarla. Luego, se hacen bolitas de masa, y con ayuda de un rodillo, se hacen pequeñas “tortillitas”, a las que se les pone el relleno en medio: carne de cerdo molida aderezada con col china, aceite de ajonjolí, puerro y sal (ojo, la carne de cerdo va cruda, ya se cocerá, cuando pongamos a hervir los jiaozi). Se cierran los “ravioles” con maestría, para que no se vaya a salir el relleno y se ponen a cocinar en agua hirviendo (también se pueden cocer al vapor). Y el resultado son unos deliciosos jiao zi que se comen con vinagre fragante.

Y finalmente, el Año Nuevo Chino se ve marcado por el viaje. Son unas de las dos vacaciones largas anuales que tienen los chinos, y como están asociadas con una fecha tradicional, las eligen para viajar a sus lugares natales y visitar a sus padres y parientes. Es practicamente imposible viajar por China en Año Nuevo Chino, resulta estresante, agotador e inapropiado. Por ejemplo, el año pasado, unos amigos uruguayos, junto con un ecuatoriano y un brasileño, decidieron ir a Sichuan durante las vacaciones de Año Nuevo Chino. Grave error. La fila para entrar al santuario de los pandas era tan larga, que había que estar formado por TRES HORAS antes de poder entrar, amén de que una vez adentro, estaba lleno como vagón de metro en hora pico, y sólo se podía ver a los pandas de lejos y en medio de mucha incomodidad.

Los extranjeros conocemos estas historias, y por eso no viajamos. Preferimos disfrutar de un Beijing prácticamente vacío, y si bien muchos comercios cierran durante la temporada, los parques, templos y museos continúan abiertos, y es la oportunidad ideal para visitarlos.

Hasta hace bien poco, los fuegos artificiales también eran parte importante de esta celebración. Recuerdo con emoción el primer Año Nuevo Chino que viví en Beijing, fue el de 2011, el inicio del año del conejo. El cielo se iluminó con cientos de colores como nunca antes había visto. Estallaban ante mis ojos decenas de fuegos de artificio que se abrían como flores gigantes y efímeras en la oscuridad del cielo. El crepitar era impresionante y no cesó por alrededor de 40 minutos continuos. Maravilloso.

Pero el año pasado, mi segundo año nuevo en China, ya no fue así. Debido a la contaminación, los fuegos artificiales ya no forman parte escencial de esta celebración, y se conmina a la gente a no encenderlos. Toda esa explosión de luces en el cielo de antaño, brilló por su ausencia. Y este año, será igual, ya están por todos lados los carteles que recuerdan a la gente no abusar de los fuegos artificales.

Y con justa razón, en diciembre vivimos unos de los días más apocalípticos en la historia de Beijing, en lo que a contaminación se refiere. A plena luz del día, un gris impenetrable nos impedía ver hasta los edificios más altos, con todo y sus luces. Con semejante experiencia, pocas ganas le quedan a una de contribuir con la nube tóxica.

Independientemente de todas las penurias, la gente espera el Año Nuevo Chino con emoción y desean que el mono de fuego traiga puras buenas noticias.

Google News

Noticias según tus intereses