Esto no es nuevo, Beijing es una de las ciudades más contaminadas del mundo. Beijing y Hebei, la provincia que la rodea, son zonas tradicionalmente industriales, de industria metalúrgica, la que más contamina. Los habitantes están hasta cierto punto “acostumbrados” a la contaminación. Pero para los que no somos nativos de estas tierras, resulta harto inquietante ver días de niebla gris donde hasta las luces de los anuncios desaparecen.

Hace algunos meses les compartí en este espacio algo a cerca del documental “Under the dome” de la periodista china Chai Jing (con el rediseño de la página de blogs, creo que desapareció esa entrada del archivo histórico), donde una ex reportera de CCTV, la Televisión Central de China, se da a la tarea de documentar lo grave del problema de contaminación ambiental en el norte de China, luego de que su bebé recién nacida fuera diagnosticada con un mal congénito debido a la polución.

Bueno, pues como denuncia está muy bueno, y para que comprendamos todos cómo y por qué se genera tanta contaminación, pero de ahí a que las autoridades hayan tomado cartas en el asunto, le resta bastante. Esta semana vivimos la primera contingencia ambiental por altos índices de partículas PM2.5, que es lo que miden algunos sistemas de contaminación acá. Se nos recomendó no salir de casa, los que pudimos, trabajamos desde nuestros hogares, se suspendieron las clases en las escuelas y las actividades al aire libre. Pero justo una semana antes de eso, los niveles de contaminación fueron tremendamente más altos, y no se hizo nada al respecto.

Curiosamente, la primera medida de emergencia se toma justo después de la alabada participación de China en la COP21 de París.

Hace poco discutía con un colega mexicano, ¿cómo resolver este problema? Él me argumentaba que es un problema de falta de políticas públicas, y yo digo que, además de eso, es un problema de población inconsciente. Porque cuando las políticas públicas caen en terreno fértil, es decir, en una población consciente, es cuando dan resultados. Pero en China, en el caso de la contaminación, no pasa así.

Por ejemplo, China ha intentado en múltiples ocasiones prohibir fumar en espacios cerrados, sin éxito. Este año parece que la campaña da mejores resultados, aquí en la capital. Pero es una campaña a nivel NACIONAL, sin embargo, en las pequeñas ciudades, les entra por un oído y les sale por el otro.

Sin ir más lejos, el mes pasado me encontraba en la pequeña ciudad de Kanting escribiendo para este blog desde un café internet, lleno de letreros de “prohibido fumar” pero con ceniceros en todas las mesas y meseros fumando. Inconsciencia pura.

Acá, la gente utiliza máscaras protectoras, y siguen utilizando la calefacción a tope en todos los edificios y a toda hora. Ese negocio de las máscaras protectoras es millonario acá en China. Según datos de Price Waterhouse, el valor de mercado de las máscaras protectoras en China era de 100 millones de yuanes en 2012. Tan sólo un año después, en 2013, era de 2 mil millones de yuanes. Y los chinos usan esas máscaras y están convencidos de que el problema está resuelto.

Estas máscaras se hacen con un material llamado carbón de bambú, y las más grandes fábricas están en la provincia de Zhejiang, al sur de Shanghai. Las más populares son las de la marca 3M, y lo que hacen las cientos de fábricas pequeñas del condado de Suichang, en la mencionada provincia, es fabricarle a estas grandes firmas.

El auge de las máscaras anti-neblina surgió en 2013, y con él comenzaron a crearse cientos de pequeñas fábricas. Antes de eso, el principal uso para el carbón de bambú, eran las bolsas absorbe-olores. Ahora, muchas de estas pequeñas fábricas dicen que la competencia es tal, que ya casi no es negocio para ellos.

Las estadísticas del centro de estudios de Price Waterhouse muestran que, de enero a octubre de 2014, las ventas de estas máscaras alcanzaron los 360 millones, y a principios de este año, se estimaba que durante 2015, la venta crecería en un 100 por ciento.

Yo no uso máscara protectora anti-neblina, porque creo que lo que hay de malo en el aire se cuela cómo sea hasta los pulmones, me parece un paliativo inútil. Pero ahora es negocio, un muy buen negocio.

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