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Pedro Tobón se dedica al oficio de la carpintería, y desde hace cinco años decidió trabajar por su cuenta para conseguirse clientes. Puede ganar desde mil hasta más de 10 mil pesos por trabajo, depende de lo que le encarguen. En 2003 su situación era muy diferente. Se dedicaba a trabajos de mantenimiento en una iglesia y sólo recibía mil 600 pesos quincenales, más lo que pudiera generar trabajando tiempos extra.

Con un sueldo que no le alcanzaba para mantener a sus dos hijos y a su esposa, tomó la decisión de ir a Estados Unidos. Dos de sus primos vivían en Gary, Indiana, y lo convencieron de que era la mejor decisión. “Es más difícil de lo que uno cree. Me fui de aquí (Distrito Federal) en autobús hasta Chihuahua, de ahí a Agua Prieta y pasamos (la frontera) caminando. Caminamos 12 horas”, relata.

A sus 25 años se convirtió en uno de los millones de mexicanos que vivían en Estados Unidos sin documentación. Estos registros tuvieron su punto más alto en 2007, pues de los más de 12 millones de inmigrantes de diferentes países, seis millones 950 mil eran de México.

La tendencia parecía ir a la alza. En 1990, en el país vecino había dos millones de inmigrantes de nacionalidad mexicana, es decir, seis de cada 10 indocumentados. Mientras que en 2007 se tuvieron registros de casi siete millones de mexicanos, de acuerdo con cifras del Pew Research Center, basadas en la Encuesta de la Comunidad Estadounidense 2012 realizada por la Oficina de Censo del país del norte. No obstante, 2009 y 2012 presentaron cifras a la baja.

Hace tres años se registraron 5 millones 850 mil mexicanos viviendo sin documentos oficiales en Estados Unidos. Un millón menos de los que había en 2007.

Políticas públicas, cambios en la legislación y una crisis financiera fueron los principales factores que provocaron la disminución del flujo de inmigrantes indocumentados en Estados Unidos desde 2008, año en el que miles de mexicanos decidieron regresar a su país y otros tantos desistieron de cruzar la frontera.

Seis años después de haber llegado al país norteamericano, Pedro también decidió volver. El “sueño americano” ya no es lo que era antes. “Uno se va porque quiere estar mejor y no es cierto. Cuando llegué ganaba menos que aquí. Durante dos años siempre me arrepentía de haberme ido”, recuerda.

Rodolfo Cruz Piñeiro, profesor e investigador del departamento de Estudios de Población del Colegio de la Frontera Norte (Colef), comenta que este fenómeno fue resultado, principalmente, de cuatro factores. Por un lado las medidas adoptadas por Estados Unidos para impedir el paso a inmigrantes ilegales como “una mayor contratación de agentes de la patrulla fronteriza —los cuales actualmente son cerca de 20 mi— para vigilar el borde, más equipo tecnológico y el incremento del número de kilómetros de barda”, explica el académico.

Las deportaciones masivas fue el otro factor. De aproximadamente 20 mil inmigrantes indocumentados deportados en 2003, cinco años después la cifra llegaba a los 160 mil y en 2011 aumentó a 180 mil.

El tercer elemento fueron las leyes anti-inmigrantes aprobadas en Estados Unidos. Empieza a disminuir porque se corre la voz de que los están atacando en ciertos estados, y de que los están encarcelando sólo por ser inmigrantes indocumentados, dice el investigador.

Pero el fenómeno no se explica por completo con estos elementos, ya que estas fueron medidas que se empezaron a implementar desde 1990 y no habían generado que bajara el flujo de inmigrantes indocumentados. Rodolfo Cruz comenta que el factor decisivo pudo haber sido la crisis hipotecaria que provocó una recesión muy fuerte en la economía estadounidense.

Así como en 2003, Pedro sabía que tenía que irse. A finales de 2009 supo que era tiempo de volver. Lleva casi cinco años en México, pero aún no olvida algunos trucos que aprendió en Estados Unidos. Su ropa casi siempre tiene residuos de material con el que trabaja, “es algo que aprendí allá, a dejarme la ropa así. Si la policía te agarraba y ve que estás trabajando, ya no te dicen nada”, dice.

Mexicanos en el extranjero

Pedro, como la mayoría de los inmigrantes mexicanos, no eligió el estado en el que viviría. Sus familiares ya estaban establecidos en Indiana, así que era un destino preestablecido.

Además, le conseguirían un trabajo. El inicio no fue nada sencillo. Comenzó limpiando cines y vendiendo elotes por la noche. Sus dos ingresos no le alcanzaba para nada. Tiempo después comenzó en una tienda en el que el pago era un poco mejor, pero seguía sin ser suficiente.

Vivió año y medio con sus primos y después se mudó a un departamento en el que pagaba 350 dólares al mes por un cuarto.

En la mayoría de los estados y jurisdicciones estadounidenses, los mexicanos representan el porcentaje más alto de migrantes, según cifras del Instituto de Política Migratoria de Estados Unidos (MPI, por su sigla en inglés).

Las excepciones son Hawaii, en donde los migrantes provienen de países asiáticos, entre los que destacan Filipinas y Japón; Massachusetts, con mayoría de inmigrantes brasileños; Rhode Island, en donde 46% provienen de Guatemala; así como Maryland y el Distrito de Columbia, donde los inmigrantes salvadoreños son alrededor de 30% de esta población.

California, Texas, Illinois, Nueva Jersey, Nueva York y Florida concentran 6 millones 998 mil inmigrantes indocumentados, y 4 millones 91 mil son mexicanos. Estos seis estados concentran 60% del total en el país, que en 2012 ascendía a 11 millones 200 mil.

La oferta de empleo es uno de los factores que atraen a los migrantes indocumentados a estos estados, pero también la necesidad de formar parte de una comunidad, misma que muchas veces los ayuda a encontrar trabajo.

Esto responde a que “son estados que desde 1920, con la implementación del ferrocarril y la explotación minera que hubo en Estados Unidos, requerían mano de obra”, afirma Andremar Galván, coordinador del Colectivo de Apoyo para Personas Migrantes (Coami).

Al pasar los años, el número de migrantes en estas entidades se incrementó y fue formada una comunidad transnacional, que Galván define como “redes establecidas históricamente que motivan a que [otros mexicanos] vayan. Es muy raro que lleguen a un estado en donde no existe alguna relación o red”.

Pedro recuerda que, aunque sus primos lo ayudaron a cruzar la frontera y encontrar un lugar en dónde vivir y trabajar, lo que lo ayudó a integrarse más fueron los amigos que hizo a lo largo de los años y en los diferentes lugares en donde laboró. Ellos lo hicieron sentirse parte de un grupo. “Hice dos o tres amigos, de esos que me ayudaban cuando algo se me atoraba, más que la familia”.

Una vez establecidos, los inmigrantes indocumentados encuentran empleo en sectores como servicios, agricultura y construcción. Sin embargo, el coordinador del Coami precisa que “depende del rol de género: las mujeres han ocupado más el sector de servicios, como enfermería o cuidadoras de niños; en cambio los hombres se siguen manteniendo en construcción, jardinería, comida rápida o limpieza”.

De los 11 millones de inmigrantes indocumentados de todas las nacionalidades que se encuentran en Estados Unidos, hay un registro de 7 millones 827 mil que están empleados, de acuerdo con datos del MPI, obtenidos a través de un análisis de la Encuesta de la Comunidad Americana (ACS) 2013, realizada por la Oficina del Censo de Estados Unidos.

De estos casi 8 millones, 18% trabajan en servicios de comida, alojamiento, recreación, entretenimiento o artes, mientras que 16% lo hacen en construcción, 12% en manufactura y 9% en comercio al por menor. El porcentaje restante encontró empleo en otros sectores no especificados por el MPI.

El último trabajo que consiguió Pedro fue de jardinero. Le pagaban 12 dólares por hora y llegó a ganar hasta 800 semanales. Su jefe decía que “prefería a los mexicanos porque hacen de todo”, recuerda el joven de 37 años.

Desde 1990, sectores xenófobos de la población estadounidense han afirmado que los inmigrantes mexicanos indocumentados les quitan el empleo a los estadounidenses, pero no
es verdad, afirma Jorge Bustamante, doctor en sociología por la Universidad de Notre Dame de Estados Unidos.

“Se ha comprobado en muchos estudios que no ponen en riesgo el empleo para los estadounidenses. Muchas veces son trabajos que ellos no quieren, en donde un altísimo porcentaje ha sido por años de mexicanos, como la agricultura en California, o empleos de la construcción”, asegura el doctor Cruz.

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