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Con devoción, Alfredo Romero, de Guatemala, y su esposa mexicana Daisy López viajaron 25 horas para demostrarle su amor a la Virgen de Guadalupe y confirmar la fe que acompaña a su familia desde hace años.

Sin importar el calor, el tiempo ni la distancia, ambos viajaron desde el país centroamericano para cumplir con la tradición y la devoción por la Guadalupana. A pesar del cansancio, llegaron contentos a la Basílica y lograron cumplir su cometido. “Decidimos venir hasta acá para saludar a la Virgen. Mi esposa y su familia son muy devotos. Viajamos 25 horas en camión para pedir por la salud de nuestros hijos y nuestra familia”, platicó Alfredo.

Como ellos, miles de peregrinos guadalupanos provenientes de todo el país, e incluso de Centroamérica, caminaron durante días e hicieron largos viajes para visitar el santuario de la Virgen de Guadalupe, en el cerro del Tepeyac, para festejar un año más de su aparición.

Hay quienes caminan por agradecimiento, pero también para externar una petición, puesto que consideran que es su única opción para obtener algo anhelado por mucho tiempo y que hasta ahora les ha resultado inalcanzable.

Es el caso de José Antonio López, de 30 años, quien se puso de rodillas y apoyando sus manos sobre la piedra caliente por el sol de las 2:00 de la tarde, le pidió a la Virgen el milagro que él y su esposa esperan desde hace cinco años: un hijo. Aunque por su fe y devoción ha peregrinado desde hace nueve años; en éste, por primera vez en su vida, hizo una manda. “Vengo a pedir una manda a la virgencita, que nos dé un hijo. Llevo esperando cinco años para tenerlo. He venido nueve años, pero ésta es la primera manda que voy a hacer. Creo en ella y sé que con la fe se mueve todo. Creo que sí me va a dar lo que le estoy pidiendo”, asegura.

La tarde de ayer hubo quienes llegaron a pedir no sólo un cambio en su vida, sino en ellos mismos. Por ejemplo, Silvestre Ocelo caminó cuatro días cargando un nicho de aluminio y cristal para agradecerle a la Virgen que se le “haya aparecido” durante la peregrinación de 2011 y para pedirle que le cambie su manera de pensar y de ser.

“Es una historia muy chistosa. Veníamos caminando hace unos años. Me acosté en el pasto y la tierra, traía una playera en la mano y cuando la sacudí, se empezó a marcar la virgencita. Nadie me creía y decían que yo la había pintado. Después caminamos más y entonces que se vuelve a estampar la virgencita, pero ahora sí enfrente de todos ellos, para que me creyeran”, relató.

A pesar de que las filas para pasar frente al ayate de San Juan Diego eran largas y sólo lo podían hacer si se formaban hasta por 40 minutos, los peregrinos se dijeron satisfechos de entregar el tiempo y el esfuerzo que implica la devoción.

Juan Carlos Ramos caminó tres días para venir a la Ciudad de México a “felicitar” a la Virgen en lo que muchos mexicanos consideran que es “su cumpleaños”; para él la devoción a la Guadalupana es una tradición que le inculcó su familia y que él ha honrado toda su vida, pero más desde hace 13 años, cuando comenzó a peregrinar a la Basílica.

“Tuve a mi niña, la más grande, estaba enferma y casi se muere. Le pedimos tanto a la Virgen para que nos la dejara viva y gracias a Dios me cumplió el milagro. Mi hija está bien y ahora tiene ocho años”, dijo.

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